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¿Qué es islamofascismo?

¿Qué es islamofascismo? "Fascistas islámicos" -- utilizado por el Presidente George W. Bush para los conspiradores del complot de atentado aéreo trasatlántico en ciernes -- y referencias de otras destacadas figuras a "islamofacismo", se han topado con protestas por parte de musulmanes que afirman que el término es un insulto a su religión. El significado y el origen del concepto, así como la legitimidad de las quejas acerca de él, han pasado a ser relevantes -- quizá con urgencia.

Admito una falta de modestia o de neutralidad en este debate, puesto que yo fui, como explicaré, el primer occidental en utilizar el neologismo en este contexto.

En mi análisis, tal como salió publicado originalmente inmediatamente después del horror del 11 de septiembre del 2001, islamofascismo se refiere al uso de la fe del Islam como disfraz de una ideología totalitaria. Este fenómeno radical es representado entre los musulmanes sunníes hoy por fundamentalistas tales como los wahabíes de financiación saudí, los jihadistas paquistaníes conocidos como Jama'atíes, o la Hermandad Musulmana egipcia. En las filas de los musulmanes chi'íes queda ejemplificado por Hezbolá en el Líbano y el grupo de amigos exclusivos que rodean al Presidente Mahmoud Ahmadinejad en Irán.

Las tipologías políticas deberían hacer distinciones, en lugar de confundirlas, y el islamofascismo no es ni un concepto improvisado, ni un concepto cogido por los pelos. Debería emplearse con detalle y precisión. Los movimientos indicados deberían ser tratados como islamofascistas, en primer lugar a causa de su congruencia con los rasgos definitorios del fascismo clásico, especialmente en su forma más significativa históricamente -- el Nacional Socialismo alemán.

El fascismo se distingue de la categoría general de política de extrema derecha por su disponibilidad a desafiar el civismo público y violar abiertamente la ley. Como tal, representa una salida radical de la tradición del ultra-conservadurismo. El segundo pretende preservar las relaciones sociales establecidas a través de la implementación de la ley y el refuerzo de la autoridad. Pero las organizaciones fascistas de Mussolini o Hitler, en su conquista del poder, no mostraron escrúpulos al romper la paz y repudiar las instituciones parlamentarias y las demás; los fascistas empleaban el terror tanto contra la estructura política existente, como contra la sociedad en conjunto. Es un error de concepción común de las ciencias políticas creer, a modo de marxistas amateur, que los fascistas italianos y los Nazis buscaban mantener el orden, proteger a las clases en el poder. Tanto Mussolini como Hitler agitaban contra "el sistema" que gobernaba sus países. Su fruidición a recurrir a la violencia callejera, los asesinatos y los golpes de estado apartaron a los fascistas italianos y alemanes de los defensores ordinarios de la élite en el poder, a la que buscaban reemplazar. Esto es una idea importante que nunca debería olvidarse. El fascismo no es simplemente una dictadura difícil u opresión por privilegios.

De manera similar, el islamofascismo persigue sus objetivos a través de la alteración voluntaria, arbitraria y gratuita de la sociedad global, ya sea a través de conspiraciones terroristas o mediante la violación de la paz entre estados. Al-Qaida ha recurrido al primer arma; Hezbolá, al asaltar el norte de Israel, utilizó la segunda. No existen actos de protesta, sino estrategias calculadas para la ventaja política a través de violencia en estado puro. Hezbolá demostró métodos fascistas tanto en su secuestro de soldados israelíes como al iniciar esa acción sin ninguna consideración hacia el gobierno libanés del que forma parte. En la práctica, la democracia libanesa es un enemigo mayor para Hezbolá que Israel.

El fascismo descansaba, desde la perspectiva económica, en una clase media resentida y frustrada en sus aspiraciones, y nerviosa acerca de la pérdida de su posición. La clase media italiana se sentía insegura en su estatus social; la clase media alemana estaba completamente devastada por la derrota del país en la Primera Guerra Mundial. Ambas se enfurecieron de manera irracional por sus dificultades económicas; esta rabia apasionada y sin control fue explotada y canalizada por los acólitos de Mussolini y Hitler. Al-Qaida se apoya en franjas de las clases medias saudí, paquistaní y egipcia que están furiosas por los muchos obstáculos a sus ambiciones, en el estado y en la sociedad. El público de Hezbolá es similar: la creciente clase media libanesa chi'í, que cree ser víctima de discriminación.

