José Luis Rodríguez Zapatero es ahora valiente, provida y responsable
El mayor desaguisado cometido por Zapatero no ha sido (únicamente) poner al Estado de rodillas ante ETA, destejer el tapiz de la España diseñada en la Transición o dividir a los ciudadanos. Lo peor ha sido volvernos locos a todos con su pérdida del sentido de la realidad.
Es difícil conservar la salud mental intacta con alguien que todos los santos días te asevera que lo negro es blanco y la noche, día. Y lo hace, abusando de su poder, desde las cuatro sartenes que tiene por el mando (la tribuna del Ejecutivo, la longa manus judicial, las leyes que saca adelante con sus compinches en el Parlamento y los medios de comunicación afines).
Ejemplos hay patadas. Pero los últimos días ofrecen un catálogo muy completo.
- Nos quiere hacer creer que el Gobierno es humanitario porque excarcela a un señor que se alimenta con el dolor ajeno y que binda con champán para celebrar la muerte del prójimo.
- Nos quiere hacer creer que busca la paz y el bien común, cuando está siendo incapaz de garantizar la seguridad y la integridad física de los ciudadanos
- Nos quiere hacer creer que la decisión de dar calditos al killer es justa. Cuando legal no (siempre) significa justo, distinción que conviene a hacer a la hora de valorar leyes y decisiones judiciales.
- Nos quiere hacer creer que tenemos un responsable de Interior, pero en lugar de poner a los asesinos entre rejas, los excarcela y aún tiene la hipocresía de hablar de la firmeza del Estado de Derecho. ¿Ministro del Interior? Más bien parece un sheriff corrupto de spaghetti-western.
- Nos quiere hacer creer que es un líder provida, cuando sostiene que ha excarcelado al de las 25 muescas en la cartuchera porque cree "en el valor supremo de la vída". ¿Ah sí? ¡No me diga que va a cambiar la legislación del aborto!
- Nos quiere hacer creer que no ha pagado o no va pagar ningún precio a los gángsters del lauburu a cambio de este canje de prisioneros
- Nos quiere hacer creer que ese gesto (y en general su política respecto al problema vasco) no obedece a la debilidad, sino a la responsabilidad, cuando el Ejecutivo no ha hecho otra cosa que ceder, uno tras otro, a los chantajes de quienes pretenden cambiar el zulo y la metralleta por la moqueta y el coche oficial.
- Nos quiere hacer que comparte con la sociedad el rechazo por alguien como el tipo de los 25 fiambres y que deplora su actitud... pero acaba de fabricar un héroe para la causa de los gángsters –lo cual es malo para España-, y también un precedente –lo cual es malo para el Gobierno-.
- Nos quiere hacer creer que el PP es la extrema derecha y que su protesta es obscena. Sin darse cuenta de que la –justa- indignación ya no es exclusiva de los populares, sino que corre como reguero de pólvora por toda la sociedad española y se extiende peligrosamente por las propias filas socialistas, sembrando de minas el terreno que pisa el Gobierno.
No es la primera vez que nos marea. Antes nos hizo creer que Cataluña era una nación (y hasta lo pusieron por escrito), que el matrimonio ya no es la unión de un hombre y una mujer, como en los últimos cinco o seis milenios, y los socialistas (andaluces) pretenden que los médicos sean verdugos, al ejecutar a Inmaculada Echevarría.
Es la perversión del lenguaje, la pretensión de transformar la realidad a tu antojo. Lo propio de los dictadores o de los esquizoides. Así que ya lo saben: si no quieren que nos vuelva locos a todos, habrá que impedirlo. ¿Cómo? Yendo a las urnas. El movimiento se demuestra andando.
Alfonso Basallo
El Semanal Digital, 4 de marzo de 2007
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