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Rock & Roll: problema o solución

Rock & Roll: problema o solución

Si una civilización vale lo que objetivamente valen sus artes convendremos en que el valor de Occidente hoy mismo cotiza a la baja. No se trata de gustos o de modas, de vanguardia o de nostalgia, sino de una debilidad llamada relativismo y apellidada mercantilismo. Para mí, como para unos cientos de generaciones de antepasados nuestros, no vale lo mismo "un graffiti de retrete que la Gioconda"; el problema está en que colectivamente cada vez se difunde más la idea contraria, y que hace décadas la difunden los supuestos entendidos.

 

No obstante, esto nos llevaría a un terreno erudito en el que no quiero entrar, porque no es el mío, ni éste es el lugar. Vamos a descender a lo práctico, o si se quiere a los infiernos si alguien no aprecia (aún) a Kortatu o a Barricada, a Metallica, a Tabula Rasa o a Rock´n´Roll Soldier.

 

La música, campo de batalla

 

De todas las artes la más volátil es la música; cuando una civilización decae y muere permanecen su arquitectura y su escultura, se conserva algo de su pintura, pero sus sonidos pueden extinguirse. ¿Qué sabe usted de la música griega y romana? Sabemos que existió, conocemos nombres de músicos, sabemos de su fama, sabemos que mutó y decayó, y que desapareció. La música occidental es hija de los ritmos populares medievales, como lo son sus instrumentos. No es menos cierto que la música ha sido también la más notable, diferente y eximia de las artes europeas; y que en las últimas décadas ha emprendido un cambio radical, con la desaparición o fosilización de algunas de sus manifestaciones y el surgimiento de una nueva música popular. Su manifestación más peculiar, en los siglos XX y XXI, ha sido ese amplio conjunto de cosas diferentes a las que llamamos Rock & Roll.

 

Barroco, clasicismo y romanticismos llevaron la música tradicional europea a su cumbre técnica, cosa inapelable de manera objetiva; y el romanticismo sigue vivo tanto en la continua representación de obras "clásicas" como en su reiteración, ahora marginal pero siempre atractiva, como puede ser a través de las bandas sonoras del cine. Pero el primer hecho, indudable, es que esa música está lejos –y cada vez más lejos- de la vida colectiva de nuestros pueblos, y que permanece como lujo refinado al que todos materialmente podemos acceder pero que no todos quieren, pueden o están preparados para apreciar por igual.

 

El segundo hecho es que, desde la Primera Guerra Mundial, la civilización europea está experimentando musicalmente, como en las demás artes. Ha surgido una música comercial, "popular", ligera e insustancial con diversas formas; las operetas kitch o los hijos de Julio Iglesias producen por ejemplo, sí, sonidos, pero su contenido artístico es, cuando menos, discutible. Y han surgido otros intentos renovadores, con diferentes fuentes, a la búsqueda de nuevas posibilidades musicales.

 

El rock: la ruptura

 

Ciertamente muchas de esas manifestaciones cumplen todos los requisitos de la estafa que ha implicado en buena medida la deriva actual de otras artes. Sin embargo, en ese contexto, el Rock & Roll –de origen geográficamente americano, de raíces parcialmente africanas- está ahí y ha venido para quedarse. Ha sido y es soporte de muchas miserias artísticas y personales, y es complejo y variado. No obstante, existe y es parte esencial de vida de nuestros jóvenes, lo que es tanto como decir de nuestro futuro.

 

Nunca se valorará lo suficiente el daño moral producido aún hoy por las ideas profesadas por algunos apóstoles de la música ligera, y particularmente de John Lennon; pero no cabe discutir la capacidad artística de éste, por ejemplo. La cuestión, a la que no estoy en condiciones de responder pero que me planteo en contacto con mis alumnos (como en otros asuntos) es ésta: ¿contiene el rock, en su variedad, gérmenes de un futuro clasicismo? ¿Toda la música actual es lamentable o, como en las artes, se entremezclan la cara dura de unos, la ignorancia de otros, el mercantilismo de unos terceros y las sinceras inquietudes de los últimos? ¿Debe ser asumida por entero borreguilmente, puede ser rechazado sin matices por entero o es posible que de este sonido surja un renacimiento de las artes? Me gustaría escuchar nuevas opiniones sobre el futuro de la banda sonora de nuestra civilización.

 

Pascual Tamburri

El Semanal digital, 24 de mayo de 2007

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