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La ideología de género I

La ideología de género I

Esta ideología se va extendiendo en la cultura y en las leyes de España y de otros países, con graves consecuencias para la mujer, para el matrimonio, la familia y la educación de los hijos. ¿En qué consiste, cuáles son sus antecedentes, en qué se apoyan para difundir esas ideas: qué hay de cierto esas experiencias? Comenzaremos por recordar los aspectos principales de la antropología bíblica y terminaremos con algunas consideraciones sobre la defensa de la persona humana, tanto de la mujer como del hombre.

1. El problema de fondo

Vamos a hacer un resumen de las ideas expuestas en la Carta de la Congregación de la Doctrina de la fe que sobre este tema se publicó en el 2004, donde se aborda el fondo de la llamada ideología de género . Firma el documento el entonces Prefecto de la Congregación, Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI.

 

La Iglesia, siempre interesada en todo lo que se refiere al hombre y a la mujer, “se siente ahora interpelada por algunas corrientes de pensamiento, cuyas tesis frecuentemente no coinciden con la finalidad genuina de la promoción de la mujer”. Ante esto, la Iglesia expone algunos presupuestos “para una recta comprensión de la colaboración activa del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, en el reconocimiento de su propia diferencia”.

 

El problema radica en que en los últimos años ha habido una tendencia errónea a “subrayar fuertemente la condición de subordinación de la mujer” –subordinación al hombre-, para justificar así “una actitud de contestación”. La mujer, para ser ella misma, “se constituye en antagonista del hombre”, lo que da lugar a “una rivalidad entre los sexos”, lo que tiene “su implicación más inmediata y nefasta en la estructura de la familia”. Y para evitar cualquier supremacía de un sexo sobre otro, “se tiende a cancelar las diferencias, consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural”. El sexo con el que se nace no tendría mayor importancia, porque lo principal es “el género” masculino o femenino que libremente se escoja, independientemente del sexo. El “género” sería una dimensión estrictamente cultural.

 

Así, se da lugar a una antropología que en vez de favorecer la igualdad de la mujer con el hombre, cuestiona la familia compuesta por un padre y una madre, equipara la homosexualidad a la heterosexualidad, y abre la puerta a una sexualidad polimorfa.

 

Aunque la “bandera” con que se presenta esta ideología es el feminismo, la motivación más profunda es el empeño en liberar a la persona humana de sus “condicionamientos biológicos”: la naturaleza, dicen, no debe imponer ninguna ley; es la persona la que se configura según sus propios deseos, libre de toda predeterminación vinculada a su constitución esencial (cfr. nn. 1-3).

 

2. Datos antropológicos de la Sagrada Escritura

 

La Sagrada Escritura aporta datos fundamentales sobre la antropología. Del primer relato de la Creación que nos narra el Génesis (Gen 1,1-2,4) vemos que “creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó” (Gen 1,26-27). Por tanto “es esta humanidad sexuada la que se declara explícitamente ‘imagen de Dios’.

 

Del segundo relato (Gen 2,24-25) aprendemos “la importancia de la diferenciación sexual”, pues el autor sagrado nos dice que Adán “necesita una ayuda que le sea adecuada”, es decir, no alguien que desempeñe “un papel subalterno, sino una ayuda vital”, necesita entrar en relación, para subsistir, “con otro ser que se halle a su nivel, y esta sólo es la mujer, creada de su misma “carne”.

 

Vemos, por tanto, el carácter relacional del hombre y la mujer. “La mujer es otro ‘yo’ en la humanidad común”, escribió Juan Pablo II. Así desde el principio, el hombre y la mujer aparecen como “unidad de los dos”. Ayuda de la mujer no sólo en orden a la acción, sino también como compañera de la vida con la que el hombre se puede unir, como esposa, llegando a ser con ella “una sola carne”.

 

La diferencia vital entre el hombre y la mujer está por tanto orientada a la comunión entre ambos. En esa unidad de los dos, “son llamados desde su origen no sólo a existir uno al lado del otro, sino también a existir recíprocamente el uno para el otro. El matrimonio es la dimensión primera, y en cierto sentido fundamental de esta llamada”. Concluye el relato diciendo que era “muy bueno” cuanto Dios había hecho sobre la creación del hombre. Aquí está “el designio originario de Dios y la verdad más profunda del hombre y la mujer, tal como Dios lo ha querido”.

