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PXC no es una anécdota. Muchos españoles creen ver un "racismo inverso": más ayudas en becas y servicios a inmigrantes que a nativos.

PXC no es una anécdota. Muchos españoles creen ver un "racismo inverso": más ayudas en becas y servicios a inmigrantes que a nativos.

La abstención es un mal para el sistema democrático. Aunque a nuestros políticos profesionales ya les esté bien. A pesar de la palabrería la abstención les proporciona menos sobresaltos.

 

En Cataluña ha sido tan notoria como los votos de la Plataforma per Catalunya (PXC). En Vic, Manresa, El Vendrell, Cervera, Olot, Tàrrega o Roda de Ter, ciudades con elevados índices de inmigración, PXC ha obtenido uno o varios concejales.

 

Como otros movimientos político-vecinales, PXC representa a su manera una forma de hacer política “fuera” de la política habitual. PXC está al margen de las estructuras cerradas del poder partidista. Es una plataforma producto del descontento de muchos sectores de la población alertados por la imparable inmigración.

 

Por eso estas elecciones han demostrado que el discurso sin pelos en la lengua vende. Por ejemplo, el PP de Badalona ha subido gracias a la contundencia de la campaña de su líder. Con mayor o menor fortuna, Xavier García Albiol se ha atrevido a abordar los problemas de la inmigración –en especial la islámica–, mientras que los otros candidatos pasaban de puntillas. Victimas del discurso de lo políticamente correcto, han obtenido peores resultados.

 

Conste que hay una gran diferencia entre un musulmán y un islamista. Pero fenómenos como el yihadismo, la reagrupación familiar o los guetos territoriales basados en la sharia complican los procesos de integración. Y esto hay que decirlo, o como mínimo afrontarlo con objetividad y valentía.

 

En su reciente libro, Mientras Europa duerme, Gota a Gota, Madrid, 2007 (comentado en Forum Libertas el pasado lunes 28 de mayo), Bruce Bawer señala algunas costumbres que muchos musulmanes inmigrantes practican en el Viejo Continente.

 

El fetching marriages permite que los miembros de una familia musulmana extensa emigren a Europa y se beneficien de la prosperidad occidental. Ya no es la esposa musulmana nacida en Europa la que se traslada al país de origen del varón, sino toda la familia de éste la que se reunifica aquí.

 

Bawer alerta también del dumping, que consiste en enviar a los niños musulmanes europeos al país donde nacieron sus padres para que frecuenten las escuelas coránicas, e impedir que se integren en los valores de la democracia occidental. Los gastos de esta reeducación suelen financiarlos las mezquitas europeas, que –advierte el autor– suelen recibir fondos de los gobiernos europeos.

 

En algunas ciudades los islamistas no consideran que sus representantes sean los parlamentarios o concejales, sino los imanes y ancianos que mandan en sus comunidades como jefes tribales.

 

Asistimos al nacimiento de califatos donde se aplica la sharia. Según cuenta Bawer, después de la quema de coches en Francia una funcionaria se reunió con un imán en el límite del distrito de Roubaix por respeto a su declaración de que el barrio era territorio islámico. Y en el Reino Unido los imanes han presionado al gobierno para que designe oficialmente algunas áreas de Bradford bajo jurisdicción de la ley islámica. Ocurre lo mismo en Copenhague y Bruselas.

 

Pero lo peor es la yisya, el impuesto de protección que se exige a todos los infieles que viven en tierras musulmanas a cambio de conservar sus vidas. Como Europa todavía no es tierra musulmana, dice Bawer que muchos imanes predican como un acto legítimo el robo a los europeos.

 

Explotar la munificencia europea de los infieles es la nueva yisya. Abusar del ya de por sí precario Estado del Bienestar dispara el racismo y la xenofobia. En España la clase media se empobrece, pierde poder adquisitivo. Los españoles interpretan que las becas de los colegios y las ayudas públicas de antaño ahora se destinan a estos inmigrantes.

 

Aflora, pues, un sentimiento de “racismo a la inversa”, provocado en buena medida por nuestros gobernantes y el buenismo de sus discursos. Bawer señala que en Dinamarca los musulmanes son el 5% de la población… pero reciben el 40% de las ayudas sociales. Es la tónica seguida en otros Estados miembros de la Unión Europea.

 

Decía en la noche electoral Joaquim Nadal que PXC era una anécdota. Yo no lo creo. El ascenso de PXC es preocupante, pero hay que analizarlo con rigor, sin superficialidades. No se trata de xenofobia sin más.

 

El éxito de PXC es la constatación de un racismo inverso para el que nuestros políticos profesionales y los aparatos de sus partidos no tienen soluciones.

 

Àlex Seglers

Forum Libertas, 1 de junio de 2007

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