El caso de Mohamed Merah en el contexto actual de la amenaza terrorista, por Javier Jordán
Los asesinatos sucesivos de tres soldados, y de un profesor y varios niños judíos en Toulouse, así como el cerco de más de un día de duración y, por último, la muerte del terrorista al resistirse violentamente al asalto policial, han provocado una comprensible atención mediática. El espectro del terrorismo yihadista se pasea de nuevo por Europa.
Ahora que todo parece haber terminado, resulta interesante apartar la mirada del relato en tiempo real para situar los hechos en el marco general del terrorismo yihadista europeo. Lo que ha sucedido en Toulouse no es un caso aislado, pero tampoco significa que hayamos vuelto a mediados de la década de 2000, con los atentados del 11-S todavía frescos en la memoria y con la conmoción generada por las masacres de los trenes de Madrid en marzo de 2004 y del sistema de transporte urbano de Londres en julio de 2005. Aunque parezca una conclusión contraintuitiva, el nivel de amenaza a día de hoy es sustancialmente menor.
Desde los atentados de Londres, Europa ha sido escenario de numerosos complots terroristas, la mayoría de ellos desarticulados a tiempo por las fuerzas de seguridad, y en unos cuantos casos ejecutados de manera fallida. Entre estos últimos se encontrarían los ataques frustrados de Estocolmo y Copenhague cometidos respectivamente en diciembre y septiembre de 2010, el de Milán en octubre de 2009 y el de Exeter en mayo de 2008. En todos ellos los únicos muertos o heridos fueron los propios terroristas.
A esos casos se añaden el apuñalamiento de un parlamentario británico en mayo de 2010, por parte de la joven de origen blangladeshí, Roshonara Choudhry, y el asalto armado por parte de un individuo de origen somalí contra el domicilio del caricaturista danés Kurt Westergaard en enero de 2010, que finalizó con el terrorista herido a resultas de su enfrentamiento con la policía. El único atentado yihadista ejecutado con éxito durante todo este periodo (hasta los asesinatos de Toulouse) fue el protagonizado por el joven de origen albano-kosovar, Arid Uka, que en marzo de 2011 mató con su pistola a dos norteamericanos e hirió a otros dos en un autobús militar en el aeropuerto de Frankfurt.
En total entre los años 2006 y 2011 han tenido lugar 49 incidentes terroristas en Europa Occidental inspirados por el salafismo yihadista, la inmensa mayoría de ellos -como acabamos de señalar- desarticulados a tiempo o con desenlace fallido. Una de las principales diferencias entre esos 49 sucesos y los 42 correspondientes al periodo 2001-2005, es que desde mediados de década se ha incrementado el número de incidentes protagonizados por pequeños grupos no vinculados organizaciones mayores (como, por ejemplo, Al Qaeda) y por individuos que actuaban por cuenta propia (lobos solitarios). Pero junto a ellos, han seguido estando presentes a lo largo de toda la década de 2000 las células vinculadas a organizaciones más amplias. Este hecho refleja por tanto un escenario híbrido en términos de estructura organizativa.
El análisis de la estructura organizativa del terrorismo yihadista no obedece a mera curiosidad académica, sino que constituye un paso necesario en la valoración de la amenaza terrorista. Los atentados más letales cometidos en Europa (Madrid y Londres, con un balance total de 243 muertos y al menos 2.628 heridos) han sido obra de actores vinculados a organizaciones ‘madre’, concretamente a Al Qaeda central; mientras que los grupos no vinculados sólo han sido responsables de la muerte de Theo Van Gogh en noviembre de 2004 y del asesinato de los dos norteamericanos ya mencionados en el aeropuerto de Frankfurt en marzo de 2011. Aunque en todos los casos se trata de dramas humanos, lo cierto es que los actores vinculados a una organización superior han supuesto hasta el momento una amenaza más grave. Esto es lógico ya que con frecuencia sus miembros han tenido la oportunidad de pasar por un campo de entrenamiento (desde mediados de década la mayor parte de los casos se refieren a Pakistán) y, por tanto, pueden haber adquirido la habilidad necesaria para fabricar explosivos o manejar con soltura armas de fuego, además de recibir directrices y enseñanzas de instructores experimentados.
Con la información disponible en estos momentos, el caso de Mohamed Merah se correspondería con el de un actor vinculado. Aunque, según ha confesado durante el cerco policial, él ha sido el único responsable de todos los asesinatos, no se trata de un lobo solitario. El lobo solitario es una figura que, como ya hemos tratado en otros análisis, se caracteriza por la ausencia de relación con otros grupos u organizaciones terroristas. Sin embargo, Mohamed Merah afirmó actuar en nombre de Al Qaeda central y, según las autoridades francesas, había viajado dos veces a Pakistán y se había entrenado con Al Qaeda en Waziristan.
