Quieren destruir la soberanía del Líbano.
Es la octava personalidad pública asesinada –ya- en Líbano, concurriendo tres circunstancias similares: contundente posicionamiento antisirio; político o periodista de primera fila que podía haber asumido mayores responsabilidades en el futuro; el crimen no ha sido resuelto por las investigaciones policiales.
Antoine Ghanen había regresado la noche anterior de Abu Dhabi, donde residía refugiado ante las amenazas de muerte sufridas. Pretendía participar en la reunión que, el martes próximo, tiene previsto celebrar el Parlamento libanés para la elección del nuevo Presidente de la República que sustituirá al prosirio Émile Lahud.
Ciertamente, ¿qué organización dispone, en suelo libanés, de fuentes de información tan precisas y de semejante capacidad operativa que le permitan perpetrar, en unas escasas horas, tan despiadado asesinato, concurriendo, además, circunstancias políticas tan relevantes? No son, por ello, nada absurdas las acusaciones vertidas, inmediatamente conocido el atentado, contra los servicios secretos sirios y sus poderosos cómplices libaneses; al igual que en las otras siete ocasiones procedentes.
En algunos medios de comunicación españoles se asoció su asesinato con el 25 aniversario de las matanzas de Sabra y Chatila; unos medios que, paradójicamente, no recordaron los asesinatos de miles de cristianos en la ciudad de Damour, las aldeas del Chouf, etc., a manos de terroristas palestinos y sus aliados libaneses de entonces. Sin duda, la larga militancia del asesinado en el partido Kataeb facilitaba esa superficial asociación a tan progresistas e imparciales comunicadores; si bien en las últimas elecciones se presentó en las listas del antisirio Partido Socialista Progresista, liderado por el druso Walid Yumblat, antaño icono de la progresía europea.
Pero, más allá de tan endeble cortina de humo, este asesinato debe relacionarse con la próxima elección del nuevo Presidente, una decisión de enorme valor estratégico para Siria; empeñada en teledirigir, pese a haberse retirado militarmente, el país de los cedros. Y no olvidemos que el histórico enfrentamiento entre Siria e Israel se ha recrudecido; sufriendo días atrás el ataque sorpresa de la aviación judía las instalaciones agrícolas sirias que acogerían –supuestamente- los primeros pasos de su programa nuclear secreto.
Pero, en estas dramáticas jornadas concurría otra circunstancia relevante. El acosado gobierno de Fuad Siniora había obtenido, después de meses de paralización y feroz acoso desde la minoría prosiria, un éxito: la derrota del grupo terrorista Fatah al Islam a manos del ejército libanés que, a tal fin, había asediado el campo de refugiado de Naher al Bared, sufriendo en la empresa importantes pérdidas humanas. Por primera vez en muchos años, el ejército libanés empezaba a ser percibido como una institución nacional que unía a libaneses de todos los credos religiosos por encima de intereses políticos. Siria y sus aliados no podían permitirlo.
El asesinato de Antoine Gahen, por todo ello, tiene esa doble lectura. Una interna, es decir, el enésimo intento de amordazar y reducir a la mayoría parlamentaria libanesa, con vistas a su derrocamiento y el consiguiente nombramiento de un nuevo gobierno dirigido por el más firme aliado que cuenta Siria allí: Hizbulá.
Y una lectura externa dirigida, ante todo, a Israel. En Siria se mantiene en el poder el partido Baas –laico, socialista y panarabista- dirigido por la minoría alawita. Con el apoyo decidido de Irán, el gobierno sirio seguirá empeñado en mantener la presión sobre su odiado vecino israelí, quien fuera derrotado por la milicia de Hizbulá en la penosa campaña del verano del 2006. Aunque Israel haya devuelto el golpe a Siria, con el estratégico bombardeo mencionado, no puede ignorar el peligro añadido en la crisis que representa su feroz enemigo Hizbulá; quien sigue reforzando sus posiciones en los territorios del sur de Líbano fronterizos con Israel, rearmándose gracias a Siria e Irán.
Los dirigentes sirios e iraníes, así como los radicales palestinos de Hamás, y sus aliados de Hizbulá y otras facciones libanesas, comparten un mismo objetivo: la voluntad de destrucción del Estado de Israel. Para ello necesitan un Líbano sometido a las directrices políticas y militares de Siria. Por todo ello les interesa el mismo objetivo: la destrucción de la frágil soberanía libanesa.
Fernando José Vaquero Oroquieta
Diario Liberal, 21 de septiembre de 2007
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