España y su Cambio radical
Parece que el margen de maniobra para la importación de espacios televisivos lastimosos es ya muy reducido, pero siempre queda un penúltimo hueco en lo más socarrado de la parrilla donde se quema al espectador. Los que no dábamos crédito al enterarnos de que en Estados Unidos existía un reality –vocablo invasor e insufrible– dedicado no sólo a mostrar el antes y el después de la apariencia de una persona, sino a seguir puntualmente sus avatares quirúrgicos y anímicos, disponemos ya de un calco aquí las noches de los domingos. El Extreme makeover de la ABC norteamericana es el Cambio radical de Antena 3.
El nombre del programa como denotación, y su contenido como metáfora, describen bastante bien lo que está ocurriendo en España desde que la gobierna Rodríguez Zapatero. Cambio radical en su doble sentido, aplicado tanto al alcance como a las maneras, que afecta a todos los órdenes exceptuando acaso el económico: a la política interna y a la exterior, a la política social y a la educativa. Aunque los socialistas de aquel lejano 1982 invocaban el cambio como gran motor de su acción ejecutiva, ha sido a partir de 2004 cuando hemos percibido retrospectivamente hasta qué punto aquellas pretensiones eran moderadas en comparación con las que se han planteado en estos tres últimos años.
Y, sin embargo, la radicalidad del cambio zapateril, como la del estético, en el fondo es engañosa. Al fin y al cabo, ambos se limitan a operar modificaciones en la superficie, pero eso no hace que se transforme la sustancia. Una persona con la nariz menos chata, los pómulos realzados y los labios más carnosos gracias al bisturí no va a dejar de tener problemas por haber ganado algo de belleza. De igual modo, España no va a convertirse en una Arcadia feliz por las declaraciones de su optimista presidente ni porque tome determinadas medidas muy discutibles que considera beneficiosas.
Tanto hablar de proceso de paz, y los terroristas siguen igual de motivados que siempre, ahora encima con mejores perspectivas de impunidad. Tanto transigir con las aspiraciones de las «nacionalidades históricas», y el ogro nacionalista exige cada vez más carnaza competencial. Tanto buscar para España un lugar alternativo en el mundo, y nos hemos desencajado de cualquier alianza razonable. Tanto imponer igualdades, y aquí nos hallamos discutiendo otra vez acerca de lo justo. Tanto pretender la mejora de la educación, y continúa en aumento el índice de fracaso escolar de nuestros estudiantes... Más que una rinoplastia, lo que necesitamos es una lobotomía
Francisco Javier Elena es licenciado en Filología Hispánica y articulista (www.signatura-pendiente.blogspot.com)
El Confidencial Digital, 30 de marzo de 2007
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