Sobre la homosexualidad de los políticos
Primer principio: a los gobernantes hay que juzgarlos primordialmente por sus hechos; también por el discurso, porque éste posee asimismo un efecto sobre la sociedad, pero sobre todo por lo que hacen.
Sentado este principio, es necesario añadir que los gobernados deben interesarse por las razones personales subjetivas que mueven a los gobernantes en la medida, claro está, que este conocimiento no afecte al respeto a la dignidad de la persona y a la intimidad a la que todos tenemos derecho.
Esta cuestión, la de conocer datos biográficos públicos y relacionarlos con las políticas que emprenden es, en nuestro tiempo y en este país, más importante que nunca, porque la política se halla contaminada hasta el hartazgo del subjetivismo que provoca la doctrina de la desvinculación.
Esta doctrina afirma que la única forma en que el ser humano puede realizarse es mediante la satisfacción de sus deseos e impulsos, y que ninguna ley, tradición, relación personal, compromiso, vínculo, en definitiva, puede condicionar aquella satisfacción. Se trata de un pensamiento que tiene en la perspectiva de género su construcción más acabada y se traduce en las llamadas políticas del deseo.
Rechazar de plano el matrimonio homosexual no significa mantener una actitud contraria a las personas de esta condición. Se trata lisa y llanamente de estar alineado con la gran mayoría del mundo occidental y democrático, y de confrontar con un objetivo político sobre cual es el sentido del matrimonio como institución insustituible socialmente valiosa.
Una ley que ha modificado de raíz el matrimonio, cuyo fundamento es el derecho consuetudinario, ha sido aprobada en España por una mayoría pírrica en el Congreso de los Diputados, el veto del Senado y la crítica de instancias tan significativas como el Consejo de Estado y el Consejo General del Poder Judicial.
¿Por qué el gobierno se empeñó con este factor de conflicto que ha dividido a la sociedad española y cuyos efectos destructivos sobre el sentido la unión matrimonial se van desarrollando en el tiempo? Unos efectos adversos que no tienen nada que ver, como es sabido, con el número de matrimonios homosexuales que será ridículamente bajo, y que a estas alturas todavía no ha superado la cifra de 1300.
El problema del matrimonio homosexual es que desvirtúa la función primordial de esta institución ligada a la descendencia y a la perspectiva personal y social que ello implica para la comunidad. Reflexionar del por qué de tanto empeño gubernamental es necesario.
Las organizaciones políticas homosexuales insisten en la necesidad de “salir del armario”, es decir, confesar la condición homosexual como un dato normal. La legislación sobre el matrimonio, las subvenciones a organizaciones homosexuales para que introduzcan la divulgación de sus principios en la escuela, la abundancia en los programas de televisión, son elementos que explicitan esta normalidad.
Por consiguiente, no debería ser extraño que los miembros del gobierno de Rodríguez Zapatero, que tanta ocupación y preocupación vienen desarrollando en materia de leyes relacionadas con el impulso del deseo, confesaran abiertamente su condición de homosexual. Pero no es así, la difuminan, la ocultan. Un hombre o una mujer no oculta que está casado o que piensa casarse o que tiene una novia o un novio, aunque esté en el gobierno.
Este dato ni debe tener un especial protagonismo ni debe constituir un secreto de estado. Por eso sería bueno que los actuales miembros del gobierno se definieran en este aspecto, y que futuros candidatos a la alcaldía de Madrid también lo hicieran, porque entonces los ciudadanos tendrían claro cuales son las políticas que pueden esperar de estas personas al margen de sus discursos. Políticas basadas en la construcción de la homosociedad, de la primacía a las organizaciones del homosexualismo político, y la difusión de la perspectiva de género, que constituye la base ideológica que justifica sus preferencias personales.
Mal podrá el gobierno defender la normalidad de la orientación homosexual si sus miembros lo tratan como un hecho que debe enmascararse u ocultarse. La normalidad no es exhibicionismo pero tampoco ocultación, como lo atestiguan los alcaldes de París o Berlín.
Editorial de ForumLibertas.com, 27 de octubre de 2006
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