Cuatro verdades sobre el suicido (reincidente) de la derecha española
No es el problema más grave que tiene España, pero la flaqueza del PP ante las reformas autonómicas, sumada a otros gestos recientes, está disparando las alarmas: el PP flojea de remos.
27 de octubre de 2006. Lo de Arenas, claro: realidad nacional andaluza en la indisoluble unidad nacional española, con un par. Pero también está lo de Uriarte, que desprecia a la derecha desde la derecha. Y muchas cosas más. ¿Realmente se han preguntado estos señores qué siente la gente que les vota?
Una: el PP está poseído por el espíritu de UCD. Es que ya hemos pasado antes por aquí: una derecha política que monopoliza el voto de la derecha social, pero cuyo mayor empeño es ganarse la simpatía de la prensa de izquierdas a sueldo de unos poderes fácticos que desprecian a la derecha. Ciertas cosas –demasiadas- en el PP de ahora mismo recuerdan a la extinta UCD. Seamos justos: lo de UCD tuvo más delito porque explotó estando en el poder, grave pecado de soberbia que el PP no cometió (al revés: el poder lo unió, aun a costa de sonoras purgas). Pero el fondo del problema parece idéntico: estas derechas, lo que fue UCD y lo que buena parte de la cúpula del PP aspira a ser, no son derechas naturales, sino artificiales; no son reflejo de una realidad social, cultural, política, sino que son las derechas que el sistema necesita para mantener el ritual de la alternancia. Demasiada gente en el PP aspira a ser la derecha que le gusta a la izquierda. Como UCD. Pero esa derecha, ¿quién la necesita? Sólo la izquierda.
Dos: la derecha sigue entregando la iniciativa a la izquierda. Es lamentable este espectáculo de señoritos en traje de mil euros corriendo por ver quién es más progresista. En traje caro o en piercing, como ese grotesco cartel de las Nuevas Generaciones del PP. Esa derecha-poder sigue convencida de que uno no puede "estar in" si no sigue a pies juntillas los mandamientos del pensamiento único progre y de lo políticamente correcto. Y así los vemos como los vemos, dispuestos a pactar y a ceder en comunidades y ayuntamientos al primer guiño que la izquierda les dirige, ya sea sobre el aborto, sobre los estatutos de autonomía, sobre la "memoria histórica" o sobre la inmigración, horresco referens. Se han plantado, sí, en lo de ETA y se han plantado en el timo anti-corrupción. Bien está, y ojalá cunda el ejemplo. Pero ahí tenemos, por citar un solo caso, al "joven popular" Nacho Uriarte abominando de la derecha, como para ser más moderno. Demasiada gente en la cúpula del PP piensa que a la izquierda le corresponde marcar la dirección del camino y a ella, a la derecha, limitarse a templar gaitas. Ahora bien, ¿quién sale ganando con una derecha así? Sólo la izquierda.
Tres: la derecha sigue anteponiendo los intereses a las convicciones. Porque, en efecto, ¿qué eso de que ahora los "barones regionales" se blinden como nuevos reyezuelos de las taifas autonómicas gracias a unos estatutos propiamente pre-nacionales? No es más que puro interés: calculan que eso perpetuará su poder en sus respectivos feudos. Quizá sea comprensible, pero el problema surge cuando, por poder, uno renuncia a ser lo que es y se convierte en otra cosa –en otra cosa peor. Por ejemplo cuando, por poder, un partido que defiende la unidad nacional de España consiente en transigir con retorsiones conceptuales que sólo benefician a quienes quieren romper tal unidad. He aquí, una vez más, que la derecha de los intereses aniquila a la derecha de convicciones. Pero una derecha sin convicciones, ¿a quién le interesa? Sólo a la izquierda.
Cuatro: la derecha está empezando a dejar de estar en la derecha. Y mientras tanto, ¿quién se acuerda de la derecha de verdad, esto es, la derecha social y cultural, la gente que está en la derecha por unos principios, por unas ideas, y no por un coche oficial? Las familias, acosadas por todas partes. Los padres que quieren escoger efectivamente la educación de sus hijos. Los trabajadores autónomos, que son la iniciativa privada realmente popular. Los ciudadanos que por un sentido elemental del patriotismo desean, simplemente, poder decirse españoles y hacerlo sin miedo. Los ciudadanos que por su fe cristiana, ampliamente mayoritaria en toda España y muy especialmente en la derecha social, se sienten marginados en una cultura social creada por las tribus de la izquierda y cobardemente secundada por la derecha política. Toda esa galaxia, que es la derecha de verdad, hoy empieza a sentirse huérfana. El espejismo de Aznar –prosperidad y atlantismo- funcionó mientras estuvo en el poder; desaparecidos poder y espejismo a la vez, por todas partes se extiende la impresión de haber perdido una oportunidad histórica para construir una gran derecha amplia y plural en España, donde cupiera toda la derecha real. Porque esa derecha real no gusta en la derecha oficial; la toman por carca. Pero una derecha política que desprecia a la derecha social, ¿a quién beneficia? Sólo a la izquierda.
(No, no: no estoy diciendo que haya que inventar otro partido de derecha. Sólo digo que la derecha tendría que ser derecha. Si renuncia a serlo, las doce tribus de la derecha española tendrán que cruzar solas el desierto. Y la insolación suele conducir a la gente a comportarse de manera imprevisible.)
José Javier Esparza
El Semanal Digital, 27 de octubre de 2006
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