 

Pero este designio fue alterado por el pecado original, tras la seducción de la Serpiente, y los pecados personales. El hombre rechaza a Dios, rechaza la diferencia entre Dios y la humanidad, quiere ser como Dios: “considera a Dios como su enemigo y pervierte la relación misma entre el hombre y la mujer”, lo que a su vez dificulta el acceso a Dios. “En esta trágica situación, se pierden la igualdad, el respeto y el amor que, según el diseño originario de Dios, exige la relación del hombre y la mujer” (nn. 3-7).

 

De estos relatos se deducen “algunos datos capitales de la antropología bíblica”, tales como: el carácter personal del ser humano, ya sea hombre o mujer; ambos han sido creados a imagen y semejanza del Dios personal; la igual dignidad se realiza como complementariedad física, psicológica y ontológica, lo que da lugar a una “uni-dualidad” relacional que sólo el pecado hace potencialmente conflictiva.

 

Se ve también “el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer”, no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y en el espiritual, con su impronta en todas sus manifestaciones. Así, la diferencia sexual “no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano” (n. 8).

 

3. Valores femeninos

 

Por otra parte, pueden señalarse también algunos valores fundamentales de la mujer, como son “la capacidad de acogida del otro”: lo mejor de su vida se orienta al “despertar del otro, a su crecimiento y protección”. Esto está unido a “su capacidad física de dar la vida”, que le permite “adquirir muy pronto madurez, sentido de la gravedad de la vida y de las responsabilidades que ésta implica”. Tiene también “el sentido y el respeto por lo concreto” y “una capacidad única de resistir en las adversidades”, de “conservar un tenaz sentido del futuro” y de “recordar con lágrimas el precio de cada vida humana” (n. 13).

 

De aquí se deduce “el papel insustituible de la mujer en los diversos aspectos de la vida familiar y social que implican las relaciones humanas y el cuidado del otro”. Es lo que Juan Pablo II llamó “el genio de la mujer”. La legislación y la organización del trabajo, debe permitir que la mujer pueda compaginar su misión dentro de la familia y su participación en el mundo del trabajo laboral y de la organización social.

 

En última instancia, todo ser humano, hombre o mujer, está destinado a ser “para el otro”. Así la “feminidad”, más que un simple atributo del sexo femenino es “la capacidad fundamentalmente humana de vivir para el otro y gracias al otro. Proponerse la lucha de sexos “sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación”. La mujer no debe vivir desconfiada y a la defensiva. Es necesario que la relación entre el hombre y la mujer “sea vivida en la paz y felicidad del amor compartido” (n. 14).

 

4. La ideología de género: el sexo como una mera opción cultural

 

“Detrás del uso cada vez más difundido de la expresión ‘género’, en vez de la palabra ‘sexo’, se esconde una ideología que pretende eliminar la idea de que los seres humanos se dividen en dos sexos. Esta ideología quiere afirmar que las diferencias entre el hombre y la mujer, más allá de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son producto de la cultura de un país o de una época determinados. Según esta ideología, la diferencia entre los sexos se considera como algo convencionalmente atribuido por la sociedad y cada uno puede ‘inventarse’ a sí mismo. Desaparece la diferencia entre lo que está permitido y lo que está prohibido en este ámbito” .

 

Estas afirmaciones, que van contra la evidencia y el sentido común, llevan a afirmar que hay más de dos géneros todos igualmente válidos (el homosexual masculino o femenino, el heterosexual, el bisexual y el transexual), así como toda forma de relación sexual fuera del matrimonio. Junto con la desaparición de los sexos, propugnan la desaparición de la familia porque, según esta ideología, la familia es fuente de opresión de la mujer. Difunden también la libre elección de reproducción, que quiere decir derecho al aborto, derechos reproductivos de las lesbianas, derecho de las lesbianas a concebir hijos a través de inseminación artificial y adoptar legalmente a los hijos de sus compañeras. La reproducción sería resultado sólo de algunos encuentros sexuales heterosexuales

 

5. El feminismo radical

 

El feminismo no radical o de paridad había conseguido la igualdad de derechos del hombre y la mujer. Pero para las feministas radicales esto no era suficiente, porque mientras existiera el sexo o “género” masculino y femenino, la mujer seguiría estando sometida al varón, afirmaban. El sometimiento sólo desaparecerá cuando ser varón o mujer no esté supeditado al sexo con el que se nazca, sino elección libre de cada individuo .

