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El 'comando Donosti' tenía la orden de cometer atentados si De Juana moría. Instituciones, partidos y colectivos amenazados admiten que se ha roto la esperanza de paz a corto plazo

El 'comando Donosti' tenía la orden de cometer atentados si De Juana moría. Instituciones, partidos y colectivos amenazados admiten que se ha roto la esperanza de paz a corto plazo PNV y PSE no descartan que ETA prefiera unos comicios sin Batasuna

«Mi mujer suele coger mi coche de vez en cuando. Desde hace unos días ya no se atreve. También ha vuelto a llamarme para saber cuándo regreso a casa». La anécdota la relata un destacado cargo público del PP vasco y es fiel reflejo del denso nubarrón que parece haber taponado los huecos por dónde todavía se filtraba algún rayo de esperanza en los círculos políticos de Euskadi. Pese al terrible mazazo que supuso el doble asesinato de Barajas, lo cierto es que no provocó el brusco cambio de ánimo en partidos, instituciones y colectivos amenazados que ha desatado la desarticulación, la semana pasada, del 'comando Donosti' y, por extensión, la constatación de que ETA no sólo continúa con su actividad terrorista sino que había colocado en su macabra diana a más de un centenar de potenciales objetivos.

El extenso listado de posibles víctimas del 'talde' que dirigía José Ángel Lerín, 'Jaxinto' -policías, militares, ertzainas, miembros de plataformas cívicas y políticos socialistas y populares- y el nivel de concreción con que había preparado algunos de los atentados ha revelado el supuesto proceso de paz al que todavía apelan los líderes de Batasuna como un cruel espejismo. Así lo interpretan no sólo quienes siempre lo han visto desde esa óptica sino también los que se han mostrado más reacios a dar por finiquitado el camino emprendido a raíz del alto el fuego permanente decretado por la banda hace algo más de un año.

 

El Gobierno de Juan José Ibarretxe es uno de los ejemplos más claros del viraje desde el sentimiento de preocupación y cautela hacia el de abierta alarma. De la inquietud a «una sensación mala, muy mala», según fuentes del Ejecutivo de Vitoria. «Digamos que las luces rojas se han encendido todas de golpe y las verdes, las que mantienen la esperanza, son cada vez más débiles», ilustran portavoces de la Lehendakaritza, convencidos de que es su «obligación» trasladar a la ciudadanía que la situación ha trocado en «muy grave». Otros medios consultados detectan variados indicios que lo avalan: «Mayor celo» en los servicios de seguridad desde hace unos días, desazón en las familias de los denominados grupos 'de riesgo' Sensación de 'deja vu'.

 

El pasado martes, poco después de las detenciones, el tripartito hizo pública una declaración institucional donde hablaba sin paños calientes de «vuelta al pasado», en un claro mensaje al Gobierno central, que se resiste a hablar de alerta máxima. Según el análisis del Gabinete Ibarretxe, la secuencia de los hechos se resume como sigue. Primero, el proceso arranca con la convicción generalizada en la sociedad de que es «irreversible» e «ilusiona» a los ciudadanos, pese a los constantes dientes de sierra en su evolución.

 

Segundo, la bomba que arrasa el aparcamiento de la T4 y acaba con la vida de los ecuatorianos Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate -cuya familia recibió ayer dos viviendas de la Comunidad de Madrid- echa «un jarro de agua fría tremendo» sobre los templados ánimos de políticos y ciudadanos de a pie. No obstante, la ausencia de atentados posteriores y las continuas apelaciones públicas y privadas de Arnaldo Otegi y sus correligionarios a las vías exclusivamente democráticas permiten concebir de nuevo la esperanza. Tercero, la cruda realidad. «Si esto de verdad siguiera adelante, ¿cómo es posible que esta gente se esté reorganizando?», se preguntan en el Ejecutivo vasco.

 

«Igual no veo la paz»

 

La respuesta a la interrogante resulta aún más amarga si se intuye desde la certeza de saberse en el punto de mira de ETA. «Tengo 55 años y de verdad creía que iba a ver la paz y la libertad en este país. Me he dado cuenta de que igual no». Habla Estanis Amutxastegi, concejal del PSE en Andoain, firmante de un manifiesto de apoyo a la política antiterrorista de José Luis Rodríguez Zapatero y señalado por tercera vez en los papeles etarras.

