Los falsos tópicos del conflicto vasco.
Sigue siendo lugar común, en muchos ambientes políticos y universitarios extranjeros, una serie de falsos tópicos sobre el carácter último del llamado “conflicto vasco”. En este artículo nos asomaremos a algunos de ellos.
La polémica desatada por Hebe de Bonafini, Presidenta de la asociación argentina “Madres de la Plaza de Mayo”, a causa de algunos de sus juicios de valor, emitidos con notable ligereza, respecto a la situación de los presos de la banda terrorista ETA, acusando al Gobierno español de “torturas, violaciones y ejecuciones”, ha puesto sobre el tapete la persistencia en algunos ámbitos internacionales de una serie de falsos tópicos. Tales, han alcanzado en esos medios, a fuerza de repetirse, carácter de verdad incuestionable.
En este breve artículo vamos a ver algunos de esos falsos tópicos con el objetivo de situar, en su contexto real, la violencia sufrida en el País Vasco y en el resto de España, a la que se superpone una estrategia secesionista de indudable trascendencia, desarrollada por todas las fuerzas nacionalistas vascas.
Históricamente no puede sostenerse la anterior afirmación. Al contrario, el País Vasco y Navarra son dos de los territorios que, pese a diversas vicisitudes históricas, han mantenido, en el conjunto de España, mayores niveles de derecho público y privado propios, así como un régimen económico particular –el concierto- que ha permitido un desarrollo económico superior a la media española. Y ello ha sido así no sólo en los últimos 25 años de democracia, sino también en épocas anteriores, consolidándose ese desarrollo económico ya en el franquismo.
Por otra parte, el hecho de que hayan transcurrido 25 años desde la muerte de Francisco Franco, desmiente que se trate de un puñado de guerrilleros románticos levantados contra la dictadura franquista, desaparecida ya hace dos décadas y media. El tiempo impone, así, sus razones. Y más cuando, en su día, todos los presos de las distintas organizaciones armadas se vieron favorecidos por una amnistía que supuso la excarcelación de todos ellos.
2. Los vascos nunca han sido españoles.
Vasconia y Navarra (ésta segunda muchos años en la órbita de dinastías francesas durante la Edad Media) han realizado una importante aportación humana e intelectual a la empresa española: ilustres militares, escritores y pensadores, altos funcionarios, descubridores y navegantes, santos y jerarcas de la Iglesia católica. Su mera relación nominal sería interminable. Pero pensemos en nombres como Unamuno, Pío Baroja, Francisco de Vitoria, San Ignacio de Loyola, Elcano, Zuloaga, Legazpi, Ramiro de Maeztu, Oquendo, Churruca, López de Ayala, Alonso de Ercilla, Samaniego, Antonio de Trueba, etc.
Es más y “a sensu contrario”: jamás ha existido un Estado vasco, si exceptuamos el efímero experimento -“in extremis”- al inicio de la guerra civil española, que agrupó solamente a las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya (Navarra y Alava se decantaron mayoritariamente por la causa nacional) en un contexto de total colapso y derrumbe del régimen republicano.
3. Euskadi = Irlanda.
Irlanda, cuando fué invadida por los ingleses (en el siglo XI, aunque hasta el siglo XVI no se consolidó la dominación inglesa) ya reunía una serie de características que la diferenciaban de Inglaterra: unidad geográfica, conciencia nacional, unidad religiosa, cierta estructura de poder territorial. Por el contrario Euskadi, como tal, nunca ha existido hasta nuestros días, siendo un ente teórico imaginado por los hermanos Arana a finales del siglo XIX.
Nunca ha existido en el País Vasco y Navarra, al contrario que en Irlanda, un conflicto religioso: sus pobladores han sido mayoritariamente católicos, incluso en mayor intensidad que el resto de la nación española.
Jamás se ha desarrollado en el País Vasco y Navarra una política que buscara el sometimiento de las poblaciones autóctonas de la mano de unos pretendidos “ocupantes” españoles junto, a la pérdida añadida, de un expolio material: nunca ha existido un régimen colonial.
Los ingleses, al aplicar inicialmente el estatuto de colonia a Irlanda, establecieron la práctica de las “plantaciones”, consistente en la expropiación de las tierras de los originarios señores terratenientes, para que el Rey inglés distribuyera esas tierras según su criterio, en beneficio de los ocupantes y en detrimento de los propietarios católicos, que terminaron siéndolo a nivel minifundista. Un episodio histórico como el de la “hambruna de la patata”, de mediados del siglo XIX, que supuso la muerte de la cuarta parte de la población de la isla, no se ha producido en España. Esa dramática circunstancia histórica, en buena parte consecuencia de la injusta distribución de la propiedad de la tierra y de viciadas prácticas comerciales, era inimaginable en el País Vasco. Nunca se aplicó práctica análoga a la de las plantaciones. Al contrario, la propiedad de la tierra continuó en manos de los autóctonos, conservándose todo el derecho privado y un régimen de transmisiones patrimoniales específico, que permitió que todo el País Vasco estuviera jalonado de medianas propiedades, sin apenas minifundio y escaso latifundio.
