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«Yihad» y «cruzada»: Guerras santas asimétricas

«Yihad» y «cruzada»: Guerras santas asimétricas

Entrevista con Marco Meschini, historiador medievalista

 

MILÁN, miércoles, 13 junio 2007 (ZENIT.org).- No puede confundirse «yihad» con cruzada. Son guerras «santas» pero no son lo mismo. Lo explica el historiador Marco Meschini en su nuevo libro en italiano, publicado tras el famoso discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, «La yihad y la cruzada» («Il yihad e la crociata» Ares).

 

Marco Meschini es historiador medievalista y profesor de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán. En esta entrevista concedida a Zenit, aclara conceptos fundamentales para comprender la diferencia entre «yihad» y «cruzada»: mientras la «yihad» es esencial para el Islam, la cruzada no lo es para el cristianismo.

 

--¿En qué sentido la «yihad» y la cruzada son «guerras santas»?

 

--Meschini: Por «guerra santa» entendemos una guerra con dos elementos característicos: para quien se adhiere a ella, es una guerra dirigida por Dios y promovida por sus legítimos representantes; en segundo lugar, participar en ella abre las puertas del Paraíso.

 

En el caso de la «yihad» se debe recordar un pasaje coránico fundamental: «¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!» (9, 29). Es Alá quien quiere la «yihad», Alá es santo, por tanto la «yihad» es santa, una guerra santa.

 

Por lo que se refiere al segundo aspecto --la entrada en el Paraíso--, hay que recordar un «hadit» (un dicho de Mahoma con valor normativo): «Sabed que el Paraíso está a la sombra de las espadas».

 

Además, el «muyahid», el «combatiente de la yihad», en caso de muerte es considerado un «mártir», «shahid», «testigo», el mismo sentido literal de la palabra griega «martyr», «mártir». Es considerado tan santo que su cuerpo no debe ser lavado antes de la inhumación, como prescribiría la ley islámica, y puede incluso traspasar parte de la propia santidad a los parientes.

 

--Usted sin embargo considera que «cruzada» y «yihad» son «asimétricas». ¿Qué las distingue?

 

--Meschini: También la cruzada --para los cristianos de la Edad Media-- era querida por Dios, en el sentido de que los Papas la predicaron, ligándola a la remisión de las penas y los pecados cometidos por los participantes. Y el grito de batalla de los cruzados era: «¡Dios lo quiere!».

 

Una primera asimetría es sin embargo justamente ésta: la «yihad» abre directamente las puertas del Paraíso, la cruzada no, porque se entiende como parte del proceso que puede conducir al hombre pecador a Paraíso.

 

Pero hay sin embargo otras asimetrías más grandes.

 

Sobre todo, la «yihad» es tanto defensiva como agresiva, es decir, instrumento de difusión de la religión islámica que –recordémoslo-- significa «sumisión» a Alá.

 

La cruzada en cambio nació sólo después de más de un milenio de cristianismo y con un objetivo limitado: recuperar Jerusalén y la Tierra Santa, injustamente ocupadas por los musulmanes.

 

Pero hay que añadir que, en el curso de una historia plurisecular, hubo también cruzadas de expansión, aunque sin que la idea original se perdiera completamente.

 

--Usted, además, considera que la «yihad» es coesencial al Islam, y afirma que la «cruzada» no lo es para el cristianismo.

 

--Meschini: Es la asimetría más radical. Como he dicho, la guerra santa es una prescripción coránica --y el Corán es la Palabra de Alá, eterna e inmutable-- practicada por Mahoma y dotada de toda una serie de reglas accesorias.

 

Todavía hoy, para todos los islámicos, la «yihad» es el «sexto pilar» del Islam, es decir uno de los preceptos que constituyen la identidad de su religión.

 

Viceversa, no existe ningún texto sagrado cristiano que hable de una guerra semejante, ni el modelo que es Cristo la prevé, ¡al contrario! Por esto la cruzada, ciertamente surgida en un contexto cristiano, no es necesario que se repita en otros contextos cristianos; ni, sobre todo, tiene nada que ver con el «kerigma», el «núcleo» de la revelación cristiana.

 

--¿Hablar de «yihad» y cruzadas hoy no entraña el riesgo de hacer más difícil el diálogo entre cristianismo e islam?

 

--Meschini: ¿Cuál es objetivo del diálogo? Yo pienso que conocerse mejor y, si es posible, llegar a un nivel superior de verdad. Por tanto, la verdad o al menos la honestidad intelectual es una premisa, o más bien una condición irrenunciable del diálogo.

 

Por esto he querido desenmascarar a algunos comentaristas que, tras contorsiones verbales, tratan de camuflar la verdad histórica, jurídica y teológica ligada al tema de la «yihad».

 

--¿Qué quería decir el Papa en Ratisbona cuando habló del discurso de Manuel II Paleólogo sobre estos temas?

 

--Meschini: Benedicto XVI fue muy claro: la fe y la verdad se pueden proponer y difundir sólo de intelecto a intelecto y de corazón a corazón, en un mutuo intercambio de razón y credo.

 

Y por tanto expandir la propia religión «con la espada» es una monstruosidad antitética al «Logos», a la Razón, es decir a Dios. Y la violenta reacción de tantos a sus palabras fue --dramáticamente-- una involuntaria pero «perfecta» respuesta de confirmación a su discurso.

 

 

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