Sarkozy defenderá a Rajoy de Zaplana, Arriola y García Escudero
Sarkozy ha demostrado que muchos complejos "políticamente correctos" del centroderecha español carecen de base. Sacando los colores a más de uno.
Nicolas Sarkozy, el presidente que quiere "devolver a los franceses el orgullo de ser franceses", ha revuelto las aguas de la política española. Las de la izquierda, desde luego, por el miedo al abismo. Pero también las de la derecha. Mariano Rajoy habla del "inicio de una nueva etapa en Europa" pero se queja de quienes le "dicen que no me mueva, que no respire, que no hable". Los que han quedado mal, por una vez unidos aunque sea para equivocarse, han sido Eduardo Zaplana, Pío García Escudero y Pedro Arriola, con sus respectivos séquitos.
Eduardo Zaplana se ha felicitado porque "Sarkozy ha dejado en evidencia a los que apuestan por discursos vacíos" ya que es necesario defender "ideas, principios y valores". Zaplana, heredero de la UCD, joven e impoluto centrista levantino de elevados principios. ¿Sarkozy es de centro? ¿Del mismo centro que Zaplana? ¿O Zaplana es de derechas? ¿Ustedes han leído lo que hacen y dicen uno y otro? Pío García Escudero, coordinador de la campaña electoral del PP, tiene en cambio miedo de Sarkozy, ya que "hay partes de su mensaje que sí" son aplicables a España, "aunque inmediatamente nos acusarían de extremismo y de radicalidad". Así que ahí lo tienen, dispuesto a callar lo que cree que es verdad por puro canguelo. Si eso no son complejos, supercorrección política ni pensamiento débil que venga don Manuel Fraga y lo vea. Como ha escrito Miguel A. Orellana, son "las caras de la derrota".
Y queda Pedro Arriola, con sus arriolitos de provincias. Dos generaciones de populares y asimilados han sido educadas en la idea de que la movilización es mala, de que la participación elevada favorece a la izquierda y de que mejor adoptar "perfiles bajos". Y llega el húngaro este y demuestra que la participación, para quien mira a los ojos de la gente y dice las verdades del barquero, cuanto más alta mejor. Hay un hecho válido en toda la Europa viva: la gente quiere respuestas claras, dadas en primera persona y sin rodeos, porque hay problemas que no admiten espera. Tal vez gracias a Zapatero y a pesar de alguna camarilla España sea el siguiente caso de una derecha social movilizada.
El centro indeseable y el posible
Si el centro es lo que Adolfo Suárez señalaba y Mariano Rajoy ha recordado a propósito de un libro reciente, "el nombre que en España asumió la derecha inteligente y moderna", Zaplana, Arriola y García Escudero no le han escuchado. Si el centro es lo que representa François Bayrou, medio siglo de sometimiento a la corrección política marcada desde la izquierda, de ineficacia, corrupción y subversión toleradas, España no necesita un centro. Si el centro es lo que representan los dinosaurios democristianos, como los valetudinarios Francesco Cossiga y Giulio Andreotti sosteniendo en el poder a su discípulo Romano Prodi y animando la deslealtad de Pierferdinando Casini a sus electores, España no necesita un centro. Cuando Rajoy habla de colocar al PP en el centro de la sociedad ha de referirse a algo diferente.
Realismo político desde el centro (del pueblo)
Como diría un inglés pragmático, no hay que insistir demasiado en emplear métodos que no funcionan, porque ser firme en los principios no excluye sino que exige ser infinitamente flexible y adaptable en los métodos. Aunque uno tenga toda la razón y todas las razones, si no consigue llegar al corazón de la comunidad y ganárselo habrá perdido. Y en política perder el poder es perder también la razón, ya que este arte no nace para sostener exquisitas posturas individuales, sino para gobernar.
Si eso es la política moderna, los políticos tendrán que colocarse en su centro; y no se trata de renunciar a principios, como hacía el viejo centro, sino por el contrario de afirmarlos en el nuevo contexto y con los nuevos medios, como ha querido hacer Sarkozy. Hace unas semanas, con motivo del estreno en los cines de 300, ha habido un debate cuya conclusión ya había sido llevada por Sarkozy a la política: para transmitir algo hay que recurrir a los métodos y formas del tiempo que nos ha tocado vivir. Coincido con Arturo Pérez Reverte en esto, al menos en la base del razonamiento. Si alguien quiere defender los principios que Sarkozy dice querer defender tendrá que hacerlo con los recursos modernos. Y si eso es ir hacia el centro, mejor ahí con Rajoy que en la nada con los "chicos–bien–de–toda–la–vida–que–no–están–para–arriesgar".
Pascual Tamburri
El Semanal Digital, 10 de mayo de 2007
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