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A merced de ETA

A merced de ETA

Sr. Consejero vasco de Interior:

Probablemente algunos de ustedes, los nacionalistas, no están acostumbrados a la persecución ideológica, a sentir el aliento de ETA y sus secuaces tras su nuca, o a estar muchas veladas, hasta que el sueño vence la resistencia de la vigilia, observando cualquier ruido al otro lado de la puerta de la casa por si se produjera algún movimiento extraño que anuncie la colocación de cualquier artefacto incendiario, en esa ruleta rusa con la que nos obsequiaban los seguidores de ETA a la resistencia democrática hace muy pocos años.

 

Probablemente ustedes no entiendan, ni les importe, que haya gente que pasa miedo, que sólo lo compensan por la coherencia con sus ideas, que son valores de libertad, de democracia y de respeto a la ley nacida de una soberanía popular surgida de una Constitución aprobada en referéndum de la que nace la Autonomía que les proporciona a ustedes el generoso disfrute de las prebendas y el poder que llevan gozando durante más de treinta años.

 

Probablemente no entiendan ustedes tampoco que haya gente como yo -ya en el principio del declive de su existencia- que está cansado de luchar para que haya democracia y libertad, con más de treinta años de resistencia cívica a los intentos de implantar un totalitarismo político exterminador de cualquier atisbo de pluralismo político. Y que tras tanto sacrificio en la búsqueda de la justicia, de la igualdad y de la convivencia democrática se vea impelido a llevar unos señores tras sus espaldas con la limitación que ello supone en gestos que para cualquier ciudadano resultan espontáneos e, incluso inconscientes por naturales, pero que para los que estamos en esta situación resultan actos sometidos a disciplina y control, agobiante y limitadora de los elementos de libertad más elementales.

 

Porque, Sr. Consejero, tener escoltas no es ni un lujo ni un privilegio, es una necesidad vital para que no te lleve por delante y te quite de en medio cualquier caníbal exterminador de esos que comparten ideología nacionalista con ustedes. Para mi no es ninguna panacea ni me hace la ilusión suprema de mi existencia. Más bien me produce nausea la situación y daría una parte sustancial de mi escaso patrimonio por recobrar una libertad de la que no recuerdo si he disfrutado alguna vez. No. No y No, no es un lujo ni un privilegio, es una necesidad.

 

Por eso no entiendo por qué ustedes me condenan, a partir del próximo día 30 de octubre, al suplicio que supone el salir de casa y no saber si voy a volver. O a la angustia de que se me interponga en el camino de mi casa al trabajo cualquier energúmeno con una pistola dispuesto a liquidarme, o cualquier ejemplar de esos con los que ustedes se suelen entrevistar que me parta la cara por cualquier calle cualquiera, con la impunidad que suele caracterizarles. Porque ningún elemento objetivo, en la actualidad, indica que vaya a desaparecer ese riesgo, más bien al contrario, como es evidente a todas luces.

 

Durante la tregua de ETA ustedes me mantuvieron protegido y ahora que ETA anuncia un recrudecimiento de su acción terrorista me dicen que me van a dejar en situación de ser muñeco de pin-pan-pun, o lo que es lo mismo, me van a poner en el paredón, para que ETA lo tenga fácil. ¿Qué les he hecho yo a ustedes aparte de mis críticas políticas y mis denuncias nunca rebatidas? ¿Dónde está su razón? ¿Con qué legitimidad ustedes me dejan a la intemperie? ¿Qué es lo que pretenden? ¿Amordazarme para que no siga cantando las verdades del barquero?¿Echarme de la tierra de mis antepasados donde han nacido también mis hijos? ¿Por qué no dan la cara y me exponen por escrito las razones, respondiendo de sus responsabilidades con las consecuencias que se puedan derivar de tan delicadas decisiones? ¿Cómo es posible que se me retire la escolta –tal como me dijo un funcionario de su Departamento- por haber dejado de ser cargo público? ¿Es que al cesar en las funciones de representación política se deja de ser humano y se pasa a la condición de objetivo abatible? ¿Qué justificaciones pueden llevar a quitar la protección a alguien cuando en ningún momento ha desaparecido ni tan siquiera menguado la amenaza sobre su vida e integridad personal? ¿Se trata de retirar a unos desafectos la protección para dotar de recursos de “acompañamiento” a sus compañeros de filas políticas? ¿Se persigue recortar gasto? Si fuera ésta última la razón yo le apunto una solución: hay partidas como las del fomento del euskera por valor de más de veinte mil millones de las antiguas pesetas que podrían ser reducidas para esta noble misión de defender vidas humanas, o también podrían ser anuladas otras turbias dotaciones económicas que ustedes conocen. ¿No sería una tarea más noble?

 

Durante mucho tiempo he puesto en riesgo mi integridad física y la estabilidad de mi familia para defender causas tan nobles como la dignidad de las víctimas o la lucha contra la intolerancia del mundo abertzale, para conseguir una democracia nunca alcanzada en plenitud en este País Vasco en que nací involuntariamente. He organizado múltiples concentraciones contra ETA, representado al Foro Ermua, adoptado otras iniciativas como la fundación del colectivo Ciudadanía Democrática, etc. La representación política ha sido algo sobrevenido por la que no he obtenido ningún beneficio económico (he devuelto hace un par de meses 90.000 euros a la hacienda foral que podría habérmelos apropiado por ley pero que consideraba inmoral ingresarlos en mi cuenta corriente por ser una financiación a un grupo político; y he renunciado a cobrar más que en mi puesto de funcionario docente). Pero en ningún caso he llevado escoltas inicialmente por la actividad política representativa, sino por mi actividad cívica.

 

¿Y ustedes me quieren dejar a la intemperie, a plena disposición de la banda terrorista, para que me liquide cuando considere oportuno? ¿Con qué derecho?

 

Ernesto Ladrón de Guevara, 10 de octubre de 2007

http://www.debate21.com/articulos_4884.html

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