Platón, sepultado en Estrasburgo
El Parlamento Europeo ha aprobado la resolución en apoyo del mal llamado proceso de paz que protagoniza Zapatero. El texto que ha salido adelante es una contradicción en sí mismo: asegura que no se pueden hacer concesiones a los violentos. El mismo debate y la aprobación de la iniciativa es una concesión política reclamada por los terroristas y su entorno. Terroristas que, para dar una vuelta de tuerca más y dejar bien claro que el Gobierno no va a dar marcha atrás, hagan lo que hagan, han robado más de 300 pistolas.
En el debate celebrado en Estrasburgo, el vicepresidente de la Comisión Europea ha pronunciado unas palabras que son de gran ayuda para comprender lo que está sucediendo. Franco Frattini ha elogiado a la sociedad española porque durante los 40 años en los que ha sufrido el terrorismo se ha comportado “de manera ejemplar, con tenacidad y firmeza”. Durante cuatro décadas ese comportamiento ejemplar se ha sustentado en una exigencia de justicia, compartida por los políticos y por el pueblo. Esa exigencia de justicia elemental, muchas veces ni siquiera formulada –quizás ésa ha sido una de las debilidades de nuestra sociedad-, hacía a todos evidente que no se podía conseguir la paz con concesiones a los terroristas.
Esa claridad se ha ido disolviendo y por eso Zapatero puede seguir adelante con su proceso. Aunque la banda se rearme. Es en el fondo una cuestión cultural. ¿Por qué no? Es la pregunta que se insinúa en muchos. ¿Por qué no vamos a renunciar a la exigencia de justicia a cambio de la paz? Y después de dos las primeras preguntas surge la tercera: ¿pero existe realmente esa exigencia justicia? La respuesta a esta última cuestión es, en muchos casos, confusa. En otros se niega que sea algo objetivo.
Quizás las exigencias de justicia, de verdad, de felicidad existan, pero... son subjetivas, relativas, cada uno hace con ellas lo que quiere. Si lo considera conveniente, las acalla o les da una respuesta acomodada a las circunstancias. Es el sueño de que se pueden manejar, achicar para que dejen de ser incómodas. La exigencia de justicia ha dejado de ser un dato existencialmente rotundo para convertirse en una palabra con la que se puede jugar.
En una reciente entrevista realizada en Popular TV a Ignacio Sotelo, catedrático de la Universidad de Berlín, el presentador le pedía que eligiera uno de los muchos libros que había leído. Sotelo se quedaba con alguno de Platón, no especificaba cuál. Se le preguntaba por qué este autor y respondía: “para olvidarlo definitivamente”. Para olvidar su pretensión de desarrollar una racionalidad universal, una razón capaz de ofrecer respuestas definitivas. “Es esta exigencia la que ha marcado el pensamiento europeo desde la época clásica y es esta exigencia de una respuesta universal la que hay que abandonar”, decía Sotelo. Hay que enterrar la exigencia de verdad y, con ella, la de justicia.
Platón ha sido hoy asesinado en su casa, el Parlamento de la Europa que fundó con sus preguntas irrenunciables.
Fernando de Haro
Páginas Digital, 25 de octubre de 2006
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