Organo Común, un debate precipitado
Filtraciones tan interesadas como unidireccionales sobre los supuestos contenidos de las conversaciones que se están desarrollando entre formaciones políticas para la conformación de una mesa de partidos han traído al primer plano de la actualidad un cierto debate sobre la posible reedición del fallido Organo Común Permanente de Encuentro que en 1996 ensayaron poner en marcha las instituciones de la Comunidad Foral Navarra y la Comunidad Autonómica Vasca. Una cierta efervescencia de esta discusión coincidió ayer con una pregunta sobre la materia de EA al presidente navarro, en la que Miguel Sanz volvió a mostrar que considera que la ciudadanía navarra aún no es mayor de edad, y recurrió al socorrido discurso de que cualquier cambio de estatus es «una cesión a ETA».
Pero el núcleo de la cuestión no está, hoy por hoy, ni en rebatir las palabras de una UPN que trata de revestir de navarrismo lo que no es más que puro nacionalismo español y sabotaje del proceso en sintonía con el PP, ni tampoco en divagar sobre la forma que podría tener una institución en estos momentos inexistente tanto en la práctica como en la teoría. El eje del debate debe ser cómo se supera una situación impuesta hace ya casi treinta años, de espaldas a la voluntad popular, cuando en el conjunto de Euskal Herria existía una mayoría política y social favorable a la unidad institucional de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa. Fue la actuación de poderes antidemocráticos, como el Ejército español, la que consagró la división territorial. Fue el interesado cambio de opinión del PSOE el que desdibujó el retrato del apoyo mayoritario a la unión de los cuatro herrialdes del sur del país. Y tampoco se puede pasar por alto, aunque sólo sea a modo de recordatorio histórico, que el PNV prefirió optar por un Estatuto que le permitía alcanzar cotas de poder en tres provincias, a mantener la apuesta por hacer respetar lo que en aquellos momentos deseaba la propia sociedad navarra.
Centrar ahora el debate en el Organo Común es empezar la casa por el tejado. Lo que hay que buscar es la fórmula democrática que posibilite superar de raíz la partición, abriendo la posibilidad de que el conjunto de Euskal Herria pueda sumarse a un proyecto de futuro. Se trata de dar con el acuerdo de base, no con un producto de ingeniería institucional que, si no tiene unos cimientos sólidos, sólo será un parche. Cabe recordar que un Organo Común de base autonomista ya se ensayó y no contribuyó a salvar el problema de fondo. -
Editorial de Gara, 24 de noviembre de 2006
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