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Foro El Salvador

Vigencia del Manifiesto Fundacional del Foro El Salvador.

Hace, ya, casi siete años, un grupo de católicos vascos dan vida a Foro El Salvador al que hacen público por medio de su manifiesto fundacional. ¿Sigue vigente? Responde su presidente y cofundador, D. Jaime Larrinaga.

 

Por Jaime Larrínaga

 

En la primera quincena del mes de junio de 1999 hizo público el Foro El Salvador su manifiesto fundacional, con el título: Por la verdad, por la justicia y el perdón en Euskadi. En la primavera de 2006, ¿tiene el manifiesto vigencia, actualidad, sentido en la vida de los españoles? ¿Tiene algo que decir o defender el Foro El Salvador? Veamos qué nos dice el manifiesto y si lo que dice tiene actualidad.

 

Decíamos: “es alarmante y escandaloso el amedrentamiento al que han sido y son sometidos aún los ciudadanos no nacionalistas el País Vasco; las agresiones y amenazas que les impiden presentar en libertad y en igualdad de condiciones su opción política en las elecciones. Y demandamos para ellos toda la solidaridad de la comunidad cristiana y de sus representantes eclesiásticos”. Este primer punto del manifiesto, por desgracia, sigue manteniendo una gran actualidad: hay más vascos que han tenido que salir del País Vasco, la sociedad vasca está más dividida; unos, con derechos y otros sin derechos. En el mundo rural la vida se ha convertido para un no nacionalista en asfixiante e irrespirable. Tal situación, no es denunciada ni criticada ni por la comunidad cristiana ni por los representantes eclesiásticos.

 

En el segundo punto decíamos: “no es aceptable ni desde la ética laica ni desde la cristiana incluir en una lista electoral a presuntos asesinos que se vanaglorian de tal condición y la hacen valer como seña de identidad ideológica. Semejante aberración desautoriza moralmente tal opción política, ofende gravemente a las víctimas y promete la perpetuación de la misma violencia sufrida por éstas”. En este punto hemos retrocedido, de tenerles asfixiados a los terroristas, han pasado a gozar de libertad para poner bombas, a organizar las “kale borrokas” y a volver a los ayuntamientos de donde habían sido expulsados.

 

En el tercer punto afirmábamos: “ETA debe disolverse y entregar las armas sin reclamar contrapartidas políticas que ni son acordes con la democracia ni con el verdadero espíritu de la Iglesia, que prohibe matar y que añade la ley del amor a las leyes de los hombres”. En este punto, estamos muy lejos de que ETA entregue las armas. Más bien, parece ser que es la ETA quien está poniendo las condiciones al Gobierno, como imponiendo un precio a la entrega de las armas e incluso a una tregua, que es para el Gobierno su gran aspiración.

 

En el cuarto punto: “no es aceptable desde la ética política un proyecto de construcción nacional que se cimenta sobre bases etnoculturales y que genera necesariamente procesos de exclusión incompatibles con el respeto a los derechos y libertades de todos los ciudadanos. El orgullo étnico y la ideología del privilegio no están en le espíritu de Cristo, que nos llamó hermanos, ni en el del Padre que nos hizo a todos iguales”. Esta denuncia sobre Euskadi, actualmente habría que hacerlo también sobre Cataluña, Galicia y por simpatía sobre otras comunidades en las que el “virus” nacionalista empieza a brotar.

 

En el quinto punto decíamos: “la paz no puede llegar de la mano del chantaje político ni del empecinamiento en una violencia ideológica que ratifique y reemplace a la violencia armada; ni del olvido, la injusticia o la mentira. Tomamos como referencia válida para Euskadi la experiencia de reconciliación vivida tras la guerra de El Salvador así como el programa de acción marcado por Francisco Estrada, rector de la UCA desde 1989, después del asesinato de los jesuitas, y resumido por el sacerdote José María Tojeira en tres palabras fundamentales e indisociables: verdad, justicia y perdón”. Actualmente somos pocos los que escuchamos y apoyamos el clamor de las víctimas pidiendo que se haga justicia antes de hablar de la paz. No hay paz sin justicia. Memoria, justicia y paz es lo que pide el colectivo de las víctimas y nosotros, los del Foro El Salvador, les apoyaremos incondicionalmente. Además, denunciamos la presión que está ejerciendo el Gobierno sobre distintos foros a favor de la negociación y de transitar a la paz por caminos que no pasan por la justicia.