Tampoco se ha llegado a “exportar” población foránea con el cálculo de controlar a los autóctonos y de expoliar a vascos y navarros. Al contrario, muchos hijos de emigrantes, en las últimas décadas, se han entregado en “cuerpo y alma” a la causa de la “liberación nacional de Euskadi” desde la trinchera terrorista y del nacionalismo más radical; lo que desmiente la existencia de un conflicto “étnico” y afirma una problemática en cuyo origen figura la ideología nacionalista y un indudable voluntarismo político como motores últimos.
4. Navarra es la madre de Euskadi.
El Reyno de Navarra ha vivido dispares ámbitos territoriales: desde la afirmación de supervivencia plasmada en el reino de Pamplona-Nájera, motor a su vez de la reconquista cristiana desde los Pirineos, a ser el mayor reino cristiano de la península ibérica (con Sancho III el Mayor), pasando a constituir un pequeño territorio de poco más de 10.000 kilómetros cuadrados volcado hacia Francia durante parte de la Edad Media (de la mano de las dinastías francesas de Evreux, Champaña, Foix y Albret).
En ningún momento de su historia ha agrupado población exclusivamente vasca. Francos, judíos, musulmanes, castellanos, aragoneses: todos ellos han proporcionado una particular fisonomía humana a este territorio. Así, uno de los más ilustres y conocidos navarros fue el judío ribero Benjamín de Tudela, importantísimo viajero medieval.
Por otra parte, en la actualidad, los navarros de forma mayoritaria y elección tras elección, se han decantado por un proyecto político autónomo dentro de la nación española y en continuidad con el marco histórico del “Fuero”; al igual que sus antepasados durante cinco siglos. Los navarros empeñados en integrar a su tierra en Euskadi nunca han superado el 30% del total de votos emitidos, tratándose de un electorado estancado porcentualmente, pese a la agresividad de sus múltiples manifestaciones y campañas en los diversos ámbitos sociales, culturales y políticos.
El primero en el tiempo, y principal partido político nacionalista, el Partido Nacionalista Vasco (EAJ-PNV), era confesional católico sin lugar a dudas. Su primer lema era “Jaungoikoa et Legizarra” (Dios y Leyes viejas, fueros) y en las elecciones republicanas de 1936 su estrategia electoral se basó en gran parte en la defensa de la religión católica. Ya en la Segunda República había surgido, como escisión del anterior, una pequeña agrupación política que aspiraba a un nacionalismo aconfesional, moderno, más orientado hacia las corrientes socializantes de Europa: Acción Nacionalista Vasca (ANV), cuyos continuadores forman parte actualmente de Herri Batasuna, la expresión política del “Movimiento Nacional de Liberación Vasco” (MNLV) impulsado por la organización terrorista ETA.
El PNV, en la actualidad, ha desdibujado sus originarias señas de identidad, al igual que tantos otros partidos del área demócrata cristiana. Pese a su condición de “socio fundador”, ha sido expulsado el día 10 de octubre de 2000 de la Internacional Demócrata Cristiana, por sus extrañas relaciones con la gran fuerza nacionalista vasca que impulsa el terrorismo, el MNLV organizado por ETA; a iniciativa del Partido Popular español.
Desde sus inicios, en el conjunto del MNLV, se ha producido un progresivo distanciamiento respecto de todo lo que significa la Iglesia católica. Apenas hay católicos en el MNLV y, los que lo son, están en general vinculados a las llamadas “Comunidades Cristianas Populares” y a la “Iglesia popular”. La mayoría “pagana”, por definirla de alguna manera, no sólo no se reconoce en las creencias de sus padres y abuelos sino que, de forma explícita, ha desarrollado una fuerte crítica a la Iglesia católica, calificada en algunos de sus medios como “religión extranjera”. En esa fractura se ha llegado, incluso, a pretender con múltiples fórmulas, a un reencuentro con el mundo pagano precristiano de los primitivos vascos, inventando rituales laicos en esa línea. Si bien el nacionalismo constituye la columna vertebral de esta fuerza emergente que aspira al liderazgo y control del conjunto del nacionalismo vasco, otros ingredientes ideológicos la han alimentado: marxismo crítico, “liberación” de la mujer, ecologismo en clave política, lucha contra los modelos familiares tradicionales, anticolonialismo, diversas corrientes contraculturales (“rock radikal”, movimiento “okupa”, etc.).
Si algunos representantes cualificados de la Iglesia católica, todavía, han sido interlocutores en determinadas circunstancias recientes, ha sido así, no tanto por el peso real de la Iglesia en el conjunto de la sociedad vasca, mermado y claramente decreciente, sino por su parentesco personal concreto con miembros destacados del MNLV.
El apartado anterior ya desmiente, en buena medida, la anterior afirmación desde una perspectiva meramente doctrinaria. Valoremos ahora la situación real desde la realidad de los hechos.
