¿Otra manifestación?
DEBERÍAMOS ser actores principales, pero quienes han repartido los papeles han decidido que las víctimas no merecemos acaparar todo el protagonismo y que, bien mirado, el resultado final de la obra mejorará si nosotros no aparecemos en absoluto. En escena vemos con frecuencia al presidente del Gobierno, a su vicepresidenta, a su portavoz, a sus ministros de Interior y de Justicia, a sus representantes en el País Vasco. Contamos también con políticos de otros países que amplifican con su presencia el mensaje del filme. Las pocas voces discordantes que aparecen lo hacen con frecuencia distorsionadas y representando la oposición a la voluntad general de alcanzar la paz y el bien común.
El reparto está encabezado, como todos sabemos, por ETA. Los papeles principales han sido distribuidos entre miembros de relieve de Batasuna: Otegi, Permach, Barrena etcétera. Sin olvidar a otros actores como De Juana Chaos, Txapote o Bilbao, quienes interpretan roles secundarios, pero de los que permiten el lucimiento. El presupuesto, los escenarios, la distribución, todo se decide sin contar con las víctimas. Es por ello que nos hemos visto obligados a irrumpir en el rodaje, exigiendo algunos cambios, como por ejemplo: en la escena en la que los terroristas son juzgados, la ley no puede ser modificada para que la película tenga un final feliz. Porque consideramos que cambiar el marco jurídico existente para satisfacer a ETA sería el más triste de los desenlaces para quienes hemos visto morir a los nuestros por defenderlo.
Por eso iremos mañana a Madrid, porque, aunque no estamos de acuerdo con esta negociación con la banda terrorista que tanto daño nos ha causado, participaremos en ella, entraremos en acción, aunque sea como «espontáneos». Y no es que queramos, es que, en las actuales circunstancias, debemos hacerlo. Porque tanto yo como la mayoría de los que nos acompañarán por la calle Velázquez estaríamos más tranquilos sin tener que coger aviones, trenes, autobuses o coches, sin soportar el frío, la lluvia o lo que se tercie, sin deber recordar lo que tanto dolor nos sigue causando. Aunque el hermano de un ministro se permita decir de una víctima que el día que asesinaron a su hermano y a sus sobrinas le tocó la lotería, les aseguro que quienes iremos a la manifestación estaríamos mejor en casa con nuestras familias. Pero eso es lo que querrían los que llevan adelante este pacto con los terroristas: que nos cansásemos, que nos acomodásemos, que tirásemos la toalla. Debo confesar que a veces tenemos momentos de desánimo. No es fácil aceptar que la Fiscalía diga que lo que ayer era negro hoy va camino de ser blanco; que altos miembros de la Iglesia vasca insistan en repartir las consecuencias del terror a partes iguales entre quien mata y quien muere; que aquéllos que idearon la muerte de los nuestros sean hoy quienes sigan poniendo precio político a nuestras vidas. Es duro seguir defendiendo lo que no tendría que ser defendido. El Estado debería protegernos, y no hablo sólo de evitar nuestra muerte, sino de impedir que nuestros derechos fundamentales sean secuestrados por una banda terrorista. Y es en este clima de desasosiego, de tristeza y de impotencia, en momentos en los que nos toca escuchar algo tan indigno como que «De Juana Chaos está a favor del proceso de paz», en palabras de nuestro presidente del Gobierno, cuando nosotros, las víctimas y un buen número de españoles, nos revolvemos y sacamos fuerzas de flaqueza para afrontar nuevas injusticias. Es entonces cuando decimos: «Hay que hacer algo».
No saben cuántas veces la gente me para por la calle para decirme que lo que se está desarrollando al calor del «proceso de paz» es indignante. Y me dicen: «¿Qué podemos hacer?». Podéis denunciarlo. Podéis hablar con el vecino, el maestro, el portero, el taxista, el amigo que respira diferente, políticamente hablando. Aquí no hay política que valga. Aquí lo que hay es decencia, es justicia y es sentido del bien y del mal. Lo demás es querer confundir a la gente, es querer hacer pasar las cesiones a ETA como pequeños sacrificios que los españoles debemos aceptar para vivir un futuro de cuento de hadas. La paz que nos quieren vender no existe.
Si el Gobierno sigue empeñado, como yo temo, seguirá alternando momentos de acercamiento y alejamiento hacia la banda. Seguirá haciéndonos creer que se mantiene firme para al final ceder en lo fundamental: independencia y libertad para los presos. Y a ese acuerdo de renuncia a la libertad, en favor de una precaria seguridad, lo llamarán «tratado de paz». Quienes no estéis dispuestos a que ese pacto se firme con la sangre de los nuestros, como bien ha dicho la madre de Joseba Pagaza, podéis venir conmigo mañana a Madrid a gritar a los cuatro vientos que no se negocia con asesinos.
Seremos mil, diez mil o cien mil, pero estaremos allí, vigilando, recordando al Gobierno que lo que se pacte hoy no nos puede hacer llorar mañana. Estén seguros quienes dudan de la efectividad de estas manifestaciones repetitivas y, según los más críticos, inútiles que estas concentraciones son de vital importancia para el curso de la negociación con la banda.Con los escasos recursos con los que contamos, con la oposición del Gobierno y de buena parte de los medios de comunicación, las víctimas y quienes nos apoyan hemos conseguido despertar a parte de la opinión pública, que hoy vela con nosotros para que no triunfe la sinrazón.
Es, por tanto, fundamental que se manifiesten con nosotros todos los que crean que las leyes no deben ser cambiadas para ajustarse a las exigencias de Batasuna-ETA; quienes no acepten que la independencia del País Vasco, la anexión de Navarra y de parte del territorio francés la decidan mediante referéndum los ciudadanos que vivan en Euskadi y aquéllos que piensen que los que más han sufrido tienen todavía mucho que decir en esta historia. Os doy las gracias de antemano porque sé que una vez más estaréis con nosotros para que se oiga una sola voz, la de las víctimas, que no es otra que la de la Justicia y espero que la de la mayoría de los españoles.
Teresa Jiménez-Becerril
ABC, 24 de noviembre de 2006
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