EEUU - Derrota del homosexualismo político
De manera paralela a los resultados electorales, en las recientes elecciones norteamericanas, se han dado numerosos referéndums en los distintos Estados.
Sin duda, el paquete más importante de este tipo de plebiscitos, por el número de Estados que representaban y las implicaciones políticas que posee a escala federal, se refería a la cuestión del matrimonio homosexual.
Concretamente ocho estados: Colorado, Idaho, Carolina del Sur, Dakota del Sur, Tennesse, Virginia, Wisconsin y Arizona, planteaban si se debía modificar su Constitución (en los Estados Unidos además de la Constitución federal existen, Constituciones para cada estado que pueden presentar diferencias muy substanciales entre si) para establecer el matrimonio como una institución que únicamente se realiza con la unión de un hombre y una mujer, evitando así, como ha sucedido en España, que una interpretación laxa de lo establecido cree el agujero por donde colocar el matrimonio homosexual (y el paralelismo con España también en esto es válido).
Cuando se redactaron estos textos constitucionales (en España o en EEUU) a nadie le pasaba por la cabeza la posibilidad de que pudiera existir un matrimonio entre personas del mismo sexo, de ahí una cierta imprecisión en el redactado.
De estos ocho Estados, una mayoría abrumadora, siete en total, ha votado a favor de esta enmienda, de manera que queda prohibida toda posibilidad de matrimonio homosexual. Hay que recordar que en las anteriores elecciones presidenciales este tipo de referéndum se produjo en otros lugares con resultados parecidos.
Solo en Arizona se ha rechazado la iniciativa de que el matrimonio sea exclusivamente entre un hombre y una mujer, pero con un margen tan reducido, 51%-49%, que obviamente las espadas siguen en alto para futuros intentos, con el añadido de que el referéndum no era para aprobar el matrimonio homosexual, sino para prohibirlo y, por consiguiente, está por ver que el gobierno de Arizona impulse una ley promoviéndolo.
La derrota del homosexualismo político, aquel que ha elevado a categoría social sus prácticas sexuales y que pretende que el conjunto de la sociedad se transforme para asumir como valores de la colectividad una peculiar práctica sexual, ha sufrido una derrota de proporciones extraordinarias.
Este resultado todavía cobra mayor importancia si se considera que ha venido inserido en una ola favorable al partido demócrata y, por consiguiente, en un clima político mucho más predispuesto a votar a favor del matrimonio homosexual.
No es que los demócratas tengan este punto en su plataforma, porque saben de los costes políticos que comporta, pero sí es cierto que hay diversos congresistas y senadores de este partido que defienden esta opción, entre ellas la que será presidenta del Congreso, Nancy Pelosi.
De esta manera EEUU se añade a la inmensa mayoría del mundo occidental que, respetando la libertad de los individuos, niega la posibilidad de que sus instituciones insustituibles socialmente valiosas, la primera de ellas el matrimonio, pierda todo su sentido para satisfacer el impulso del deseo.
En la línea habitual de intoxicación informativa, el presidente de la “asociación nacional de gays y lesbianas” Matt Foreman declaró que el resultado había sido un éxito.
Deseamos sinceramente al homosexualismo político que siga cosechando éxitos de este calibre.
Editorial de Forum Libertas, 10 de noviembre de 2006
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