Carta del Papa en los cincuenta años de la rebelión de Hungría
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 24 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha enviado Benedicto XVI al cardenal Angelo Sodano, legado pontificio con motivo de las celebraciones del quincuagésimo aniversario de la rebelión de Hungría.
A nuestro venerado hermano
Cardenal ANGELO SODANO
Secretario de Estado emérito
Decano del Colegio cardenalicio
Es noble y justo defender y conservar los propios derechos de libertad y religión. En efecto, "la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre" (Gaudium et spes, 17). Por eso, la Iglesia considera que se debe tutelar la justa dignidad y libertad: "El hombre ha sido constituido inteligente y libre en la sociedad por Dios creador" (ib., 21). En consecuencia, los que por este motivo sufren atropellos o pierden la vida son dignos de alabanza y de piadoso recuerdo.
Así pues, como hace cincuenta años mi predecesor el Papa Pío XII, de venerada memoria, solícitamente acompañó con sus oraciones y consoló con sus palabras al pueblo húngaro cuando defendía su libertad, también yo quiero expresar aprecio por las solemnes celebraciones que dentro de poco tendrán lugar en Budapest para conmemorar el 50° aniversario de aquella heroica defensa de la libertad nacional.
Estoy profundamente convencido de que este acontecimiento podrá ayudar a la fe y la unidad de esa noble nación y de toda Europa. Por eso, de buen grado acepté la invitación del señor presidente de Hungría, Ladislao Sólyom. Al no poder acudir yo personalmente, deseo encomendarte el cumplimiento de esta singular tarea a ti, venerado hermano, que con gran prudencia y pericia te has encargado durante tanto tiempo de los compromisos más importantes del Romano Pontífice para bien de toda la Iglesia.
Por tanto, con esta carta te nombro legado mío para la solemne conmemoración que se tendrá en Budapest los días 22 y 23 del próximo mes de octubre, con ocasión de la celebración de la libertad de Hungría. Así pues, en mi nombre presidirás los ritos solemnes y transmitirás convenientemente a todos los presentes mi saludo, particularmente al presidente de Hungría, a las autoridades y a los pastores sagrados. A todos les confirmarás mi benevolencia, caridad y presencia espiritual.
Puedes exhortar a todos con las palabras del concilio Vaticano II, "principalmente a aquellos que tienen a su cuidado la educación de los otros, a que se esfuercen por formar hombres que, respetando el orden moral, obedezcan a la autoridad legítima y amen la auténtica libertad" (Dignitatis humanae, 8).
Encomiendo tu misión de legado a la poderosa intercesión de la Gran Señora de Hungría, así como a san Esteban y a san Juan de Capistrano, con la esperanza de que ese acontecimiento beneficie a la nación, confirme su fe y dé abundantes frutos de caridad y paz.
Quiero, por último, que impartas amorosamente a todos los participantes en la celebración la bendición apostólica, prenda de la gracia celestial y testimonio de mi comunión.
Vaticano, 23 de septiembre de 2006, segundo año de mi pontificado.
[Traducción del original latín distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
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