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Se puede ser Miss pero no Madre

Se puede ser Miss pero no Madre ¿Qué es más importante ser Miss o ser Madre?; no sé ustedes pero en mi caso, lo tengo claro: si apuesto por ser Miss que tiene fecha de caducidad, le ocurrirá como a la caída de la hoja en el otoño y con el paso del tiempo no le quedará nada de su belleza anterior y sí las arrugas, surcos y otras limitaciones, con opción a ser bellas pero hay que proponérselo. Si apuesto por la maternidad, por el don de Dios – no un derecho -, que supone un hijo, quizá las medidas no sean las estándar de los certámenes de belleza, pero producen sus frutos y éste se convierte en una persona con capacidad de amar a su progenitora y de ser amado por la mujer que le dio a luz. Y si no que se lo pregunten a la madre de la “niña tamaño bolígrafo”, que nació a los 5 meses de gestación, pesaba 284 gramos y medía 25 centímetros y gracias a la ciencia y a sus ganas de vivir – una luchadora ya desde la incubadora-, recibirá el alta esta semana.

En este debate sobre las Misses suscitado en algunas provincias españolas, lo que habría que proponer no es si se puede o no ser Miss si se tienen hijos, sino la necedad que supone organizar un concurso semejante, tan absurdo. En el fondo, se convierte a la mujer en un objeto de admiración, de visión y de explotación, no se respeta su dignidad como persona, ni su femineidad, ni su libertad y se le exige un modelo de vida impuesto por los organizadores, según unos cánones predeterminados, más o menos cercanos a su prostitución como ser humano. La discusión debe plantearse en otros términos: se puede admirar la belleza, la proporción, la elegancia de las personas, tanto de mujeres como de hombres, pero no servirse de ella para fines lucrativos, a cuenta de unas cuantas mujeres engañadas y con necesidades económicas o problemas laborales. De alguna manera la mujer es “sometida” a unos criterios quizá “machistas” y debe cumplir unos objetivos marcados por las reglas y normas de estos concursos. Y es en este mismo marco donde debemos encuadrar la denuncia – muy oportuna, por cierto-, del anuncio de la firma de los diseñadores Dolce and Gabanna en el un grupo de hombres humillan a una mujer y le obligan a claudicar. Lo que debemos hacer – entre todos -, es conseguir un mayor respeto y consideración hacia la mujer en todas las facetas de su vida.

 

Marosa Montañés Duato

Periodista

Análisis Digital, 27 de febrero de 2007

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