 

«Ninguna era un simple 'censo'», explica, en alusión al grado más leve de señalamiento. La primera, «les cogieron en la frontera cuando iban a colocar un artefacto en la puerta de mi empresa». La segunda, su nombre figuraba junto al de Joseba Pagazaurtundua, asesinado meses más tarde. El 'comando Donosti' había anotado los lugares que frecuentaba y sus horarios de 'embarque' y 'desembarque', que es como se refieren los amenazados por ETA a las entradas y salidas con sus escoltas. «Me ha sorprendido. No me lo esperaba, porque teóricamente seguíamos en un proceso de paz. Pensaba que esto iba en serio y resulta que no», admite con aplastante sinceridad el edil, pertinaz objetivo de los más virulentos ataques de la llamada violencia callejera. «Con la guardia alta» pero «preparado para aguantar esto y mucho más», Amutxastegi cree que «aún queda por botar el último córner y falta por ver si se hace gol o no». «En la línea de saque están nuestro partido y Zapatero y yo les apoyo».

 

El presidente del Gobierno, sus ministros y cargos de confianza se han prodigado poco tras la caída del 'Donosti', aferrándose a la prudencia que apuestan por mantener. En los primeros momentos, altos responsables de Interior se inclinaron por enviar mensajes tranquilizadores y recalcaron que no había peligro de atentado «inminente». No obstante, ayer se supo que los etarras tenían órdenes de asesinar si fallecía el preso Iñaki De Juana. De hecho, también en el PSE se aprecian los tintes pesimistas que se van adueñando de la escena vasca, sobre todo, según algunas fuentes, en aquellos que más abiertamente creían en las posibilidades de que el proceso llegase a buen puerto.

 

«Chulería» de Batasuna

 

Los malos augurios se acentúan vista la «chulería» de la izquierda radical al lanzar el «órdago» de ASB. «ETA sigue sin asumir que es un resto arqueológico del pasado y Batasuna ha desaprovechado una oportunidad de oro. El proceso no existe, está muerto y enterrado. Cunden el desánimo y la tristeza al comprobar que pese a que hemos puesto toda la inteligencia política, todo el empeño y toda la generosidad para que esto saliera bien, una banda de desalmados ha dado al traste con las esperanzas. Si ETA siempre ha sido un lastre, ahora lo es más que nunca», analiza el dirigente del PSE José Antonio Pastor.

 

El argumento se asemeja mucho a las tesis de la dirección del PNV, que, en esencia, cree que la banda se ha impuesto claramente sobre los anhelos de buena parte de la izquierda abertzale de hacer política, como demuestra el preacuerdo entre peneuvistas, socialistas y Batasuna frustrado en diciembre por la irrupción de los terroristas. Incluso, la ejecutiva jeltzale no descarta que ETA prefiera que las candidaturas sucesoras de Batasuna no concurran finalmente a las urnas, sabedora de que la presencia institucional no le garantiza en absoluto la consecución de sus objetivos.

 

Las poco halagüeñas expectativas electorales de la formación de Arnaldo Otegi -sobre todo en Navarra, precisamente el territorio del que han hecho bandera- añadirían peso a esta teoría, compartida también por destacados dirigentes del PSE. Se admite además la posibilidad de que ETA, aun en franca decadencia, empuñe de nuevo las armas.

 

La demoledora 'foto del paraguas' -el presunto etarra Sergio Lezkano protege de la lluvia a Otegi en un mitin- no ha hecho sino consolidar la sospecha de que Batasuna no tiene intención de dar el salto a la democracia a corto plazo, lo que taponaría de momento cualquier salida. El PP, por su parte, constata que sus adversarios políticos han descubierto ahora «el escenario irreal en que nos movíamos desde hace un año» y lanzan algunas preguntas. «¿Habían verificado o comprobado algo? ¿De quién se ha estado fiando el Gobierno?»

 

OLATZ BARRIUSO

El correo, 7 de abril de 2007

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