Cuando el PNV optó por la vía “autonomista”, durante la llamada “transición” española hacia la democracia, podía afirmarse que, al menos entonces, el PNV era un partido moderado. En la actualidad todo el nacionalismo vasco puede ser calificado de radical al optar, de forma clara, por la secesión y la independencia a corto o medio plazo de todos los territorios vascos, actualmente integrados en estructuras supranacionales extranjeras (España y Francia), sin descartar ningún medio, incluido el terrorismo. Todos los partidos nacionalistas comparten los fines (la independencia), aunque discrepan en el empleo de los medios; pues el PNV no practica el terrorismo, aunque sea consciente, tal como ha declarado su Presidente recientemente, que la autodeterminación es el precio político de la paz. Para el MNLV, la violencia de ETA es el motor fundamental de la “construcción nacional vasca”, estrategia a la que intenta arrastrar al PNV y su escisión EA; lo que en buena medida está consiguiendo. Aquí radica otra de las diferencias con el conflicto irlandés: allí los moderados han acercado a las vías parlamentarias y políticas a los violentos y radicales (el SDLP ha incorporado a la vida pública al Sinn Fein). En el País Vasco, por el contrario, los radicales del MNLV han arrastrado al PNV y EA hacia una estrategia de confrontación y ruptura.
Esta afirmación ya sólo se asume en ambientes radicales de izquierda y nacionalistas, al menos en sus expresiones más crudas. Pero algunos reflejos de este planteamiento asoman en medios académicos, políticos y mediáticos más abiertos. El Estado español es una democracia de corte occidental, plenamente integrado en las estructuras supranacionales del reducido “club” de naciones europeas y liberales, con el grado de descentralización más alto de Europa. Ninguna otra región europea, perteneciente a un Estado nacional de ese reducido “club”, goza del nivel de competencias, de todo tipo, que disfruta en la actualidad la Comunidad Autónoma Vasca y la propia Navarra. Esa crítica radical no se sostiene desde un estudio comparativo serio de la práctica de los regímenes políticos contemporáneos.
Si somos fieles a la historia, el euskera no es el único idioma vasco. El castellano, en sus primeras manifestaciones escritas aparecidas en el territorio vecino de La Rioja, lo hace junto a los párrafos más antiguos escritos que se han encontrado del euskera. Así, el monje autor de las primeras “glosas” en castellano, también fue autor de los primeros escritos en euskera recuperados, pues al no dominar el latín necesitaba traducirlo a los idiomas que conocía: el romance castellano y el euskera. En ese sentido, los historiadores nos aseguran que las primeras manifestaciones del castellano se generaron también en Alava, además de en los territorios castellanos.
En la actualidad el euskera, potenciado desde las administraciones e impuesto en el conjunto del sistema educativo, es el “batua” (unido), producto de una unificación de los dialectos euskéricos hablados en los diversos territorios en que sobrevivía a finales del siglo XIX, con la introducción de numerosísimos neologismos, en un intento de actualizar un idioma fragmentado que permanecía poco abierto a los cambios del mundo moderno.
El intento, propiciado desde la Administración vasca y en parte secundado por algunos sectores de la misma Administración navarra, de imponer un idioma por encima de otro, privilegiando al euskera frente al castellano, es una manifestación más de la batalla cultural planteada cuyo sentido último es “hacer patria, hacer Euskadi”. No se trata, por lo tanto, de evitar la desaparición de un idioma antiquísimo, sino de imponer un modelo cultural monolítico en el que el castellano adquiera, progresivamente, rango de idioma marginal.
En los inicios de la transición española hacia la democracia, todos los presos de ETA, en sus diversas ramas, fueron excarcelados gracias a una amnistía general. De forma simultánea se implantaba una organización territorial que anticipaba el régimen autonómico actual. Ello no supuso el fin de la “lucha armada”, sino que fue ocasión para la ofensiva más virulenta en la historia de la organización, ocasionando un elevado número de víctimas mortales por año entre sus presuntos adversarios: policías, guardias civiles, militantes o simpatizantes de partidos no nacionalistas, antiguos colaboradores del desaparecido régimen, empresarios, militares, incluso niños en atentados indiscriminados.
Por ello, en la actualidad, permanecen en las prisiones españolas unos 500 miembros de ETA, disfrutando de un régimen de vida que no corresponde, en la práctica, al nominalmente impuesto, al alcanzar un “modus vivendi” beneficioso para sus intereses personales -mediante “negociaciones” seguidas con los directivos de diversas prisiones españolas- gracias al temor que inspira su organización.
En España, en definitiva, no existen presos por delitos de opinión. Los presos de ETA lo están por delitos tales como asesinato, tenencia de explosivos, estragos, pertenencia y colaboración con banda armada, encubrimiento, labores de información o aprovisionamiento, etc.
Todos los días se producen manifestaciones de apoyo a la independencia y a la propia organización terrorista ETA, sin que ello implique persecución con ingreso en prisión. El actual marco constitucional facilita que todas esas opiniones, contrarias al mantenimiento de la propia Constitución en vigor, se puedan manifestar libremente en cualquier medio de comunicación o ámbito social, salvo que implique un ejercicio directo de violencia física o material.
