Probable fin de otro ciclo en Lakua
Según algunos cálculos, hechos al modo del cuento de la lechera, el Parlamento salido de las elecciones autonómicas de hace un año debía ser el de la mayoría absoluta del tripartito PNV-EA-EB. Con la izquierda abertzale proscrita, Juan José Ibarretxe aspiraba a rentabilizar para la coalición que lideraba su discurso ante el Congreso de los Diputados, en defensa del Nuevo Estatuto Político para la CAV, que emocionó a muchísimos abertzales. Lo cierto es que incluso con la izquierda abertzale ilegalizada el sueño de la mayoría absoluta era difícilmente alcanzable y no resultaba imprevisible que PSE y PP sumaran más escaños que el tripartito. Por eso, el primer diseño de campaña que hizo el PNV fue de carácter plebiscitario, con una pequeña dosis de agitación de fantasmas: «Estoy absolutamente convencido declaró el lehendakari a GARA que si el PSEy el PP tiene un voto más, un escaño más que la coalición PNV-EA, no habrá proceso negociador ni consulta democrática en la próxima legislatura».
Ibarretxe, elegido gracias a dos votos de Ezker Abertzalea
Tras el episodio de los empates que se habían producido en la elección para la Presidencia el Parlamento, cuando el 22 de junio se convocó el Pleno de elección del lehendakari no faltaron las voces que auguraban otra serie de empates que conduciría a la convocatoria de nuevas elecciones. Mucho discurso apocalíptico y poco análisis político.
Atutxa, sacrificado por el PNV para seguir manteniendo la Presidencia
El 26 de abril, a los pocos días de celebradas las elecciones, EHAK transmitió discretamente a Juan José Ibarretxe que defendían que el PNV tuviera la Presidencia del Parlamento, por ser la lista más votada, pero que no apoyarían a Juan María Atutxa para ese puesto. Desde ese día, el PNV disponía de la información y el tiempo necesario para buscar una solución, pero quizá toda- vía no había asimilado debidamente los resultados electorales. Así que cuando el 16 de mayo se convocó el pleno para la constitución de los órganos del Parlamento, los jeltzales insistieron en presentar a Atutxa, un candidato que no podía ganar. Obtuvo los 33 votos de PNV, EA, EB y Aralar. Tantos como Miguel Buen, que sumó los de su partido, el PSE, y los del PP. EHAK votó en blanco.
Pero cuando la campaña estaba a punto de comenzar, surgió un elemento nuevo. Estaba cantado que las candidaturas de Batasuna iban a ir directamente a la papelera de la Junta Electoral. Entraba dentro de lo previsible que el Gobierno del PSOE, la Fiscalía, el Tribunal Supremo y el Constitucional cercenaran el derecho de sufragio de miles y miles de ciudadanas y ciudadanos agrupados en torno a Aukera Guztiak. Sin embargo, como se escribió en aquellos días, en Euskal Herria la realidad no siempre discurre por los cauces previstos. Porque, de pronto, de la chistera de la imaginación, de la necesidad de prever toda las posibilidades, surge un partido que nadie conoce, que carece de sedes públicas, que ha tenido que confeccionar sus listas con muchos independientes ante la escasez de su propia militancia y las condiciones represivas que se preveían, y obtiene nueve escaños que rompen todos los planes.
Se rompieron los cantaros
Un análisis de los discursos del tripartito durante el proceso de precampaña y campaña en torno a la concurrencia de Euskal Herrialdeetako Alderdi Komunista daría para una tesis sobre la defensa de los principios democráticos y de los derechos civiles y políticos sometidos a la teoría de la relatividad. Mientras pareció evidente que ninguna candidatura de la izquierda abertzale podría estar presente en los comicios, los portavoces del tripartito y los analistas de su órbita se mostraban radicales en la defensa de su derecho a participar. Cuando se vio que finalmente, gracias a EHAK, la izquierda abertzale tendría voz y voto, el discurso viró hacia el peligro que eso suponía para la mayoría absoluta que parecía que el tripartito ya daba por ganada sin ni siquiera pasar por las urnas, y se empezó a hablar de una mano negra del PSOE para sabotear los planes de Ibarretxe.
Aunque con la participación de EHAKla lechera del tripartito ya no contaba con poder obtener la mayoría absoluta, sí que tenía entre sus cálculos obtener más escaños que PSEy PP para poder gobernar así con una mayor tranquilidad, sin depender de la izquierda abertzale. Sin embargo, con las encuestas que comenzaron a hacerse públicas al cierre de las urnas, el cántaro empezó a resquebrajarse, y sobre las 22.00, con los datos oficiales ya en la mano, toda la leche estaba ya derramada por el suelo del edificio de la Azucarera de Gasteiz, donde el PNV tenía previsto celebrar una fiesta de recuento que no fue tal.