 

En el sexto punto declarábamos: “ser fieles a la verdad nos obliga a reconocer los crímenes de ETA y del GAL, así como la vigencia del Estado de Derecho tanto para juzgarlos como para ejercer la generosidad de unas medidas de gracia que de forma ininterrumpida vienen concediendo todos los Gobiernos de la democracia, desde la amnistía general de 1979 hasta la vía de reinserción, todavía vigente. Y nos obliga asimismo a valorar el dramático y descomunal esfuerzo moral que esa generosidad ha requerido de toda la sociedad española y de las víctimas en particular”. No debemos olvidar el protagonismo axiológico de las víctimas. Nadie, en España, ha tomado la justicia por su mano. Las víctimas son sumamente respetuosas con el Estado de Derecho y su generosidad no ha dicho aún la última palabra.

 

En el séptimo punto decíamos: “ser consecuentes con la justicia nos obliga a asumir el poder judicial como pilar básico del Estado de Derecho así como a exigir y acatar la actuación de los tribunales. Y nos obliga también a honrar a las víctimas del terrorismo, a erigir monumentos en su memoria y rendirles homenajes públicos, pues no sólo han de ser indemnizadas económicamente sino moralmente por la sociedad y el Estado. Asimismo no aceptamos que se las equipare con sus verdugos ni desde las instituciones laicas ni desde la Iglesia. Tal equidistancia no sólo va contra la democracia y la civilización sino contra el propio espíritu cristiano. Se insulta e inflige dolor a las víctimas y se encubre la responsabilidad moral de sus verdugos”. En la Resolución de 18 de enero de 2000, la ONU pedía con insistencia a los gobiernos que estaban obligados a darles ayuda, asistencia económica, psicológica, así como a reconocer públicamente su protagonismo axiológico, a ofrecerles homenajes, a erigirles monumentos, a dignificarles. Hay Ayuntamientos que se oponen, democráticamente, a erigir monumentos a víctimas, como el Ayuntamiento de Bilbao y de Guecho. Y sin embargo los terroristas son recibidos como unos héroes, a los que les ofrecen distintos puestos de trabajo. Víctimas de terrorismo que se quejan porque les prohíben celebrar la misa de aniversario, por los motivos más pintorescos. Y la queja que más daño nos puede hacer como cristianos, es aquella de falta de amor y de calor que por parte de la Iglesia han recibido.

 

En octavo lugar: “el perdón debe ser pedido, no negociado ni con Dios ni con los hombres. Debe apelar a la generosidad, no al mercadeo político. Y no es exigible o gratuito ni siquiera en el Evangelio. En los verdugos está el solicitarlo, arrepentirse del daño hecho y adoptar el propósito de enmendarlo. El arrepentimiento y la penitencia son inherentes al perdón cristiano. Este debe pedirlo ETA y sus cómplices políticos a las víctimas. Debe pedirlo la Iglesia por haberlas tenido tan olvidadas. Y lo pedimos nosotros por si guardamos silencio o por si nuestra palabra no fue antes pronunciada en una voz lo suficientemente alta”. En este punto se ha echado una neblina deliberadamente sobre la sociedad española, que actualmente mantiene una confusión que no favorece en nada para una justa solución del problema terrorista.

 

Y por último, en el noveno punto decíamos: “como cristianos y personas libres, nos sentimos alarmados por la grave hegemonía del nacionalismo en la Iglesia en el País Vasco y el uso perverso que hoy se hace de la doctrina de la caridad y del perdón para amparar al fascismo de ETA y a sus cómplices políticos. Lamentamos lo desatendidos que hoy se encuentran por nuestra Iglesia los fieles que no son de ideología nacionalista y las propias víctimas del terrorismo. Y reclamamos con urgencia de esa misma Iglesia, a la que pertenecemos, un discurso que por fin concilie los valores cristianos con los derechos ciudadanos”. La Iglesia en el País Vasco debe hacer una autocrítica de estos últimos 30 años, su actitud ante el terrorismo nacionalista, ante las víctimas, ante los derechos humanos, diferenciando los derechos humanos inherentes a los pueblos pequeños o etnias o culturas, y los derechos humanos de las personas a la vida y a expresarse libremente, que son los derechos más antiguos y primario, sin cuya observancia no se pueden exigir otros derechos.

 

Además, después del 11-M la situación en España es más compleja y exige más valentía y claridad. Especialmente después de las últimas declaraciones de la Vicepresidente del Gobierno español que dice “que sobre el 11-M se sabe prácticamente todo”. ¡Qué barbaridad! ¿Estará nuestra vicepresidente entre los autores? porque yo y muchos millones de españoles no sabemos casi nada. En todo ello hay mucha materia orgánica de mal olor. Tenemos que trabajar por llegar a la verdad de los hechos.

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