El fascismo era imperialista; exigía la expansión de las esferas de influencia alemana e italiana. El islamofascismo tiene ambiciones similares; los wahabíes y sus homólogos paquistaníes y egipcios buscan controlar a todos los musulmanes sunníes del mundo, al tiempo que Hezbolá se proyecta como aliado de Siria y de Irán a la hora de establecer el dominio regional.

El fascismo era totalitario; es decir, fomentaba una visión del mundo totalitaria -- una realidad social distinta que separaba a sus seguidores de la sociedad normal. El islamofascismo se compara con el fascismo al imponer una división estricta entre musulmanes y presuntos infieles. Para los radicales sunníes, la práctica del takfir -- declarar fuera de la comunidad islámica global o ummah a todos los musulmanes que no suscriban las doctrinas de los wahabíes, los Jama'atíes paquistaníes o la Hermandad Musulmana -- es una expresión de islamofascismo. Para Hezbolá, la postura de rechazo tajante en la política libanesa -- oponiéndose a todos los políticos que pudieran estar a favor de negociación política alguna con Israel -- sirve al mismo propósito. El takfir o "excomunicación" de los musulmanes ordinarios, al igual que el radicalismo chi'í de Hezbolá, también son importantes como herramientas indispensables y unificadoras del refuerzo de tales movimientos.

El fascismo era paramilitar; en la práctica, las élites militares italiana y alemana eran reticentes a aceptar el monopolio ideológico de los partidos fascistas. Tanto Al-Qaida como Hezbolá son paramilitares.

No creo que estas características sean intrínsecas de algún elemento de la fe del Islam. El islamofascismo es una distorsión del Islam, exactamente igual que el fascismo alemán y el italiano representaron perversiones del respetable patriotismo en esos países. Nadie argumenta hoy que el Nazismo poseía legitimidad histórica como expresión del nacionalismo alemán; solamente Nazis harían tales afirmaciones, para defenderse. De igual manera, los wahabíes y sus aliados argumentan que sus doctrinas son "simplemente Islam". Pero la cultura alemana existía durante siglos, aún existe así, sin someterse a los valores Nazis; el Islam generó una civilización que se extendió por todo el mundo, sobreviviendo con buena salud en muchos países hoy sin wahabismo ni chi'ísmo políticos, ambos de los cuales tienen menos de 500 años.

¿Pero qué hay de esos musulmanes primitivos que afirman que "islamofascismo" es un insulto? El 14 de agosto, The Washington Post citaba a un orador de una concentración pro-Hezbolá en Washington, como sigue "Sr. Bush: deje de llamar 'fascismo islámico' al Islam", decía Esam Omesh, presidente de la Sociedad Musulmana Americana, provocando una masiva aclamación por parte de la multitud. Dijo que no existe tal cosa, "igual que no existen cosas como fascismo cristiano".

Estos curiosos comentarios se pueden interpretar de diversas formas. Desde que el Presidente Bush utilizase el término "fascistas islámicos" para referirse a una conspiración terrorista, ¿tiene intención Omesh (cuya Sociedad Musulmana Americana es controlada por la Hermandad Musulmana egipcia) de aceptar la equiparación del Islam con dicho terrorismo, rechazando solamente la terminología que no le gusta? Probablemente no. Pero la afirmación de Omesh de que "no existen cosas tales como fascismo cristiano" es prueba de una profunda ignorancia histórica. Analistas importantes del fascismo vieron sus formas italiana y alemana reflejadas en el Ku Klux Klan en Estados Unidos y el movimiento contrarrevolucionario ruso de masas conocido como los 100 Oscuros. Ambos movimientos se basaban en el extremismo cristiano, simbolizado mediante la quema de cruces en América y los pogromos contra los judíos bajo los zares.