Equiparar la condición jurídica y moral de los presos de ETA con los presos por opinión de otras latitudes del mundo, constituye una de las mayores mentiras puestas en circulación por el entorno y entramado de ETA, habiendo alcanzado un indudable éxito propagandístico de ámbito internacional.
El régimen económico de concierto, aludido en el punto primero de este artículo, ha aportado indudables beneficios materiales a los vascos, merced a unos mecanismos consistentes, buena parte de ellos, en peculiaridades fiscales que han permitido un despegue económico, basado en la explotación de los recursos naturales (minería) y la industrialización, en mayor medida que el resto de España. Para ello, el Estado español ha realizado enormes inversiones en infraestructuras (puertos, la carretera N1, principal vía de transporte y comercio con Europa y resto de la península, autopistas, aeropuertos, etc.). Este desarrollo económico ha permitido que mucha mano de obra, procedente de regiones deprimidas del interior de la península, se haya trasladado a las localidades próximas a las grandes industrias y astilleros del País Vasco, a la vez que una importante oligarquía autóctona (una parte de ella, de ideología nacionalista) se desarrollaba, permitiendo que las reinversiones de capital se realizaran en su propia tierra.
Llegada la crisis industrial, minera y naval de los años 70 y 80, la reconversión de esas áreas en recesión supuso la inversión de miles de millones desde el Banco de Crédito Industrial y demás organismos públicos encargados de la operación, evitando con ello una temida crisis social que no llegó a producirse. En definitiva, la asociación de los vascos con el resto de España ha generado indudables beneficios para ambas partes, sin que en ningún momento de la historia se haya planteado una estrategia de expolio económico que perjudicara a los naturales. Ya hemos visto, por otra parte, que el País vasco nunca fue colonia de una potencia extranjera (tipo Irlanda, o Argelia de mano de Francia).
Todo ello nos indica que, a nivel económico, el País Vasco ha formado parte de una España que ha contado con su peculiar régimen jurídico propio que, para algunos, suponía ventajas de partida en detrimento de otras regiones españolas.
Esa afirmación depende del modelo político y económico que prevaleciera en el futuro, de consumarse la secesión. No hay ninguna garantía de que, caso de una hipotética independencia, los sectores radicales de ETA se conformaran con un modelo de “democracia burguesa”, más cuando en esta lucha los mayores sacrificios personales han sido aportados por sus militantes, imbuidos de una ideología radical también en lo que a presupuestos económicos y sociales respecta. Las dudas sobre el modelo político generarían una indudable incertidumbre sobre la inserción europea e internacional de una hipotética república vasca, más cuando España y Francia vetarían su presencia en múltiples foros, sobre todo en el caso de una ruptura traumática, lo que no puede descartarse.
La incidencia en los aspectos raciales y étnicos de la identidad vasca, periódicamente alegados como argumento para la construcción nacional desde el PNV (especialmente por parte de su Presidente Arzallus), no proporciona, precisamente, confianza en un proyecto de imprevisibles consecuencias. Si la condición de ciudadano vasco se somete al tamiz de la pureza racial o ideológica, ello podría acarrear dramáticas consecuencias concretadas en desplazamientos de población, abandono de empresarios, pérdida de capital e inversiones, etc. Todo ello sería observado con extrema atención desde las instancias unitarias europeas.
Esas dudas sobre la viabilidad de una independencia vasca se acrecientan con la dependencia energética y en recursos básicos (agua, entre otros) del País Vasco con el resto de España; lo que proporciona más sombras que luces a este proyecto.
El nacionalismo vasco, en su conjunto, viene desarrollando una ofensiva desde múltiples frentes, incluido el de la de imagen y propaganda, también a nivel internacional desde hace muchos años. Por el contrario, desde los medios gubernamentales españoles, ya con UCD, PSOE o PP en el Gobierno de Madrid, poco se ha hecho para contrarrestar tales campañas. Se ha avanzado algo en los últimos años, lo que ha permitido un posicionamiento claro de Francia en lo que a cooperación policial y judicial se refiere. Pero aquí se evidencia un hecho: al voluntarismo de la omnipresente militancia nacionalista vasca, apenas se oponen tímidos movimientos opositores, duramente discriminados y golpeados. En este sentido, el Foro de Ermua, Foro El Salvador, los colectivos de víctimas del terrorismo y algún otro grupo, como el Movimiento contra la Intolerancia, constituyen la estructuración progresiva de un frente cívico - cultural de resistencia ante la presión nacionalista. Esa resistencia es más visible en las grandes ciudades, mientras que en las localidades medianas y, no digamos ya en los pequeños núcleos rurales, el aparente predominio nacionalista es absoluto, no produciéndose, apenas, manifestaciones contrarias, viviendo los escasos militantes de los partidos constitucionalistas en un estado de clandestinidad.
En el País Vasco y algunas zonas de Navarra, al igual que se decía respecto de la Edad Media, “el aire que se respira en las ciudades huele a libertad”.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 39, noviembre de 2000
Introducción.