 

El término “feministas de género” fue acuñado en primer lugar por Christina Hoff Sommers, en su libro ¿Quién robó el feminismo?, para distinguir el feminismo radical surgido hacia fines de los años 60, del anterior movimiento feminista de paridad. “Las feministas de equidad o de paridad quieren para la mujer lo que quieren para todos. Por el contrario, el feminismo de género es una ideología que pretende abarcarlo todo”, para terminar con lo que consideran un “sistema patriarcal opresivo” . La naturaleza estorba, y por tanto hay que hacerla desaparecer

 

Cambiar la sociedad (“descontruir”, suelen decir) requiere, dicen, no sólo hacer desaparecer la distinción entre los sexos, sino también cambiar el lenguaje, las relaciones familiares, la reproducción –como decíamos-, la educación, la religión y la cultura . La religión la consideran causa principal de la opresión de la mujer . Sobre la educación, propugnan que “las niñas deben ser orientadas hacia áreas no tradicionales y no se las debe exponer a la imagen de la mujer como esposa o madre, ni se les debe involucrar en actividades feministas tradicionales”. Conviene recordar que este ataque contra la familia va en contra del art. 16 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, en 1948, que defiende enfáticamente la familia y el matrimonio.

 

Como ya dijimos, la Dra O’Leary confirma que el propósito de las feministas radicales “no es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias” .

 

En contra de estas posturas de ataque y agresión a la religión, y concretamente a la religión católica, están las de la mayor parte de las mujeres del mundo, que defienden sus tradiciones religiosas como la mejor de las protecciones de los derechos y la dignidad de la mujer. “Mujeres católicas, evangélicas, ortodoxas y judías agradecen en particular las enseñanzas de sus credos sobre el matrimonio, la familia, la sexualidad y el respeto por la vida humana” .

 

Notas al pie:

 

1. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, 31-V-2004.

2. Consejo Pontificio para la Familia, Léxicon. Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas, Ed. Palabra, 2004, pág. 575 (Artículo Ideología de género: sus peligros y alcance, por Oscar Alzamora Revoredo). Escribe Judith Butler, feminista radical y una de las “fundadoras” de la ideología de género: “El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo… Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino” (J. Butler, El problema del género: el feminismo y la subversión de la identidad, Routledge, New Cork, 1990, 6). La Conferencia de Pekín de 1995 sobre la Mujer contribuyó a la difusión de estas ideas por Estados Unidos y otros países, e introdujo, por influencia de algunas feministas de género, el uso del término “género” en sustitución de “mujer” o de masculino y femenino, según la Dra Dale O´Leary, especialista en ensayos sobre la mujer y participante en dicha Conferencia.

3. A modo de ejemplo citamos algunos textos de feministas de género influyentes. Son citados por la especialista Dra Dale O’Leary, en su trabajo El feminismo de género. Corrientes de pensamiento que impiden la promoción de la mujer, publicado en L’Osservatore Romano, n. 47, el 19-XI-2004.

Shulamith Firestone, en The Dialectics of Sex, 1970, afirmaba que “para garantizar la eliminación de las clases sexuales, es preciso que la clase oprimida (las mujeres) se rebele y tome el control de la función reproductiva (…). Por ello el objetivo final de la revolución feminista debe ser diverso del primer movimiento feminista, la eliminación no sólo del privilegio masculino, sino incluso de la distinción de los sexos” (p. 12). El núcleo de la opresión de las mujeres radica precisamente en su función de gestación y educación de los hijos (p. 72).

Los representantes del Consejo de Europa en Pekín propusieron que “deben escucharse las voces de mujeres jóvenes, ya que la vida sexual no gira sólo alrededor del matrimonio. Deben reconocerse los derechos reproductivos de la mujer lesbiana” (Council of Europe, Equality and Democracy, 25).

