Un asesino haciendo compras
El episodio empezó cuando mi mujer y yo nos encontrábamos de compras en El Corte Inglés. Vicente Nazábal estaba haciendo lo mismo con su compañera y su hijo, un niño pequeño al que llevaban en un cochecito. Nazábal nos vio y empezó a reírse con desprecio mientras abría las piernas y se llevaba la mano a los testículos. Yo le dije lo mismo que ya le había dicho en otras ocasiones: "Asesino". En el fondo, se trata de una definición. Él insultó a mi mujer y a mí me llamó "Hijo de puta", a pesar de saber muy bien que mi madre -a la que él dejó viuda- falleció el pasado mes de agosto después de dos años de penosa enfermedad.
Entretanto, la compañera de Nazábal gritaba "¡Libertad de expresión!" y nos llamaba "falangistas" y "españoles". Mi mujer le contestó que "españoles a mucha honra" y Nazábal volvió a insultarle, esta vez en vasco. Yo le dije que era tonto, que era el más tonto del pueblo por haberse pasado lo mejor de su vida en la cárcel (17 años escasos).
Pagamos nuestras compras a unos empleados llenos de asombro y ya nos íbamos de allí cuando en las escaleras automáticas volvimos a encontrarnos con la familia Nazábal. Esta vez, Vicente nos hizo una ostensible reverencia para cedernos del paso. No pude menos que llamarle de nuevo "asesino", "carnicero", "verdugo" y "escoria". Nos insultó mientras su compañera retomaba la cantinela de la "libertad de expresión" y amenazaba con denunciarnos.
Es curioso que alguien quiera protegerse (¡) de mi mujer y de mí apelando a la libertad de expresión. Espero que también nosotros podamos emplearla para recordar a quien quiera oírnos que el 27 de enero de 1979, en Etxarri-Aranatz, Vicente Nazábal Auzmendi mató de cinco tiros a un señor indefenso que se encontraba en la puerta de casa con su hijo de trece años. Le ayudaron en el crimen su hermano Juan y otros dos secuaces, como explica con detalle la sentencia 62/1979 de la Audiencia Nacional, fechada el 27 de junio de 1980.
En fin, señor Zabaleta: ahora usted también conoce lo ocurrido Y si se sintió herido por unas palabras de Miguel Sanz, confío en que esa misma sensibilidad le ayude a ponerse en mi lugar y en el de tantos otros. Y hasta le pediría que "repruebe" -ya sé que le gusta más que "condenar"- la actitud de su compañero de despacho.
JOSÉ IGNACIO ULAYAR MUNDIÑANO, hijo de don Jesús Ulayar Liciaga
Cartas de los lectores, Diario de Navarra, 19 de noviembre de 2007
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