La polémica desatada por Hebe de Bonafini, Presidenta de la asociación argentina “Madres de la Plaza de Mayo”, a causa de algunos de sus juicios de valor, emitidos con notable ligereza, respecto a la situación de los presos de la banda terrorista ETA, acusando al Gobierno español de “torturas, violaciones y ejecuciones”, ha puesto sobre el tapete la persistencia en algunos ámbitos internacionales de una serie de falsos tópicos. Tales, han alcanzado en esos medios, a fuerza de repetirse, carácter de verdad incuestionable.
Los falsos tópicos más comunes.
En este breve artículo vamos a ver algunos de esos falsos tópicos con el objetivo de situar, en su contexto real, la violencia sufrida en el País Vasco y en el resto de España, a la que se superpone una estrategia secesionista de indudable trascendencia, desarrollada por todas las fuerzas nacionalistas vascas.
1. ETA es la expresión más radical de la lucha de los vascos por recuperar sus libertades perdidas.
Históricamente no puede sostenerse la anterior afirmación. Al contrario, el País Vasco y Navarra son dos de los territorios que, pese a diversas vicisitudes históricas, han mantenido, en el conjunto de España, mayores niveles de derecho público y privado propios, así como un régimen económico particular –el concierto- que ha permitido un desarrollo económico superior a la media española. Y ello ha sido así no sólo en los últimos 25 años de democracia, sino también en épocas anteriores, consolidándose ese desarrollo económico ya en el franquismo.
Por otra parte, el hecho de que hayan transcurrido 25 años desde la muerte de Francisco Franco, desmiente que se trate de un puñado de guerrilleros románticos levantados contra la dictadura franquista, desaparecida ya hace dos décadas y media. El tiempo impone, así, sus razones. Y más cuando, en su día, todos los presos de las distintas organizaciones armadas se vieron favorecidos por una amnistía que supuso la excarcelación de todos ellos.
2. Los vascos nunca han sido españoles.
Vasconia y Navarra (ésta segunda muchos años en la órbita de dinastías francesas durante la Edad Media) han realizado una importante aportación humana e intelectual a la empresa española: ilustres militares, escritores y pensadores, altos funcionarios, descubridores y navegantes, santos y jerarcas de la Iglesia católica. Su mera relación nominal sería interminable. Pero pensemos en nombres como Unamuno, Pío Baroja, Francisco de Vitoria, San Ignacio de Loyola, Elcano, Zuloaga, Legazpi, Ramiro de Maeztu, Oquendo, Churruca, López de Ayala, Alonso de Ercilla, Samaniego, Antonio de Trueba, etc.
Es más y “a sensu contrario”: jamás ha existido un Estado vasco, si exceptuamos el efímero experimento -“in extremis”- al inicio de la guerra civil española, que agrupó solamente a las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya (Navarra y Alava se decantaron mayoritariamente por la causa nacional) en un contexto de total colapso y derrumbe del régimen republicano.
3. Euskadi = Irlanda.
Irlanda, cuando fué invadida por los ingleses (en el siglo XI, aunque hasta el siglo XVI no se consolidó la dominación inglesa) ya reunía una serie de características que la diferenciaban de Inglaterra: unidad geográfica, conciencia nacional, unidad religiosa, cierta estructura de poder territorial. Por el contrario Euskadi, como tal, nunca ha existido hasta nuestros días, siendo un ente teórico imaginado por los hermanos Arana a finales del siglo XIX.
Nunca ha existido en el País Vasco y Navarra, al contrario que en Irlanda, un conflicto religioso: sus pobladores han sido mayoritariamente católicos, incluso en mayor intensidad que el resto de la nación española.
Jamás se ha desarrollado en el País Vasco y Navarra una política que buscara el sometimiento de las poblaciones autóctonas de la mano de unos pretendidos “ocupantes” españoles junto, a la pérdida añadida, de un expolio material: nunca ha existido un régimen colonial.
Los ingleses, al aplicar inicialmente el estatuto de colonia a Irlanda, establecieron la práctica de las “plantaciones”, consistente en la expropiación de las tierras de los originarios señores terratenientes, para que el Rey inglés distribuyera esas tierras según su criterio, en beneficio de los ocupantes y en detrimento de los propietarios católicos, que terminaron siéndolo a nivel minifundista. Un episodio histórico como el de la “hambruna de la patata”, de mediados del siglo XIX, que supuso la muerte de la cuarta parte de la población de la isla, no se ha producido en España. Esa dramática circunstancia histórica, en buena parte consecuencia de la injusta distribución de la propiedad de la tierra y de viciadas prácticas comerciales, era inimaginable en el País Vasco. Nunca se aplicó práctica análoga a la de las plantaciones. Al contrario, la propiedad de la tierra continuó en manos de los autóctonos, conservándose todo el derecho privado y un régimen de transmisiones patrimoniales específico, que permitió que todo el País Vasco estuviera jalonado de medianas propiedades, sin apenas minifundio y escaso latifundio.
