España se ha rendido ante un puñado de adolescentes
Son menores y se consideran adultos. Se lo consideran desde el punto de vista de su responsabilidad para trabajar y generar ingresos como sea. La necesidad les fuerza a ello. Ante este diagnóstico la atención social se las ve y se las desea para encontrar salidas razonables que incorporen la formación al trabajo. Es una preocupación digna de elogio.
Pero lo realmente apabullante es que nuestros propios adolescentes también se creen adultos. Lo que pasa que no lo aplican a un esfuerzo para trabajar sino a otros campos, el de las relaciones sexuales, que se inician ya en los 14 años, en el consumo temprano de droga que causa estragos entre ellos, en la práctica, no de consumir alcohol que ya sería un problema a estas edades, sino de hacerlo en grandes cantidades y en días tasados simplemente para emborracharse.
También se consideran adultos en el sentido de que no admiten que existan educadores que les marquen cual ha de ser su comportamiento.
Todo esto se traduce en muchos aspectos negativos: tendremos un porcentaje de población adulta terriblemente dañada por las enfermedades ligadas al sexo, las secuelas psicológicas de los abortos, los daños cerebrales del alcohol y la droga, la pérdida de capacidad auditiva por andar pegados horas y horas a los auriculares.
Ésta será una carga económica grave, que se producirá sobre una sociedad, además, muy envejecida, registrando un fenómeno combinado que nunca se ha dado en nuestra historia.
Pero además estos jóvenes que se consideran adultos son generadores de grandes costes económicos. El atender a los alumnos repetidores cuesta mil millones de euros al año, según el Secretario General del Ministerio de Educación. El impacto positivo que hubiera significado disminuir la tasa de alumnos que no llegan al Bachillerato, del 34% al 10%, utilizando un estudio del Canadá, hubiera representado un impacto positivo de 20.000 millones de euros entre 1989 y 2000.
Los empresarios se quejan de los niveles de formación con que les llegan muchos jóvenes, y también de su escasa capacidad para el esfuerzo.
En realidad lo que se ha producido en nuestro país es que un puñado creciente de adolescentes junto con los vividores del ocio que los alientan, han convencido a la sociedad que su estilo de vida, el descrito, ha de ser no sólo respetado sino favorecido, y todos los que hacen opinión y deciden, sobre todo, periodistas y políticos, han corrido detrás de ellos como bobalicones para ver quien les hacía la mejor oferta para que continuaran esta bola de nieve.
Si nos preocupamos de que los inmigrantes adolescentes no se conviertan en adultos anticipados para trabajar, todavía deberíamos preocuparnos más de que los nuestros no anticipen y magnifiquen conductas que incluso en adultos serían perjudiciales.
El Bloc de Josep Miró, 18/04/2007
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