Allí las únicas sonrisas que se observaban eran las que se forzaban ante la aparición de alguna cámara. No había nada que celebrar. La coalición PNV-EA, que el 13 de mayo de 2001 había convertido en feliz consigna el «diga 33», perdía cuatro escaños y se quedaba en 29. Por cierto, los cuatro escaños perdidos correspondían al PNV, mientras que EA mantenía sus siete.
Quienes en esta ocasión sumaban 33 escaños eran PSEy PP. Y aunque en la campaña quedaron claras sus diferencias, nadie dudaba de que María San Gil daría su apoyo a Patxi López para intentar llegar a Ajuria Enea.
¿Con quién podía contar la coalición PNV-EA? En primer lugar, con sus socios de gobierno, EB. Pero, pese a la incomprensible sonrisa de Javier Madrazo en la noche electoral, esta formación no había sido capaz de rentabilizar su presencia en el Ejecutivo. Perdió votos y se quedó con los tres parlamentarios que tenía, muy lejos de los cinco a los que aspiraba para poder formar grupo propio. Tendría que seguir compartiendo el Grupo Mixto. En esta ocasión, en lugar de con Enriqueta Benito, de UA, lo haría con Aintzane Ezenarro, de Aralar. El partido que lidera Patxi Zabaleta logró su escaño en Gipuzkoa. Con un total de 28.180 votos en el conjunto de la CAV, quedaba también roto el cántaro de otra lechera, la que bajando por las faldas de Aralar pretendía constituirse en alternativa electoral para la izquierda abertzale.
Los tres escaños de EB y el único de Aralar permitían a PNV-EA empatar con la suma de PSE y PP, pero nada más. Los nueve representantes de EHAK se convertían en la llave del nuevo Parlamento.
Cambio de objetivo en el PNV
El PNV arrancó su campaña al día siguiente de que el Congreso de los Diputados le diera un portazo al proyecto de nuevo Estatuto Político para la CAV. En lugar de poner en marcha los mecanismos de la consulta, como había anunciado el 26 de setiembre de 2003 ante el Parlamento de Gasteiz, o en lugar de contar para ver cómo afrontar el futuro con todas las fuerzas parlamentarias y sociales que habían dado su apoyo crítico o no a la propuesta, el lehendakari disolvió el Parlamento y llamó a las urnas. Había que aprovechar el tirón del discurso de Juan José Ibarretxe ante las Cortes españolas y tratar de rentabilizar el malestar que el portazo había generado en las bases abertzales.
Pero, a lo largo de la campaña, la coalición PNV-EA fue variando su discurso, dejando aparcados los conceptos fundamentales del plan que había sido el eje de toda la legislatura anterior y centrándose en el mensaje de acumular fuerzas para negociarlo. Se bajó el tono soberanista y se subió el tecnócrata. Se habló más del PIB y de otros indicadores macroeconómicos que de derecho a decidir. Quizá sea significativo que el PNV no echara mano en toda la campaña del ex presidente del EBB, Xabier Arzalluz, buen movilizador de las bases jeltzales.
El resultado final fue una pérdida de cuatro escaños, de 140.000 votos y del plebiscito que inicialmente había planteado Ibarretxe. Esto no significa que en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa no haya una mayoría social abertzale. De hecho, el 17-A se expresó en las urnas de manera más radical que en anteriores comicios.
El cambio de objetivos que se dibujó en esa campaña del PNV ha sido después la marca de este primer año de legislatura. Los planes soberanistas quedaron aparcados, la figura de Juan José Ibarretxe ha ido disipándose cada vez más en el escenario público y ha sido paulatinamente sustituida por Josu Jon Imaz, con un nuevo discurso sobre la cosoberanía y un indisimulado acercamiento al acuerdo con el PSOE. El anuncio de alto el fuego permanente de ETA ha permitido al EBB sumarse al mensaje de «primero la paz y luego la política», aunque por motivos distintos a los de Zapatero.
Nuevo papel del PSE
La pérdida de fuerza de la coalición PNV-EA no supuso un reforzamiento del espacio electoral de PSE y PP. Pese a que sumaron un escaño más que en 2001, perdieron un 1,1% en el porcentaje de voto. Lo que quedó en evidencia es que la correlación de fuerzas dentro de este bloque funciona como un funicular: lo que sube el PSE lo baja el PP y viceversa.
Era evidente que la victoria de Rodríguez Zapatero el 14 de marzo de 2004 tendría también su reflejo en las autonómicas. El PSE, con 18 escaños, se convirtió en la segunda fuerza del Parlamento. Eso sirvió para reforzar la posición de Patxi López y de quienes dentro del partido estaban haciendo un callado y arriesgado esfuerzo para tratar de encauzar la resolución del conflicto. Y, al mismo tiempo, permitió al PSE hacer un cambio de discurso, donde el enfrentamiento ideológico con el Gobierno de Lakua no le impide llegar a acuerdos en cuestiones sustanciales como los presupuestos o leyes importantes. El PSE se presenta ante la ciudadanía como un partido pragmático, que contribuye a la resolución de los problemas, que lo mismo pacta con el PNV que con el PP, como quedó claro en Araba.
