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El terrorismo está ganando la batalla

El terrorismo está ganando la batalla La lógica de la batalla contra el terrorismo lleva a la guerra nuclear. Los días 6 y 9 del presente mes se celebran los aniversarios de Hiroshima y Nagasaki. Dos bestialidades que inauguraron la guerra fría y el terror nuclear. Sin embargo, nunca como ahora, cuando ya nadie tiene dudas de que la guerra del siglo XXI es la batalla contra el terrorismo, la lógica de esta batalla lleva de la mano, con mucha más razón que durante la guerra fría, al estallido nuclear.

Me explicaré: el preparado y experimentado ejército israelí no consigue domeñar a un grupo fundamentalista islámico políticamente minoritario en un pequeño país de Oriente Medio. El más poderoso ejército del mundo, el norteamericano, tardó un mes escaso en derrotar al numerosísimo del sátrapa Sadam Hussein pero ya lleva tres años perdiendo –podríamos decir que ha perdido ya- la batalla contra los grupúsculos terroristas chiíes, chiistas y sunitas, que no disponen ni de Aviación ni de Marina, ni fragatas ni de marines. Los ejemplos se cuentan por miles. El ejército rojo de Vladimir Putin no consigue terminar con los mortíferos terroristas de unas pequeñas poblaciones islámicas del Cáucaso por más que recientemente hayan conseguido matar a su líder. Casi podíamos decir que ninguna gran potencia, ninguna democracia ha conseguido terminar con los modernos grupos terroristas desde los años 70 y 80 del pasado siglo, cuando cayeron el Ejército rojo (La Bader Meinhoff) o las Brigadas Rojas.

A costa de cobardía, el terrorismo no pierde batallas, las gana. La razón está en el porqué. El terrorismo actual ni tan siquiera sigue la técnica de guerrillas que al menos pretendía controlar ciertas zonas que le sirvieran de refugio para golpear al enemigo y esconderse en ellas. El moderno terrorismo es ciudadano. Ya no utiliza como escudo a pequeñas poblaciones rurales sino al conjunto de los habitantes de las grandes urbes. Es más, utiliza sus propias familias, tribus y vecinos no sólo como escondite sino como escudo. Los israelíes se quejan -y con razón- de que los cohetes que lanzan los palestinos desde Gaza y Cisjordania o Hizbolá desde el Líbano lo hacen desde patios vecinales, escuelas y hospitales. Cuando los ejércitos regulares pretenden destruir rampas de lanzamiento provocan más muertos civiles e inocentes que daños al terrorista. Y como las guerras de hoy son guerras de imagen, lo que vemos los occidentales en televisión son los cuerpos de los niños destrozados, en este caso por el ejército hebreo. Lo que no nos dicen es que los terroristas han empleado a sus conciudadanos, e incluso a sus propias mujeres e hijos como “mártires” de la causa. Para este tipo de guerra el terrorismo utiliza armamento ligero, el más descontrolado del mundo. Hay ferias donde se venden kalasnikoff, misiles de mano y explosivos enormemente dañinos pero muy manejables. En materia de armamento vivimos en la era en la que el más tonto hace relojes y así nos encontramos con que un partido político llamado Hizbolá, con representación en el muy democrático Parlamento Libanés, controla el sur de Beirut y la zona fronteriza con Israel. Según la inteligencia judía posee 15.000 katiushas, armas que se pueden lanzar desde el patio de una casa, y la cantidad debe ser cierta porque ya han lanzado 3000 sobre Israel.

En esa tesitura, al mundo libre de nada le sirven sus F-18, sus portaaviones o sus helicópteros apaches. Habrá que insistir: independientemente de lo justo o injusto del proceder de EEUU en Iraq o de Israel en el Líbano, lo cierto es que ambos están matando moscas a cañonazos. Y no olvidemos que el enemigo no tiene que cuidar a su opinión pública, precisamente porque son tiranías, pero los países occidentales sí deben cuidar a la suya porque les eligen cada cuatro años.

Pero hay más. Durante toda la segunda mitad del siglo XX, Israel ha vencido a los ejércitos unidos de países como Siria, Egipto, Jordania, Arabia, apoyados por Iraq, Irán, Libia etc… Recordemos que durante las guerras árabes-israelíes la población de El Cairo, capital de uno de los estados enemigos, superaba a toda la población del estado de Israel. Pero es que entonces no se trataba de luchar contra terroristas sino contra soldados.

Dicho de otra forma: el Islam y otros grupos neomarxistas han cambiado de estrategia: ya no quieren la guerra sino el terrorismo, que se ha mostrado mucho más eficaz para todo tipo de tiranos. Posiblemente sea la guerra más cobarde de la historia pero les hace invulnerables. Y la sucesión de fracasos por parte del mundo libre ante una guerra sucia que desprecia tanto la libertad como la opinión de las mayorías hace surgir la tentación de la solución final: la guerra nuclear. Si lo piensan un poco, la cobardía terrorista de esconderse tras la población inocente ya está provocando la solución final. Es posible que los explosivos lanzados por la aviación israelí desde el aire pesen más que el número de sus enemigos de Hizbolá. Y así, ante tanto fracaso, surge la tentación nuclear. Especialmente en Israel, un pueblo que no vive, sobrevive, desde hace 4000 años. La solución, por tanto, no estriba en derribar gobiernos aunque sean esos gobiernos los que arman a esos grupos terroristas. Es evidente que son Siria e Irán quienes están armando a Hizbolá pero derrocar a los regímenes de estos dos países no haría sino multiplicar por “n” el número de nuevos terroristas. En este sentido el ejemplo de Iraq no puede ser más claro.

No, la única solución estriba en crear un nuevo orden internacional, especialmente una nueva ONU, en la que no se dé entrada a los poderosos ni a los países soberanos por el hecho de serlo. Sino exclusivamente a aquellos regímenes que respeten los derechos humanos. Porque este es el gran fracaso de Naciones Unidas: que admitió como miembros a aquellos países que no admiten su carta fundacional. El mundo pensó que el tirano se democratizaría por el hecho de manifestarse en un foro común. Ya se ha visto que es un fracaso. Es el mismo error de la famosa Alianza de las Civilizaciones: uno no puede aliarse con quien no cree en la civilización. Y civilización, como cultura o como familia sólo hay una. Mientras, los líderes mundiales siguen empeñados en salvar el sistema ONU, sin reconocer que el terrorismo les está ganando la batalla y que su victoria les aboca a la solución nuclear, la más bestial de todas.

Eulogio López

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