Una Iglesia calladita y unos cristianos timoratos
Desde que la democracia es democracia en España, los obispos, cuando se aproxima una jornada electoral, tienen la sana costumbre de hacer pública una declaración o nota con la que ofrecen criterios morales de orientación del juicio de la conciencia cristiana ante las cuestiones más urgentes del momento.
Han sido estos textos síntesis apreciadísimas, motivo y argumento de reflexión para no pocos cristianos, de aplicación de la doctrina social de la Iglesia. Alejados por su naturaleza del cómo de las políticas coyunturales y centrados en el qué de la sustancia del hacer en pos del bien común, su difusión pública es un magnífico servicio al desarrollo de una democracia capaz de ser espacio de diálogo público.
Los obispos del sur de España han publicado ya su argumentario de orientación de la conciencia cristiana ante las elecciones del 9 de marzo. Unos comicios en los que nos jugamos mucho más que la continuidad del desgobierno de Zapatero; decidiremos, mal que nos pese, el futuro del proyecto de disolución ética de la sociedad española, amén de la implantación definitiva de las bases de un totalitarismo de Estado que utiliza el relativismo moral inoculando en las nuevas generaciones, a través de la educación, para así seguir manipulando las conciencias y hacer de los ciudadanos sujetos acríticos y débiles actores de su libertad frente a los poderes. Los obispos del sur de España lo han dicho con meridiana claridad:
Los inmensos medios que el poder pone hoy en manos de los responsables políticos hace que la tentación de manipular a la sociedad, y de reducir el gobierno de los hombres a un control cada vez más minucioso y estricto de todas las dimensiones de la vida, incluso de la conciencia, sea una tentación muy fuerte, a la que se cede con frecuencia. La libertad es un bien frágil. El peligro del totalitarismo, aún con apariencia democrática, es un peligro muy real en nuestro mundo, al que están expuestos todos los partidos políticos, y no sólo en España.
La tutela de la vida desde su concepción hasta su muerte natural, el aborto, la píldora abortiva del día después, la eutanasia, la educación, el desarrollo de un agresivo laicismo de Estado o la pulsión por silenciar a la Iglesia en el debate público serán cuestiones que estarán en el protagonismo de las idas y venidas de los candidatos y en los capítulos, escritos con tinta colorada, del programa electoral de los partidos políticos.
La economía será importante, claro que lo será. Pero por primera vez en la historia, la impunidad con que el Gobierno socialista ha querido destapar los fantasmas de la cuestión ética y religiosa de la historia de España hará que no pocos de los ideólogos de la izquierda quieran hacer de estas elecciones la decisión sobre un proyecto moral. De ahí la agitada movilización del electorado de izquierda en las últimas semanas a costa de la Iglesia y de lo cristiano. Un proyecto moral que nunca debiera llevarse al sólo juego de las mayorías y de las minorías dado que pertenece a la lógica de la razón común, de la razón dialógica, si se me apura. Una razón que es previa a la decisión numérica electoral.
Los obispos siempre han hablado claro. Esperemos que también lo hagan en esta ocasión. Ejemplos tienen, como el del titular de la diócesis de Tarazona, que en una reciente carta pastoral sobre la familia cristiana señalaba que "un matrimonio joven cristiano no estará dispuesto a dar los votos a quienes no defiendan la familia, tal como Dios la ha diseñado. Si para ganar votos ese partido promueve o tolera el divorcio, o la uniones homosexuales, o el aborto, o la píldora del día después, o la manipulación de embriones, ese partido, sea de derechas o de izquierdas, no merece el voto de una familia cristiana".
En las primeras vísperas de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, la vicepresidenta del Gobierno ha lanzado un mensaje a los obispos para que no se pasen mucho con su nota ante las próximas elecciones: "Los ciudadanos exigen este respeto porque saben que la democracia no necesita tutelas morales, porque la única forma de vivir en libertad es sobre el respeto a la libertad ideológica, al principio de laicidad y aconfesionalidad del Estado". La frase está tan cargada de tautologías y de sofismas que no merece más comentario. Es tan poco original que sólo repite lo que el señor Zapatero viene diciendo desde hace demasiado tiempo.
Mientras, el que fuera arzobispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián, y artífice de la Transición, al menos de la eclesial, declaraba que "en nuestra España de hoy no faltan personas, grupos, instituciones, que no ven con buenos ojos la presencia de la Iglesia, ni de los eclesiásticos, ni de los cristianos confesantes en los medios de comunicación. Preferirían una Iglesia calladita y unos cristianos timoratos y recluidos. Pero tendrán que acostumbrarse a lo contrario. La Iglesia es toda ella Palabra".
José Francisco Serrano Oceja
Libertad Digital, suplemento Iglesia, 31 de enero de 2008
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