La Guardia de Acero fascista de Rumania durante el período entre guerras y en la Segunda Guerra Mundial era explícitamente cristiana -- su título oficial era "la Legión del Arcángel Miguel"; el fascismo cristiano también existe en forma de terrorismo Protestante en el Ulster, y fue visible en el movimiento de los Camisas Azules (católico) activo en el Estado Libre Irlandés durante los años 20 y 30. Tanto la Guardia de Acero como los Camisas Azules atrajeron a intelectuales de renombre; el teórico cultural Mircea Eliade en el primer caso y el poeta W.B Yeats en el segundo. Podrían citarse muchos casos similares. Es también significativo que Omesh no negase [también] la existencia de "fascismo judío" -- sin duda porque entre su tribu, el término se dirige contra Israel comúnmente. Israel no es un estado fascista, aunque algunos grupos judíos marginales ultra-extremistas podrían describirse así.

Concluyo con un resumen de un debate más oscuro acerca del término, que es sintomático de muchas formas de confusión en la vida americana hoy. Observé al principio de este texto que ni soy modesto ni soy neutral en la materia. Yo desarrollé el concepto de islamofascismo tras recibir en junio del 2000 un correo electrónico procedente de un musulmán sufí de Bangladesh residente en América, titulado "Los wahabíes: fascismo en traje religioso". Después residí en Kosovo. El 22 de septiembre del 2001 utilicé el término en el The Spectator de Londres. Pronto recibí el crédito de ello por Andrew Sullivan en su Daily Dish, y después fue atribuido a Christopher Hitchens, reconociéndome el segundo como el que lo utilizó antes. Mientras trabajaba en Bosnia-Hercegovina más recientemente, participé en un debate público con el filósofo musulmán paquistaní Fazlur Rahmán (1919-88), que impartió clases durante años en la Universidad de Chicago (no confundir con el radical paquistaní Fazlur Rehman), y que fue citado hablando de "fascistas islámicos".

Si tales preocupaciones parecen absurdamente egocéntricas, es interesante comprobar cómo Wikipedia, la enciclopedia online, trató la formulación del islamofascismo como herramienta analítica. Tras un largo e insignificante coloquio entre un usuario de Wikipedia que comentaba negativamente un libro anterior mío al tiempo que admitía que nunca había visto un ejemplar suyo y yo, Wikipedia (aludiendo colectivamente, como prefieren sus miembros) decidía adjudicarlo a otro historiador del Islam, Malise Ruthven. Pero Ruthven, en 1990, lo utilizaba para referirse a todos los gobiernos autoritarios de países musulmanes, desde Marruecos a Pakistán.

Hoy en día no me importa nada Wikipedia y sus malos entendidos, o la obsesión por el reconocimiento a mi trabajo. Pero Malise Ruthven estaba equivocado y seguiría equivocado en creer que autoritarismo y fascismo son lo mismo. Para matizar, el fascismo es algo distinto, y mucho peor, que la simple dictadura, sin importar lo cruel que la segunda pueda ser. Esa es una lección que debería haberse aprendido hace 70 años, cuando el Nazismo alemán demostró ser una aberración genocida y salvaje de la historia europea moderna, no solamente otra forma más de dictadura opresiva de derechas o una variedad particularmente violenta de colonialismo.

De igual manera, la violencia practicada por al-Qaida y Hezboláh, y por Saddam Hussein antes de ellos, ha sido distinta de otras expresiones de arabismo reaccionario, simple ideología islamista, o corrupción violenta en el mundo poscolonial. Entre la democracia, los valores civilizados y la religión normal por una parte, y el islamofascismo por la otra, no puede haber compromiso; como he escrito antes, es una lucha a muerte. El Presidente Bush acierta al decir que "Las democracias jóvenes son frágiles... esta podría ser la última y la oportunidad de oro [de los islamofascistas] para detener el avance de la libertad". Al igual que con los Nazis, nada que no sea la victoria de la democracia como mínimo puede garantizar la seguridad del mundo.


Por Stephen Schwartz

Grupo de Estudios Estratégicos

Colaboraciones nº 1168, 28 de Agosto de 2006

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