Tampoco se ha llegado a “exportar” población foránea con el cálculo de controlar a los autóctonos y de expoliar a vascos y navarros. Al contrario, muchos hijos de emigrantes, en las últimas décadas, se han entregado en “cuerpo y alma” a la causa de la “liberación nacional de Euskadi” desde la trinchera terrorista y del nacionalismo más radical; lo que desmiente la existencia de un conflicto “étnico” y afirma una problemática en cuyo origen figura la ideología nacionalista y un indudable voluntarismo político como motores últimos.
4. Navarra es la madre de Euskadi.
El Reyno de Navarra ha vivido dispares ámbitos territoriales: desde la afirmación de supervivencia plasmada en el reino de Pamplona-Nájera, motor a su vez de la reconquista cristiana desde los Pirineos, a ser el mayor reino cristiano de la península ibérica (con Sancho III el Mayor), pasando a constituir un pequeño territorio de poco más de 10.000 kilómetros cuadrados volcado hacia Francia durante parte de la Edad Media (de la mano de las dinastías francesas de Evreux, Champaña, Foix y Albret).
En ningún momento de su historia ha agrupado población exclusivamente vasca. Francos, judíos, musulmanes, castellanos, aragoneses: todos ellos han proporcionado una particular fisonomía humana a este territorio. Así, uno de los más ilustres y conocidos navarros fue el judío ribero Benjamín de Tudela, importantísimo viajero medieval.
Por otra parte, en la actualidad, los navarros de forma mayoritaria y elección tras elección, se han decantado por un proyecto político autónomo dentro de la nación española y en continuidad con el marco histórico del “Fuero”; al igual que sus antepasados durante cinco siglos. Los navarros empeñados en integrar a su tierra en Euskadi nunca han superado el 30% del total de votos emitidos, tratándose de un electorado estancado porcentualmente, pese a la agresividad de sus múltiples manifestaciones y campañas en los diversos ámbitos sociales, culturales y políticos.
5. El nacionalismo vasco es católico.
El primero en el tiempo, y principal partido político nacionalista, el Partido Nacionalista Vasco (EAJ-PNV), era confesional católico sin lugar a dudas. Su primer lema era “Jaungoikoa et Legizarra” (Dios y Leyes viejas, fueros) y en las elecciones republicanas de 1936 su estrategia electoral se basó en gran parte en la defensa de la religión católica. Ya en la Segunda República había surgido, como escisión del anterior, una pequeña agrupación política que aspiraba a un nacionalismo aconfesional, moderno, más orientado hacia las corrientes socializantes de Europa: Acción Nacionalista Vasca (ANV), cuyos continuadores forman parte actualmente de Herri Batasuna, la expresión política del “Movimiento Nacional de Liberación Vasco” (MNLV) impulsado por la organización terrorista ETA.
El PNV, en la actualidad, ha desdibujado sus originarias señas de identidad, al igual que tantos otros partidos del área demócrata cristiana. Pese a su condición de “socio fundador”, ha sido expulsado el día 10 de octubre de 2000 de la Internacional Demócrata Cristiana, por sus extrañas relaciones con la gran fuerza nacionalista vasca que impulsa el terrorismo, el MNLV organizado por ETA; a iniciativa del Partido Popular español.
Desde sus inicios, en el conjunto del MNLV, se ha producido un progresivo distanciamiento respecto de todo lo que significa la Iglesia católica. Apenas hay católicos en el MNLV y, los que lo son, están en general vinculados a las llamadas “Comunidades Cristianas Populares” y a la “Iglesia popular”. La mayoría “pagana”, por definirla de alguna manera, no sólo no se reconoce en las creencias de sus padres y abuelos sino que, de forma explícita, ha desarrollado una fuerte crítica a la Iglesia católica, calificada en algunos de sus medios como “religión extranjera”. En esa fractura se ha llegado, incluso, a pretender con múltiples fórmulas, a un reencuentro con el mundo pagano precristiano de los primitivos vascos, inventando rituales laicos en esa línea. Si bien el nacionalismo constituye la columna vertebral de esta fuerza emergente que aspira al liderazgo y control del conjunto del nacionalismo vasco, otros ingredientes ideológicos la han alimentado: marxismo crítico, “liberación” de la mujer, ecologismo en clave política, lucha contra los modelos familiares tradicionales, anticolonialismo, diversas corrientes contraculturales (“rock radikal”, movimiento “okupa”, etc.).
Si algunos representantes cualificados de la Iglesia católica, todavía, han sido interlocutores en determinadas circunstancias recientes, ha sido así, no tanto por el peso real de la Iglesia en el conjunto de la sociedad vasca, mermado y claramente decreciente, sino por su parentesco personal concreto con miembros destacados del MNLV.
6. El nacionalismo vasco es moderado.
El apartado anterior ya desmiente, en buena medida, la anterior afirmación desde una perspectiva meramente doctrinaria. Valoremos ahora la situación real desde la realidad de los hechos.