Dudas sobre la coalición
A las alteraciones de correlación de fuerzas y de discursos que se dieron en las elecciones de hace un año hay que sumar ahora el cambio de escenario que se produce con el anuncio de alto el fuego permanente de ETA. En este tiempo, se ha observado también una evidente divergencia en los discursos de PNV y EA. Mientras el primero escapa de hablar de soberanía y de cualquier contacto con la izquierda abertzale, la segunda ha centrado en esos parámetros su actividad política. Será preciso ir comprobando cómo evolucionan sus relaciones, y un primer indicador pueden ser las próximas elecciones municipales y forales, para las que la dirección de EA, por el momento, no parece apostar por reeditar la coalición. Las relaciones con el tercer socio, EB, en el seno del Gobierno tampoco pasan por su mejor momento.
Todos estos datos parecen indicar que ésta puede ser la última legislatura del modelo de gobierno que se inauguró en 1998 en base a la coalición PNV-EA y se consolidó en 2001, gracias a la amenaza de un Mayor Oreja lehendakari y algunos errores de la izquierda abertzale. Lo que hoy aún no se puede predecir es cuál será el nuevo modelo tras las próximas autonómicas.
Ibarretxe, elegido gracias a dos votos de Ezker Abertzalea
Tras el episodio de los empates que se habían producido en la elección para la Presidencia el Parlamento, cuando el 22 de junio se convocó el Pleno de elección del lehendakari no faltaron las voces que auguraban otra serie de empates que conduciría a la convocatoria de nuevas elecciones. Mucho discurso apocalíptico y poco análisis político.
Se enfrentaban Juan José Ibarretxe, candidato del tripartito, y Patxi López, del PSE. A las 16.55 horas, la portavoz de Ezker Abertzalea, Nekane Erauskin, anunció que concedían dos votos a Ibarretxe para «abrir una nueva oportunidad de futuro» y «agrupar fuerzas en favor de la democracia y la paz». El anuncio tranquilizó a los miembros del tripartito, porque esos dos votos, junto a sus 32, garantizaban la elección de su candidato, haciendo incluso innecesario seguir buscando apoyo de Aralar.
Durante la mañana los dos candidatos habían hecho sus largos discursos en los que, pese a que López tenía asegurados 33 votos frente a los 32 de Ibarretxe, se mantuvo la lógica Gobierno-oposición que se había desarrollado durante toda la legislatura anterior. López se centró en la crítica al tripartito, en materia de paz y normalización se mantuvo en las tesis del Pacto de Ajuria Enea y de la reforma estatutaria, y después desarrolló el capítulo de promesas sociales. Ibarretxe, por su parte, siguió en su papel de presentarse como el portavoz de las aspiraciones de la mayoría de la sociedad.
Pasado un año, el balance es que pese a haber sido elegido con dos votos de Ezker Abertzalea y asegurar que su gobierno está abierto a los pactos con todos los grupos, en los grandes temas presupuesto, Ley del Suelo y Ley de Aguas el Ejecutivo de Ibarretxe ha demostrado estar más cerca del PSE que del resto.
Atutxa, sacrificado por el PNV para seguir manteniendo la Presidencia
El 26 de abril, a los pocos días de celebradas las elecciones, EHAK transmitió discretamente a Juan José Ibarretxe que defendían que el PNV tuviera la Presidencia del Parlamento, por ser la lista más votada, pero que no apoyarían a Juan María Atutxa para ese puesto. Desde ese día, el PNV disponía de la información y el tiempo necesario para buscar una solución, pero quizá toda- vía no había asimilado debidamente los resultados electorales. Así que cuando el 16 de mayo se convocó el pleno para la constitución de los órganos del Parlamento, los jeltzales insistieron en presentar a Atutxa, un candidato que no podía ganar. Obtuvo los 33 votos de PNV, EA, EB y Aralar. Tantos como Miguel Buen, que sumó los de su partido, el PSE, y los del PP. EHAK votó en blanco.
El empate a 33 se sucedió en nueve votaciones. El PNV insistió en no cambiar de candidato, aunque los apoyos de EA y EB daban muestras públicas de resquebrajarse.
El 23 de mayo, cuando empezaba a hablarse de movimientos que hicieron temer al PNV que podía perder la Presidencia, Joseba Egibar anunció por sorpresa que la candidata del PNV sería Izaskun Bilbao, quien logró a la primera votación las papeletas necesarias para ascender al cargo. El PNV había tirado la toalla, pero haciendo pagar a EHAK la osadía de no haberse plegado a sus deseos y dejándole fuera de la Mesa.
La retirada de Atutxa fue presentada como una decisión personal y altruista, pero se hizo «coincidiendo con el análisis del EBB».
Gara, 16 de abril de 2006
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