Familia sí, con cultivo de la fe
Buena parte de la actual crisis de la familia tiene mucho que ver con un modo de educar y de vivir la fe que ha dado por supuestas las razones que permiten a un hombre y a una mujer entender su relación como un ángulo abierto hacia el Misterio de Dios, como un lugar que, disponible a la fecundidad, está llamado a ser ámbito de construcción social, de pasión por el mundo.
El amor que marido y mujer se profesan no tiene por qué convertirse, con el tiempo, en una tumba, en el recuerdo de un deseo de plenitud frustrado o, en el mejor de los casos, en un resignado pacto de no agresión mutua y de compromisos morales. Es ante la necesidad humana, en este caso la necesidad de que el amor sea verdadero y perdurable, cuando la fe se muestra realmente conveniente y significativa. La fe en este caso tan concreto, pero tan decisivo, nos enseña a reconocer en la persona amada el signo del Único que puede satisfacer por completo nuestro afecto y nuestro deseo de felicidad. La celebración por la Familia Cristiana tiene sentido en la medida en que es ocasión para dar testimonio de que este hecho es posible.
En España durante mucho tiempo ha faltado una política familiar adecuada porque a esta institución se la ha considerado como un “fenómeno privado”. En los últimos años se ha producido un cambio interesante gracias a la labor de asociaciones e instituciones que han surgido desde abajo. Esta realidad incipiente estará completa si cada uno desde su tradición -los católicos desde la nuestra- recupera la experiencia que hace posible que el ámbito familiar sea un lugar de humanización. Los cambios políticos reales siempre dependen de un cambio cultural.
José Miguel Oriol
ABC, 30 de diciembre de 2007
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