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Entrevías versus Calcuta

Entrevías versus Calcuta Los tres sacerdotes de la parroquia San Carlos Borromeo perdieron el afecto a la unidad con la Iglesia por una utopía: la lucha por los pobres en nombre de Cristo. Sin embargo, la Madre Teresa de Calcuta nunca tuvo la pretensión de cambiar el mundo y las estructuras sociales, políticas o eclesiales para atender a los más necesitados. El cura Enrique Castro de Entrevías se pierde lo mejor.

"No soy ni una activista por el bien social ni un filántropo. Hago lo que hago sólo por Cristo. Si fuese una activista por el bien común o un filántropo, no habría abandonado mi hogar ni habría dejado a mis padres. Le di mi alma a Cristo, así que lo que hago no es humanitarismo ni nada que se le parezca, es muy natural". Con estas palabras respondía la Madre Teresa de Calcuta al escritor y fotógrafo japonés Morihiro Oki cuando le preguntó si podía grabar el trabajo humanitario que realizaba con los más pobres de los pobres.

Cada vez que se habla de la acción social de la Iglesia creo que todos aquellos que de verdad quieran entender las razones por las que se hace deberían mirar, observar y en cierto modo ensimismarse con el ejemplo de la Madre Teresa. Lo digo a raíz de la polémica levantada en una parroquia de Madrid, San Carlos Borromeo, por tres sacerdotes diocesanos que han desobedecido la indicación de su obispo de reconducir su trabajo social en uno de los barrios más excluidos de la capital en un centro de Cáritas Madrid.

 

Valorando siempre lo positivo: la atención a los inmigrantes, madres contra la droga y marginalidad, el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Valera, indicó a estos curas que continuasen con su labor pero en comunión con Cáritas, ya que desde los años 80 no había en San Carlos Borromeo parroquia eclesial o comunitaria como tal, sino locales parroquiales utilizados para estos fines sociales.

 

Pero lo que ha sucedido es que estos tres sacerdotes diocesanos se han escudado en su trabajo con los pobres para no obedecer. Y aunque puedan creer que tienen mucho apoyo mediático, que lo están teniendo, y sentirse "moralmente" gratificados y reconocidos en su acción con los excluidos, creo que se pierden lo mejor.

 

Protegidos en su trabajo social, por muy grande, digno y necesario que sea, el cura Enrique Castro y sus otros dos compañeros se pierden lo mejor: la unidad con la Iglesia y, como decía la Madre Teresa, la naturalidad y la familiaridad con Cristo que la movía a despertarse a las cuatro de la mañana a rezar laudes y a trabajar a destajo todo el día con los leprosos de Calcuta.

 

El afecto a la unidad con la Iglesia parece que estos tres sacerdotes lo perdieron hace años por una ideología o utopía: la lucha por los pobres en nombre de Cristo. Sin embargo, si miramos el quehacer de la Madre Teresa, ella nunca tuvo el propósito de cambiar el mundo y de acabar con la pobreza global, ni siquiera de cambiar las estructuras sociales o políticas para atender a los más necesitados. Ella respondía a su amor a Cristo atendiendo a los demás, todavía más: amándoles personalmente.

 

Y este trabajo le unía más con el resto de la Iglesia, lejos de separarla, ya que siempre obedeció a su obispo y a Roma. No entendía otra razón de ser a su obra, no diseñada por ella. No tuvo la pretensión de cambiar la propuesta cristiana para adaptarla a Calcula. La Madre Teresa no reprochaba nada a nadie ni decía a los demás lo que tenían o debían de hacer, ni a la jerarquía de la Iglesia lo que está bien o mal hecho. Trabaja en silencio y sólo Dios sabía lo que le pasaba por el corazón.

 

Se puede llegar a creer que se puede cambiar el mundo y a la Iglesia y, sin embargo, perderse a uno mismo. En este 2007, cuando se cumple el décimo aniversario de la muerte de la Madre Teresa, yo prefiero seguir e imitar el ejemplo de esta pequeña mujer curvada siempre con su rosario a la cintura.

Raquel Martín

Páginas Digital, 10 de abril de 2007

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