Un hombre para la paz en Oaxaca
A partir del 6 de noviembre, a petición de los grupos antagónicos que desde hace seis meses intervienen en el conflicto que sufre el Estado de Oaxaca, el arzobispo de la ciudad, Monseñor José Luis Chávez Botello, ha aceptado ser mediador para que las partes lleguen a encontrarse con ánimo para buscar una salida. De inmediato ha condicionado su colaboración a la suspensión de la violencia. Como hasta el momento esta exigencia no ha sido aceptada, queda en suspenso el inicio de las negociaciones.
Esta noticia abre una nueva esperanza, quizá la ultima, para una salida pacífica en esta contienda. Muchos le pidieron que asumiera el liderazgo de la lucha, dada su relevancia social, pero se negó a ejercer otro papel que no fuera el de pastor de todos. Su figura es en este momento la única con suficiente autoridad moral para hacer de conciliador, aunque ciertamente no faltan enemigos que quieren abortar su trabajo y que con mucha facilidad pueden conseguirlo, dada la irracionalidad a la que se ha llegado.
Cuando la contienda se hizo más cruda, Monseñor Chávez Botello pidió a todos sus sacerdotes que repicaran las campanas de las iglesias a la hora del Ángelus para implorar a Dios la paz y el fin de la violencia. Estas olvidadas campanas diariamente han sostenido un hilo de esperanza en este pueblo, que es profundamente religioso, y han recordado que Dios no ha abandonado a los hombres. No son pocos los que han recuperado el rezo diario de esta oración, a la vez que esta iniciativa ha despertado a un sector de la sociedad civil con ganas de trabajar en la línea del obispo. Será muy importante que este grupo crezca y pueda ser protagonista de una profunda renovación social; de otra forma, existe el riesgo de que una vez pasada revuelta las cosas regresen a lo mismo.
En sus homilías y comunicados de prensa ha insistido en la necesidad de un nuevo orden en esta ciudad tan herida durante décadas por la injusticia. Primero, es necesaria una reestructuración moral paralela a la reconciliación, e indudablemente reformas sociales y económicas. Por otra parte, no ha escatimado energía para alertar de que el Estado estaba viviendo una etapa de confrontación y violencia sin precedentes, y de denunciar que m uchos han sido cómplices para que las cosas llegaran tan lejos . Su propuesta podría resumirse en tres puntos:
1.- El camino para la paz es la reconciliación sincera, desde el corazón y desde las familias, para poder establecer lazos sólidos con los vecinos, conocidos y compañeros. La reconciliación es una fuerza de purificación y de cohesión que permite restaurar el tejido social tan dañado.
2.- Es necesario restaurar el orden en la sociedad. Es urgente devolver la tranquilidad a la ciudad de Oaxaca con la colaboración responsable de las partes involucradas y de la sociedad. Entregar la ciudad a la Secretaría de Gobernación para que opere así el orden, pero de ninguna manera como una fuerza de represión. Una comisión de ciudadanos con prestigio moral y ajeno a los actores principales deben coadyuvar en esta etapa.
3.- Hay necesidad de un pacto social que conduzca a un nuevo orden. Oaxaca ya ha sufrido bastante desde hace décadas, y las divisiones y violencia de tantos años no han beneficiando en nada. Las energías se deben centrar en abatir a los enemigos comunes y más peligrosos: la injusticia social, la pobreza generalizada y la corrupción a todos los niveles.
Existe el riesgo de que unas pocas mentiras intenten ocultar muchas verdades y que este conflicto pueda extenderse a otras regiones de México. Esta lucha se ha convertido en un laboratorio donde, por una parte, los poderes oligárquicos sostienen un pulso para no perder el poder que tanto les ha beneficiado durante décadas de dominación; y por el otro extremo se encuentran los grupos más radicales de las barricadas, que están ensayando un movimiento revolucionario con métodos que pueden conducir a repetir caminos trágicos ya experimentados.
El perjuicio ya ha sido enorme para la gente que vive en Oaxaca, pero sobre todo para los niños, que han estado sin escuela durante muchos meses, y para los más pobres, a los que durante estos días en muchos casos se les ha comprado por unos cuantos pesos para utilizarlos como escudos humanos.
Es una suerte para México contar con este arzobispo porque, sin duda, ejercerá con su fe sólida un papel de facilitador para la reconciliación dentro y fuera de las mesas de negociaciones.
Fraile Miguel de Cerralvo
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