Manifiesto por la verdad, la justicia y el perdón en Euskadi.
Manifiesto por la verdad, la justicia y el perdón en Euskadi.
Hecho público por Foro El Salvador el día 10 de junio de 1999.
La ciudadanía vasca está siendo convocada en estas fechas a manifestar libre y responsablemente a través del ejercicio del sufragio su voluntad política, sus deseos y preferencias a la hora de construir una sociedad más justa, libre y reconciliada desde su profundo realismo. Con el objeto de recordar a la opinión pública algunos hechos que nos parecen especialmente graves y contribuir así al ejercicio del voto desde una conciencia más esclarecida los abajo firmantes manifestamos:
Es alarmante y escandaloso el amedrentamiento al que han sido y son sometidos aún los ciudadanos no nacionalistas en el País Vasco; las agresiones y amenazas que les impiden presentar en libertad y en igualdad de condiciones su opción política en las elecciones. Y demandamos para ellos toda la solidaridad de la comunidad cristiana y de sus representantes eclesiásticos.
No es aceptable ni desde la ética ni desde la cristiana incluir en una lista electoral a presuntos asesinos que se vanaglorian de tal condición y la hacen valer como seña de identidad ideológica. Semejante aberración desautoriza moralmente tal opción política, ofende gravemente a las víctimas y promete la perpetuación de la misma violencia sufrida por estas.
ETA debe disolverse y entregar las armas sin reclamar contrapartidas políticas que no son acordes con la democracia ni con el verdadero espíritu de la Iglesia, que prohíbe matar y que añade la ley del amor a las leyes de los hombres. El premio del demócrata debe ser la propia democracia y el premio de quien actúa de acuerdo con el respeto elemental a su prójimo y a los principios más básicos de la fe cristiana debe ser la vida perdurable y la paz de su corazón en esta vida.
No es aceptable desde la ética política un proyecto de construcción nacional que se cimienta sobre las bases etnoculturales y que genera necesariamente procesos de exclusión incompatibles con el respeto a los derechos y libertades de todos los ciudadanos. El orgullo étnico y la ideología del privilegio no están en el espíritu de Cristo, que nos llamó hermanos, ni en el del Padre que nos hizo a todos iguales.
La paz no puede llegar de la mano del chantaje político ni del empecinamiento en una violencia ideológica que ratifique y reemplace a la violencia armada; ni del olvido, la injusticia o la mentira. Tomamos como referencia válida para Euskadi la experiencia de reconciliación vivida tras la guerra de El Salvador así como el programa de acción marcado por Francisco Estrada, rector de la UCA desde 1989, después del asesinato de los jesuitas, y resumido por el sacerdote José María Tojeira en tres palabras fundamentales e indisolubles: verdad, justicia y perdón.
Ser fieles a la verdad nos obliga a reconocer los crímenes de ETA y del GAL así como la vigencia del Estado de Derecho tanto para juzgarlos como para ejercer la generosidad de unas medidas de gracia que de forma ininterrumpida vienen concediendo todos los gobiernos de la democracia, desde la amnistía general de 1979 hasta la vía de la reinserción, todavía vigente. Y nos obliga asimismo a valorar el dramático y descomunal esfuerzo moral que esa generosidad ha requerido de toda la sociedad española y de las víctimas en particular.
Ser consecuentes con la justicia nos obliga a asumir el poder judicial como pilar básico del Estado de Derecho así como a exigir y acatar la actuación de los tribunales. Y nos obliga también a honrar a las víctimas del terrorismo, a erigir monumentos en su memoria y rendirles homenajes públicos, pues no sólo han de ser indemnizadas económicamente sino moralmente por la sociedad y el Estado. Asimismo no aceptamos que se las equipare con sus verdugos ni desde las instituciones laicas ni desde la Iglesia. Tal equidistancia no sólo va contra la democracia y la civilización sino contra el propio espíritu cristiano. Se insulta e inflige dolor a las víctimas y se encubre la responsabilidad moral de los verdugos.
El perdón debe ser pedido, no negociado ni con Dios ni con los hombres. Debe apelar a la generosidad, no al mercadeo político. Y no es exigible o gratuito ni siquiera en el Evangelio. En los verdugos está solicitarlo, arrepentirse del daño hecho y adoptar el propósito de enmendarlo. El arrepentimiento y la penitencia son inherentes al perdón cristiano. Este debe pedirlo ETA y sus cómplices políticos a las víctimas. Debe pedirlo la Iglesia por haberlas tenido tan olvidadas. Y lo pedimos nosotros por si guardamos silencio o por si nuestra palabra no fue antes pronunciada en una voz lo suficientemente alta.
Como cristianos y personas libres, nos sentimos alarmados por la grave hegemonía del nacionalismo en la Iglesia vasca y el uso perverso que hoy se hace de la doctrina de la caridad y del perdón para amparar al nacionalismo de ETA y a sus cómplices políticos. Lamentamos lo desatendidos que hoy se encuentran por nuestra Iglesia los fieles que no son de ideología nacionalista y las propias víctimas del terrorismo. Y reclamamos con urgencia de esa misma Iglesia, a la que pertenecemos, un discurso que por fin concilie los valores cristianos con los derechos ciudadanos.
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