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A ver si hablamos con propiedad: La svástica vasca no es vasca

A ver si hablamos con propiedad: La svástica vasca no es vasca

En la imaginería del nacionalismo vasco se ha impuesto desde hace algún tiempo el lauburu, una esvástica de brazos redondeados. Aparece lo mismo en las esquelas de los periódicos que en la bandera de ANV. Se exhibe como signo de identidad euskaldún. Sin embargo, no es un símbolo vasco: es cántabro, muy probablemente autrigón. De hecho, sólo en las estelas de la vieja Cantabria –que, por cierto, tampoco es la tradicional provincia de Santander- aparece este símbolo. Frente a la confusión autonómica, dejemos las cosas claras.

 

Se supone que el lábaro cántabro, adoptado por la caballería romana, es el que aparece grabado en tantas estelas discoidales cántabras. Consiste en cuatro medias lunas enfrentadas (seis en una de las más famosas estelas, las de Lombera), rodeando a un punto central, todo ello rodeado a su vez de círculos concéntricos. En una de las estelas de Lombera aparece la svástica de cinco brazos curvos.

 

Según J.M. Blázquez – citado por E. Peralta – “el que en las estelas se vea en el anverso a la svástica y en su reverso los símbolos lunares, representaría, por una parte, al Sol, y por la otra, la noche, las tinieblas y la muerte.” Es un testimonio de las creencias solares y lunares que profesaban los cántabros como pueblo eminentemente indoeuropeo. La relación de la Luna, prosigue E. Peralta citando a M. Eliade, con la muerte es clara, dado que la Luna es el primer muerto: durante tres noches la Luna muere, desaparece del cielo, pero al cuarto día renace y, como ella, los muertos adquirirán una nueva existencia en el ámbito lunar, al que acuden las almas tras la muerte para ser regeneradas, de aquí que la Luna nueva sea festejada y reverenciada como símbolo de renacimiento tras la muerte. (Peralta Labrador: “La segunda estela de barros y un caso posible de pervivencia medieval de su simbología cántabra”).

 

El origen del error

 

Para varias crónicas medievales, Cantabria se hallaba en Navarra, para otras en la Rioja. Durante el siglo XVI, los historiadores tienden a identificar Cantabria con Vasconia. Subyace en esta errónea identificación el interés de los vascongados por legitimar el reconocimiento que en 1527 había hecho el Káiser Carlos de su hidalguía universal: la hidalguía –y lo que realmente se perseguía con ella, esto es la exención de pechos- quedaba demostrada con la tradicional insumisión de los cántabros frente a siete legiones romanas (más auxilia). “Cántabro” era ya un epónimo más que un gentilicio.

 

Fue el padre E. Flórez quien en su “La Cantabria” zanjó definitivamente la controversia y fijó la situación y límites de la Cantabria antigua o extensa, colocando al este de los cántabros y en la actual Vasconia a autrigones, caristios, várdulos y vascones, los últimos ya en territorio de Navarra y Huesca (Huesca, de donde procede el nombre de su lengua). “Con esto sale ya malherida la tesis vascocantabrista, reducida más y más a rescoldo localista”. ( Eutimio Martino: Roma contra cántabros y astures: nueva lectura de las fuentes.”)

 

Sabino Policarpo Arana –lástima grande: no se llamaba Aitor, “un nombre vasco muy antiguo” se dice; que me muestren un documento de más de ciento veinticinco años en el que aparezca tal nombre-, en su búsqueda desesperada de material para construir su ficto nación, se inventó el “lauburu” juntando lau=cuatro y buru=cabezas; ya tenía un parónimo de lábaro. El resto fue coger un tetraskel o svástica de cuatro brazos curvilíneos y listo: ya tenía el símbolo ancestral de los vascos. Lo cierto es que este tetraskel no es vascongado, ni vasco, ni mucho menos vascón. Aparece, entre otros muchos lugares y culturas, en cementerios vizcaínos, territorio al que aun tardarían unos cuantos siglos en llegar los vascones, siendo por tanto un símbolo como mucho autrigón (tal vez caristio o várdulo) y no vasco o vascón. Los que se hayan fabricado después, ya en tiempos modernos, es otra historia.

 

De un tiempo acá ha surgido la moda de ornar algunas esquelas de la sección necrológicas de los periódicos con esta svástica de cuatro brazos curvilíneos, en sustitución de la cruz latina, dando la noticia de la muerte de personas que presumiblemente quisieron dejar así clara su adhesión al supuesto emblema tradicional, multisecular y ancestral de los vascos. Nadie duda de la respetabilidad de esta decisión; cualquiera pueda ordenar que en su esquela aparezca el símbolo que más le plazca, al menos mientras la SGAE no extienda también sus tentáculos a estos asuntos. Pero que se sepa que si lo que se pretende es reproducir un emblema específico, identitario, una seña de identidad de los vascos, por lo dicho se están equivocando de medio a medio, pues es autrigón y no vasco. ¿Están usurpando un símbolo que no les corresponde?

 

Llama también la atención que ANV haya usado esta svástica en su logotipo, como aquí mismo ha destacado Laínez, por la controversia que normalmente su uso genera por razones de todos conocidas. Si un alemán, un sueco, un inglés o cualquier otro europeo, como persona individual o como grupo, usara la svástica en cualquiera de sus actividades, el escándalo sería fortísimo, incluso con posibles consecuencias penales. Pero no ha sido este el caso de ANV: parece que las connotaciones racistas que hoy implica el uso de la esvástica, son en este caso consideradas inofensivas. Es como si el racismo de Arana y epígonos no fuese tomado en serio, incluso puede que sea tomado de forma jocosa por el sistema, quizá por su absoluta falta de fundamento. Si un alemán declarase a sus compatriotas miembros de la raza superior, la polémica estaría servida; si un pigmeo declarase que ellos, los pigmeos, son la sal de la tierra… ¿Habría quien se lo tomara en serio?

 

Lo de la estrella de David que también ostenta el logotipo de ANV es para contrabalancear, por si algún poderoso de verdad se enfadara. Y no precisamente ZP.

 

CARLOS BARUQUE

El Manifiesto, 26 de mayo de 2007

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=273

 

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