Cuando el PNV optó por la vía “autonomista”, durante la llamada “transición” española hacia la democracia, podía afirmarse que, al menos entonces, el PNV era un partido moderado. En la actualidad todo el nacionalismo vasco puede ser calificado de radical al optar, de forma clara, por la secesión y la independencia a corto o medio plazo de todos los territorios vascos, actualmente integrados en estructuras supranacionales extranjeras (España y Francia), sin descartar ningún medio, incluido el terrorismo. Todos los partidos nacionalistas comparten los fines (la independencia), aunque discrepan en el empleo de los medios; pues el PNV no practica el terrorismo, aunque sea consciente, tal como ha declarado su Presidente recientemente, que la autodeterminación es el precio político de la paz. Para el MNLV, la violencia de ETA es el motor fundamental de la “construcción nacional vasca”, estrategia a la que intenta arrastrar al PNV y su escisión EA; lo que en buena medida está consiguiendo. Aquí radica otra de las diferencias con el conflicto irlandés: allí los moderados han acercado a las vías parlamentarias y políticas a los violentos y radicales (el SDLP ha incorporado a la vida pública al Sinn Fein). En el País Vasco, por el contrario, los radicales del MNLV han arrastrado al PNV y EA hacia una estrategia de confrontación y ruptura.
7. El Estado español, pese a ser formalmente una democracia, es un estado autoritario y centralista que intenta ahogar al pueblo vasco.
Esta afirmación ya sólo se asume en ambientes radicales de izquierda y nacionalistas, al menos en sus expresiones más crudas. Pero algunos reflejos de este planteamiento asoman en medios académicos, políticos y mediáticos más abiertos. El Estado español es una democracia de corte occidental, plenamente integrado en las estructuras supranacionales del reducido “club” de naciones europeas y liberales, con el grado de descentralización más alto de Europa. Ninguna otra región europea, perteneciente a un Estado nacional de ese reducido “club”, goza del nivel de competencias, de todo tipo, que disfruta en la actualidad la Comunidad Autónoma Vasca y la propia Navarra. Esa crítica radical no se sostiene desde un estudio comparativo serio de la práctica de los regímenes políticos contemporáneos.
8. El euskera es el idioma de los vascos.
Si somos fieles a la historia, el euskera no es el único idioma vasco. El castellano, en sus primeras manifestaciones escritas aparecidas en el territorio vecino de La Rioja, lo hace junto a los párrafos más antiguos escritos que se han encontrado del euskera. Así, el monje autor de las primeras “glosas” en castellano, también fue autor de los primeros escritos en euskera recuperados, pues al no dominar el latín necesitaba traducirlo a los idiomas que conocía: el romance castellano y el euskera. En ese sentido, los historiadores nos aseguran que las primeras manifestaciones del castellano se generaron también en Alava, además de en los territorios castellanos.
En la actualidad el euskera, potenciado desde las administraciones e impuesto en el conjunto del sistema educativo, es el “batua” (unido), producto de una unificación de los dialectos euskéricos hablados en los diversos territorios en que sobrevivía a finales del siglo XIX, con la introducción de numerosísimos neologismos, en un intento de actualizar un idioma fragmentado que permanecía poco abierto a los cambios del mundo moderno.
El intento, propiciado desde la Administración vasca y en parte secundado por algunos sectores de la misma Administración navarra, de imponer un idioma por encima de otro, privilegiando al euskera frente al castellano, es una manifestación más de la batalla cultural planteada cuyo sentido último es “hacer patria, hacer Euskadi”. No se trata, por lo tanto, de evitar la desaparición de un idioma antiquísimo, sino de imponer un modelo cultural monolítico en el que el castellano adquiera, progresivamente, rango de idioma marginal.
9. Los presos de ETA son presos políticos.
En los inicios de la transición española hacia la democracia, todos los presos de ETA, en sus diversas ramas, fueron excarcelados gracias a una amnistía general. De forma simultánea se implantaba una organización territorial que anticipaba el régimen autonómico actual. Ello no supuso el fin de la “lucha armada”, sino que fue ocasión para la ofensiva más virulenta en la historia de la organización, ocasionando un elevado número de víctimas mortales por año entre sus presuntos adversarios: policías, guardias civiles, militantes o simpatizantes de partidos no nacionalistas, antiguos colaboradores del desaparecido régimen, empresarios, militares, incluso niños en atentados indiscriminados.
Por ello, en la actualidad, permanecen en las prisiones españolas unos 500 miembros de ETA, disfrutando de un régimen de vida que no corresponde, en la práctica, al nominalmente impuesto, al alcanzar un “modus vivendi” beneficioso para sus intereses personales -mediante “negociaciones” seguidas con los directivos de diversas prisiones españolas- gracias al temor que inspira su organización.
En España, en definitiva, no existen presos por delitos de opinión. Los presos de ETA lo están por delitos tales como asesinato, tenencia de explosivos, estragos, pertenencia y colaboración con banda armada, encubrimiento, labores de información o aprovisionamiento, etc.
Todos los días se producen manifestaciones de apoyo a la independencia y a la propia organización terrorista ETA, sin que ello implique persecución con ingreso en prisión. El actual marco constitucional facilita que todas esas opiniones, contrarias al mantenimiento de la propia Constitución en vigor, se puedan manifestar libremente en cualquier medio de comunicación o ámbito social, salvo que implique un ejercicio directo de violencia física o material.
