Con Antonio Aguirre
Uno entiende muy bien que a Patxi López no le acaben de hacer una ilusión especial esas alusiones a su persona y a su gestión como dirigente, pero la propia naturaleza singular de la apuesta política que ha hecho le exige moderación en las reacciones contra sus críticos. Y lo que digo de Patxi López es también extensible a todo el PSOE. No se puede hacer alarde de cintura ancha con ETA y al mismo tiempo no mostrar la menor cintura con tus compañeros de penalidades y con los demócratas en general. No se puede pedir a las víctimas que olviden los asesinatos de sus parientes y luego arremeter con saña contra el camarada que te lleva la contraria, contra otro partido democrático como el PP, contra el Foro Ermua, contra la AVT, contra las mismas víctimas a las que se ha pedido ese insultante sacrificio. No se puede exigir que la legalidad constitucional se paralice ante Otegi y sus secuaces para acto seguido servirse de los más rastreros legalismos del partido y cernirse implacable contra tu gente. Yo creo que andar abriendo expedientillos aparateros, montando purgas y amenazando con expulsiones a militantes históricos y a todo el que disiente es la cosa más mediocre y más mezquina, más estalinista, más triste y repugnante que puede hacerse en un colectivo humano en el que se ha compartido persecución y sufrimiento.
Antonio Aguirre ha sufrido la amenaza terrorista desde “los años de plomo” de Txiki Benegas, pero comenzó a caer en desgracia cuando entró en la junta directiva del Foro Ermua. La primera represalia fue apartarle del Comité Nacional del PSE-EE, contra cuyo nombre ya se había manifestado en un escrito formal solicitando su derogación. Antonio Aguirre es socialista, no nacionalista. Y por eso, por socialista le han abierto un expediente unos que imitan al PNV hasta en los “michelines”.
Iñaki Ezkerra
La Razón, 21 de septiembre de 2006
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