El arrepentimiento «no es valor exclusivo de la Iglesia», dice Munilla a Batasuna
El obispo anuncia que la Marcha a Arantzazu del próximo sábado será un «eco» de la homilía de los prelados vascos por el fin del terrorismo
La Marcha de Arantzazu volverá el sábado a sus raíces y, como hace quince años, su mensaje principal girará en torno a la paz. Los feligreses subirán desde Oñati a Arantzazu tras una pancarta con el lema 'Busca la paz y corre tras ella' en castellano y 'Zorionekoak bakegileak' en euskera, el mismo mensaje de la homilía por el final del terrorismo que los tres prelados vascos pronunciaron el 25 de febrero en el inicio de la cuaresma. El acto fue presentado ayer por el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, como un «eco» de aquella oración por la paz que permita caminar hacia la reconciliación, «que consiste en pasar del tú pecador al yo pecador, comenzar por la propia autocrítica y arrepentimiento y la propia revisión de la vida».
Munilla aseguró que le resulta «triste» escuchar a quienes opinan que el arrepentimiento es «un concepto religioso» que no pueda ser abordado en el debate social. «Es triste escuchar que el arrepentimiento y el perdón son algo religioso; ¿y el amor también lo es? ¿Los que no sean religiosos no pueden amar, no pueden tener compasión, ni gratitud?», se preguntó el prelado en respuesta a la izquierda abertzale, que considera que «el perdón es un concepto que corresponde al terreno de la religión».
Frente a este argumento, el obispo reflexionó sobre lo que se entiende por una sociedad laica -si es «una sociedad sin valores humanos» le pareció «muy triste»- y recalcó que el arrepentimiento es «valor de dignidad humana, un mínimo para la dignidad del hombre, y no es exclusivo para los que tengan una fe religiosa».
El prelado se refirió a la homilía por la paz de las tres diócesis como una celebración que tuvo «mucho más efecto» del que se le pueda suponer, cambios «que tienen lugar en el corazón de muchas personas, pero no son evaluables política y sociológicamente».
Munilla puso como ejemplo el caso de una viuda de una víctima del terrorismo que le dijo «emocionada» que había vivido odiando muchos años, «pero que en esa celebración había recibido la gracia de poder rezar por el que mató a su marido, y que se había sentido liberada. Y que le había pedido a Dios lo mejor para ese hombre, que es la conversión y que su corazón cambie». El prelado también relató que había recibido la visita de unos padres cuyo hijo está preso por haber cometido actos de terrorismo y que acudieron allí para pedir que su hijo complete los pasos que ha ido dando en el camino de la reinserción. «Hemos rezado por aquellos a los que nuestro hijo pudo hacer daño», me dijeron.
Sin lecturas políticas
El obispo señaló que la Iglesia «se dedica a esto» y destacó que estas situaciones «se escapan de las consideraciones políticas», por lo que «se equivocan quienes quisieran extrapolar el mensaje de la Iglesia a una lectura política». En este sentido, recordó las palabras del Papa en su reciente viaje a México para insistir en que «la Iglesia no es un partido político, sino una realidad moral y espiritual». Por eso, el prelado cree que es importante «acertar con el diagnóstico» de cuáles son las raíces «de nuestros problemas, en concreto de la violencia».
A su juicio, la «raíz de todos los males viene del olvido de Dios», por lo que la violencia terrorista «no ha sido sino consecuencia de una idolatría política que ha quitado a Dios del centro de nuestros corazones, sustituyéndolo por una suerte de ateísmo marxista en la que el ser humano ha terminado por ser una mera moneda de cambio».
ANE URDANGARIN | SAN SEBASTIÁN.
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