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Foro El Salvador

Cuando una sala no es una sala

Cuando una sala no es una sala

Quien no entienda que hoy, en España, una sala de conferencias no es una sala de conferencias, no comprenderá nada de lo que ocurre. La paradoja puede desconcertar, pero para captar su significado no hace falta consultar al monje budista chino que acaba de abrir un blog con notable éxito. Y digo esto, porque los maestros budistas suelen plantear a sus discípulos cuestiones que desafían toda lógica. Pues bien, no hay que aprender chino para resolver el problema. Basta meditar sobre otra paradoja. Y es que bajo el antifranquismo extemporáneo tan en boga desde hace algunos años, han renacido con fuerza y amplitud sin precedentes una serie de rasgos que padecimos en los años finales de la dictadura. Los cuales se pueden resumir en cuatro, relacionados entre sí: represión y censura desde el poder, miedo y cobardía en la sociedad y sobre todo en sus elites. No es casual, sino causal, que la reactivación de aquellos vicios se produzca en el momento de mayor politización de la sociedad española desde 1976, observación que debo a un lúcido testigo de aquella época y de ésta, como es Horacio Vázquez Rial.

El descubrimiento de que una sala de conferencias no es una sala de conferencias se debe a la Diputación de Huesca, que negó el espacio de esa institución financiada con dinero de todos, al Foro El Salvador. Quería este Foro presentar allí un libro, y llevar a Gotzone Mora y a Luis del Pino, pero la casa, bajo la férula de un socialista llamado Antonio Cosculluela, adujo que la sala no está para albergar actos de ese tipo. Puestos a imaginar de qué naturaleza serán aquellos para los que prestarán el local, hemos de escuchar el murmullo liberticida del espíritu de los tiempos zapaterinos. Ese que permite que la Universidad del País Vasco abra los brazos a miembros de Batasuna-ETA, la Generalidad invite a un jefe del entramado etarra como profesor de verano, y diversas instituciones, incluidas las europeas, se pirren por admitir en su seno a los partidarios de los terroristas, mientras cierran la puerta a quienes los combaten y son críticos con el gobierno. En suma, la alianza del PSOE con los nacionalismos ha extendido por todas partes la peste de la exclusión, la censura y la mordaza, que antes se circunscribía a los territorios controlados por aquellos.

Claro que, ante tal situación de emergencia, también se han extendido los instrumentos de autodefensa ciudadana que se habían creado en dichas zonas. El ejemplo de los movimientos cívicos vascos y catalanes ha prendido en toda España, a la vista de los excesos destructivos del gobierno y los defectos de una oposición agridulce. Y son esas asociaciones y grupos los que se están topando con ese fenómeno que recuerda al que existió bajo el franquismo. De pronto, hay un sinfín de entidades que reaccionan como la Diputación de Huesca cuando se les pide una sala. De súbito, aparecen un montón de émulos de aquellos paniaguados que en los setenta no se querían meter en política. De repente, la política lleva implícita una carga de subversión inadmisible para instituciones económicas y culturales que temen incomodar a los que mandan y tiemblan ante la idea de prestar alguno de sus locales a un grupo cívico. Las elites instaladas abdican de la defensa de la libertad, como ocurrió otrora, en nombre de una cómoda, aunque incierta, supervivencia.

Y mientras estas y otras cosas más graves, como las agresiones, los insultos y los sabotajes a los oponentes, se suceden a diario en España, ZP se jacta en el extranjero de haber extendido los derechos ciudadanos. Esto no es paradoja, sino engaño.

 

Cristina Losada

 

Libertad Digital, 17 de octubre de 2006

 

http://www.libertaddigital.com/opiniones/opi_desa_33879.html

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