Equiparar la condición jurídica y moral de los presos de ETA con los presos por opinión de otras latitudes del mundo, constituye una de las mayores mentiras puestas en circulación por el entorno y entramado de ETA, habiendo alcanzado un indudable éxito propagandístico de ámbito internacional.
10. Euskadi ha sido expoliada económicamente por España.
El régimen económico de concierto, aludido en el punto primero de este artículo, ha aportado indudables beneficios materiales a los vascos, merced a unos mecanismos consistentes, buena parte de ellos, en peculiaridades fiscales que han permitido un despegue económico, basado en la explotación de los recursos naturales (minería) y la industrialización, en mayor medida que el resto de España. Para ello, el Estado español ha realizado enormes inversiones en infraestructuras (puertos, la carretera N1, principal vía de transporte y comercio con Europa y resto de la península, autopistas, aeropuertos, etc.). Este desarrollo económico ha permitido que mucha mano de obra, procedente de regiones deprimidas del interior de la península, se haya trasladado a las localidades próximas a las grandes industrias y astilleros del País Vasco, a la vez que una importante oligarquía autóctona (una parte de ella, de ideología nacionalista) se desarrollaba, permitiendo que las reinversiones de capital se realizaran en su propia tierra.
Llegada la crisis industrial, minera y naval de los años 70 y 80, la reconversión de esas áreas en recesión supuso la inversión de miles de millones desde el Banco de Crédito Industrial y demás organismos públicos encargados de la operación, evitando con ello una temida crisis social que no llegó a producirse. En definitiva, la asociación de los vascos con el resto de España ha generado indudables beneficios para ambas partes, sin que en ningún momento de la historia se haya planteado una estrategia de expolio económico que perjudicara a los naturales. Ya hemos visto, por otra parte, que el País vasco nunca fue colonia de una potencia extranjera (tipo Irlanda, o Argelia de mano de Francia).
Todo ello nos indica que, a nivel económico, el País Vasco ha formado parte de una España que ha contado con su peculiar régimen jurídico propio que, para algunos, suponía ventajas de partida en detrimento de otras regiones españolas.
11. Una Euskadi independiente es garantía de pluralidad e integración europea.
Esa afirmación depende del modelo político y económico que prevaleciera en el futuro, de consumarse la secesión. No hay ninguna garantía de que, caso de una hipotética independencia, los sectores radicales de ETA se conformaran con un modelo de “democracia burguesa”, más cuando en esta lucha los mayores sacrificios personales han sido aportados por sus militantes, imbuidos de una ideología radical también en lo que a presupuestos económicos y sociales respecta. Las dudas sobre el modelo político generarían una indudable incertidumbre sobre la inserción europea e internacional de una hipotética república vasca, más cuando España y Francia vetarían su presencia en múltiples foros, sobre todo en el caso de una ruptura traumática, lo que no puede descartarse.
La incidencia en los aspectos raciales y étnicos de la identidad vasca, periódicamente alegados como argumento para la construcción nacional desde el PNV (especialmente por parte de su Presidente Arzallus), no proporciona, precisamente, confianza en un proyecto de imprevisibles consecuencias. Si la condición de ciudadano vasco se somete al tamiz de la pureza racial o ideológica, ello podría acarrear dramáticas consecuencias concretadas en desplazamientos de población, abandono de empresarios, pérdida de capital e inversiones, etc. Todo ello sería observado con extrema atención desde las instancias unitarias europeas.
Esas dudas sobre la viabilidad de una independencia vasca se acrecientan con la dependencia energética y en recursos básicos (agua, entre otros) del País Vasco con el resto de España; lo que proporciona más sombras que luces a este proyecto.
Conclusiones.
El nacionalismo vasco, en su conjunto, viene desarrollando una ofensiva desde múltiples frentes, incluido el de la de imagen y propaganda, también a nivel internacional desde hace muchos años. Por el contrario, desde los medios gubernamentales españoles, ya con UCD, PSOE o PP en el Gobierno de Madrid, poco se ha hecho para contrarrestar tales campañas. Se ha avanzado algo en los últimos años, lo que ha permitido un posicionamiento claro de Francia en lo que a cooperación policial y judicial se refiere. Pero aquí se evidencia un hecho: al voluntarismo de la omnipresente militancia nacionalista vasca, apenas se oponen tímidos movimientos opositores, duramente discriminados y golpeados. En este sentido, el Foro de Ermua, Foro El Salvador, los colectivos de víctimas del terrorismo y algún otro grupo, como el Movimiento contra la Intolerancia, constituyen la estructuración progresiva de un frente cívico - cultural de resistencia ante la presión nacionalista. Esa resistencia es más visible en las grandes ciudades, mientras que en las localidades medianas y, no digamos ya en los pequeños núcleos rurales, el aparente predominio nacionalista es absoluto, no produciéndose, apenas, manifestaciones contrarias, viviendo los escasos militantes de los partidos constitucionalistas en un estado de clandestinidad.
En el País Vasco y algunas zonas de Navarra, al igual que se decía respecto de la Edad Media, “el aire que se respira en las ciudades huele a libertad”.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 39, noviembre de 2000
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