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LA FAMILIA ES LA BASE DE OCCIDENTE. Mi respuesta es sí, ¿la tuya?

LA FAMILIA ES LA BASE DE OCCIDENTE. Mi respuesta es sí, ¿la tuya?

Es posible que la más grave tentación de nuestros días sea la tendencia al vaciamiento como primer compás de una política fashion: el hombre sin contenidos, el matrimonio sin contenidos, la educación sin contenidos, la política sin contenidos, los partidos sin contenidos. Kafka aparece de nuevo para recordarnos: "Existe un punto de llegada, pero ningún camino; aquello que llamamos camino no es más que vacilación".

 

El tufillo a calentamiento de urna pone en marcha todos los recursos para la elaboración de los programas electorales de los grandes partidos, con las próximas elecciones generales a primera vista. No es ya una quimera, la carrera de fondo ya ha comenzado, y no se juega precisamente en el pin-pan-pun del día a día. Las investigaciones de mercado funcionan y las estrategias de testado, también.

 

En unas recientes declaraciones de Jaime Mayor Oreja a la revista Huellas, del movimiento Comunión y Liberación, se refería a la anemia cultural y moral que padece Europa. Decía así: "Tenemos un problema dramático, y es que no sabemos reconocernos a nosotros mismos. Algún día se podrá y se deberá hablar más de diálogo de civilizaciones, pero en la medida en la que nosotros tengamos una idea más clara de cuál es nuestra civilización. Entonces tendremos los ojos abiertos, tolerantes, dialogantes, pero primero debemos tener la ambición de saber qué aspectos de nuestras convicciones y valores nos han permitido alcanzar un éxito político y económico como sociedades europeas. Si no nos conocemos a nosotros mismos, nuestro bienestar no sirve para nada porque estar en Europa no es vivir bien. Europa son unos principios y valores que tienen unas raíces cristianas evidentes y determinantes, decisivas en el origen, en el presente y en el futuro de nuestra unidad europea". José María Aznar se refirió, recientemente, a la primera y más principal tentación de Occidente: su destrucción, acaso programada silenciosamente por la ingeniería laicista.

 

Para el ciudadano medio, Occidente es un concepto genérico, que representa un horizonte lejano. A la hora de traducir esta realidad sustantiva, es más persuasivo referirnos a conceptos como libertad, democracia, persona, familia. Y ahí te quiero ver, caro dottore Aznar. Ahí queremos ver a los partidos políticos, en sus programas electorales, para lo cercano o para lo lejano. Pongamos por caso la cuestión de la familia. En Gran Bretaña, la familia se ha convertido en una pieza clave de la política social. Ha dejado de ser, en el imaginario social, una obsesión de los moralistas y de los reaccionarios. No son pocos los que se han empezado a dar cuenta que la familia es una cuestión de supervivencia. Por ejemplo, el líder del Partido Conservador, David Cameron, señaló recientemente que "las familias son la fuente última de la fuerza o la debilidad de nuestra sociedad. Las familias importan porque casi todos los problemas sociales que afrontamos dependen de la estabilidad familiar. Si los índices de matrimonio suben, si los de divorcio descienden, si más parejas permanecen juntas por más tiempo, ¿sería mejor nuestra sociedad? Mi respuesta es sí. Y por lo tanto yo estableceré un sencillo test para todas y cada una de nuestras políticas: ¿Ayuda a las familias?"

 

Los complejos, especialmente los de la derecha, sólo sirven para el verano. Una inteligente consideración del entramado social es convertir la virtud en necesidad. Si la defensa de la familia no alcanza a ser un eje transversal en la construcción de una sociedad por convicciones teóricas, al menos, que lo sea por imperativos de la realidad. Quizá algunos datos puedan ayudarnos, al menos, a que no nos llevemos a engaño: en términos generales, la parejas de hecho son, según el informe Breakdown Britain, dos veces más proclives a romperse que los matrimonios; el 70 % de los delincuentes proceden de familias monoparentales; la tasa de riesgo de pobreza en familias monoparentales es del 40%... y para qué seguir.

 

Ojo al contexto: la invasión de prestaciones "sociales" nunca puede sustituir la pertenencia. El vacío en las ideas en la política lo es, de forma similar, en la vida. En el corazón humano y de lo humano, la primera ley antropológica afirma que el vacío siempre tiende a llenarse; en la sociedad, la política del vaciamiento, también.

 

Por José Francisco Serrano Oceja

Libertad Digital, suplemento Iglesia, 25 de enero de 2007

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