Por tanto, el caso de Mohamed Merah demuestra nuevamente el peligro comparativamente mayor que suponen los actores vinculados en relación a los grupos independientes y los lobos solitarios, pero al mismo tiempo el modus operandi del terrorista de Toulouse pone en evidencia las dificultades que encuentra Al Qaeda y el terrorismo yihadista en general a la hora de atentar en Europa. Las razones son las siguientes:
De confirmarse los datos ofrecidos por las autoridades francesas, éste sería el primer atentado con éxito que comete Al Qaeda en Europa desde julio de 2005. Desde aquel verano -y varias veces cada año- tanto la organización fundada por Bin Laden como otras organizaciones asociadas han tratado de golpear de nuevo el territorio europeo, pero sus planes han sido abortados a tiempo por las fuerzas de seguridad o sus acciones han resultados fallidas. Por el momento, los atentados de Merah son la excepción que confirma la regla.
A pesar de la mayor peligrosidad comparativa de los actores vinculados a una organización madre, el deterioro que ha sufrido la infraestructura yihadista en Europa como consecuencia de la acción policial y de inteligencia ha reducido sustancialmente el apoyo horizontal que solían recibir ese tipo de células. En varias ocasiones los individuos que han pasado por Pakistán han tenido que valerse por sí mismos (como puede haber sido el caso de Mohamed Merah) o han mantenido comunicación con sus contactos de Al Qaeda central a través de internet, lo cual les ha hecho vulnerables y ha facilitado su detección y posterior desarticulación.
En cuanto a las células independientes y lobos solitarios, el incremento de su protagonismo en la segunda mitad de la década, no ha tenido un paralelo en términos de eficacia. El único atentado exitoso fue el de Frankfurt en marzo de 2011, pero por su simplicidad apenas tuvo el impacto mediático internacional que anhelan los terroristas. Las células independientes y los lobos solitarios resultan más difíciles de descubrir, lo que les permite culminar más etapas en la preparación de los complots terroristas. Sin embargo, el deseo de imitar las acciones altamente letales cometidas por las grandes organizaciones les lleva a optar por atentados con explosivos, un recurso que no es fácil de adquirir o de fabricar con medios caseros. Al existir un desequilibrio entre su preparación técnica y sus ambiciones, los resultados han acabado siendo vanos o incluso fatales para los propios terroristas
Como consecuencia de esto último, tanto Al Qaeda central como Al Qaeda en la Península Arábiga (a través de la revista Inspire) han venido recomendando en los últimos años la realización de atentados sencillos con armas blancas o armas de fuego (a semejanza de varios ataques terroristas ejecutados en Estados Unidos en 2009).
Lo cual supone una merma a la hora de provocar destrucción y terror a gran escala (en comparación con el 11-S, o los atentados de Madrid y de Londres), a no ser que se sume a esa dinámica un elevado número de individuos que siembren el desorden y el miedo por doquier, lo que no ha sido el caso. Al Qaeda se enfrenta a los límites que impone la lógica de la acción colectiva. Sólo una ínfima minoría de los asiduos a la propaganda yihadista cruzan la enorme distancia que dista entre la simpatía pasiva y el compromiso militante. La aspiración yihadista de la ‘resistencia sin líderes’ sería una pesadilla para las agencias antiterroristas en caso de materilizarse, pero es mucho más difícil de llevar a la práctica de lo que a simple vista puede parecer.
Por tanto, la campaña terrorista de Mohamed Merah se inscribe en el marco de los numerosos intentos protagonizados por Al Qaeda para atentar en Europa. Intentos frustrados desde julio de 2005 hasta los asesinatos de Toulouse. Mohamed Merah, ha causado la muerte de siete personas y ha conseguido una amplia cobertura mediática, sobre todo a través de la prolongación temporal del cerco y de su suicidio. Este hecho constituye un éxito en sí mismo para los terroristas, sedientos de la atención de la opinión pública (aunque habrá que ver si al asesinato a sangre fría de tres niños judíos y de soldados musulmanes no daña aún más la maltrecha imagen de los yihadistas). Pero si nos fijamos en las capacidades de Al Qaeda, las acciones terroristas de Merah continúan poniendo al descubierto las carencias de dicha organización a la hora de repetir en territorio occidental atentados terroristas complejos y altamente letales. En este sentido, el trágico episodio de Toulouse no supone una novedad significativa.
No obstante, los atentados cometidos por Merah pueden servir de fuente de inspiración a otros actores vinculados, o a potenciales células independientes y lobos solitarios. Hasta el momento muchos de ellos habían tratado de emular los grandes atentados de Al Qaeda mediante el uso (fallido) de explosivos. A partir de ahora la opción de los asesinatos con armas blancas o armas de fuego (sobre todo si se cometen en serie) puede parecerles igualmente atractiva. El atentado de Frankfurt de marzo de 2011, ya supuso un precedente en ese sentido. Convendrá mantener la atención al respecto, sobre todo de cara a los Juegos Olímpicos de Londres el próximo verano.
Javier Jordán es Profesor Titular de Ciencia Política en la Universidad de Granada
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