La Comisión Internacional de los Derechos Humanos de Homosexuales y Lesbianas propusieron en Pekín que se reconociera el “derecho” a determinar la propia identidad sexual, el derecho a establecer relaciones de intimidad, a escoger cuándo y con quién engendrar y criar hijos, sin distingo de orientación sexual (cfr. Lexicon…, pág 587).

Rebecca J. Cook, Profesora de Derecho en la Universidad de Toronto y redactora de la aportación oficial de la ONU en Pekín, afirma “que los sexos ya no son dos, sino cinco” y por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de “mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales” (Ibidem). Como diremos después, esta afirmación es gratuita y va contra todas las pruebas científicas existentes: genéticamente, o se es hombre o se es mujer, no hay ninguna posibilidad intermedia.

4. Nancy Chodorow, en The reproduction of mothering (1978) sostiene que mientras la función de criar a los hijos siga siendo prerrogativa de la mujer, los niños crecerán viendo a la humanidad dividida en dos clases diferentes y desiguales, y según ella esto es causa de la aceptación “de clase”.

Alison Jagger, en Political Phisolohies of Women’s Liberation, Feminism and Philosophy, 1977, p. 13 (Littlefield, Adams and Company, Totowa, Nueva Jersey,), sostiene que “la desaparición de la familia biológica eliminará también la exigencia de la represión sexual (…) La humanidad podrá, finalmente, recuperar su sexualidad natural, caracterizada por una perversidad polimorfa”. (ambos textos citados también por la Dra 0’Leary en El feminismo de género).

5. cfr. Entrevista a C. Hoff Sommers, en Faith and Freedom, 1994, 2. Citado en Léxicon…, o.c., pág. 578

6. “Lo natural no es necesariamente un valor humano -escribe la ya citada Shulamith Firestone-. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por sexos sobre la base de sus orígenes en la naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella” (The Dialiectic of Sex, 10).

7. Pretenden cambiar los término padre, madre, marido, mujer por palabras “género-neutrales” y que no haya diferencias de conducta ni de responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia. Se trata de llegar a una sociedad sin clases de sexo. Si desaparecen “los hombres” desaparecen los privilegios masculinos; y si desaparece “la mujer” desaparece la opresión a las mujeres, “y las muchas injusticias –dicen- perpetradas en nombre de la desigualdad entre los géneros” (Cfr. Léxicon…, o.c., pag 583, citando el material de trabajo del Curso Re-Imagen del Género, en Pekín, 1995).

8. Así por ejemplo, el informe de la reunión preparatoria del Consejo Europeo para la Conferencia de Pekín afirmaba que “el surgimiento de toda forma de fundamentalismo religioso se considera como una especial amenaza al disfrute por parte de la mujer de sus derechos humanos y a su plena participación en la toma de decisiones a todo nivel en la sociedad” (Léxicon…, pág. 588). Llaman fundamentalismo a toda doctrina (sean los católicos, ortodoxos, evangélicos, judíos o musulmanes) que rehúse ajustar sus enseñanzas a la agenda del “feminismo de género”. Dichas feministas llegan a afirmar que la religión es un invento humano y las religiones principales fueron inventadas por hombres para oprimir a las mujeres. (cfr. Ibidem).

9. Léxicon…, pág. 583. cfr. Discurso de la Presidenta de Islandia, Consejo Europeo, II.1995, en preparación para la Conferencia de Pekín. Por el contrario, Juan Pablo II, en la entrevista que sostuvo con Gertrude Mongella, Secretaria General de la Conferencia de la Mujer en Pekín, dijo: “No hay respuesta a los temas sobre la mujer, que pueda pasar por alto la función de la mujer en la familia. Para respetar este orden natural es necesario hacer frente a la concepción errada de que la función de la maternidad es opresiva para la mujer” (citado en Léxicon..., pág 586).

10. Lexícon…, pág. 580. Esta afirmación la confirma la feminista Heidi Hartmann, que escribe: “La cuestión de la mujer nunca ha sido la cuestión feminista. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer” (citado en el mismo lugar).

11. Léxicon…, pág. 589.

Juan Moya (Dr. en Medicina y en Derecho Canónico).

Análisis Digital, 2 de marzo de 2007

 

 

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