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“Hay un totalitarismo intelectual que no deja lugar a las preguntas”

“Hay un totalitarismo intelectual que no deja lugar a las preguntas”

 

El premio Cervantes José Jiménez Lozano, tras la lectura de El Sentido Religioso de Luigi Giussani, denuncia la censura de los interrogantes y subraya la importancia de enseñar a utilizar lo que el fundador de Comunión y Liberación denomina experiencia elemental.

 

José Jiménez Lozano participó el pasado jueves 26 de abril, con motivo de un seminario organizado por el Asociación Universitas, en un coloquio sobre las tres premisas con las que comienza El sentido religioso de Luigi Giussani. A continuación se ofrece un extracto de esa conversación.

 

“La única forma que tenemos, el único método adecuado para conocer lo que ocurre a los hombres es el método existencial, pero naturalmente está censurado, o dejado de lado por la absurda pretensión de las llamadas ciencias sociales de buscar honorabilidad intelectual al nivel de las ciencias de la naturaleza. Y es obvio que éstas son las únicas que pueden llamarse ciencias porque su naturaleza es cuantitativa, descriptible y entendible con el lenguaje matemático, que es el lenguaje propio de la ciencia para el único objeto de conocimiento de ella, que es la res extensa. (...) El cientismo de ahora mismo nos asegura que se aprenden más cosas sobre la difícil situación humana observando una tribu de babuinos o una manada de ánsares que de la Biblia o de Shakespeare; o que la confusa historia del hombre puede tornarse clara y sencilla con la aplicación de unas cuantas teorías económicas o el estudio de insectos que llevan sobre sus diminutas espaldas todo el edificio de la sociobiología, como dice sarcásticamente Stephen Vizinczey, previniendo que, así las cosas, sólo nos cabría esperar no más conocimiento, sino una ampliación de la mente en el camino de una sociedad totalitaria perfecta, y de totalitarismo no ya de Estado, digo por mi parte, sino de mente, un totalitarismo intelectual que (..) no deja lugar para interrogantes de ninguna clase” (...). “Rotos la idea y el sentimiento de ser distintos del mundo, no habrá ninguna extrañeza de estar en casa. Ni siquiera la extrañeza y admiración de que el mundo sea, pudiendo no haber sido, que decía Heidegger que era el origen de la pregunta filosófica, y de la poesía. Y entonces los que afectarán a la vida humana entera serán, por así decirlo, los constructos vigentes, los lares y los penates: es decir, los diosecillos o los ídolos particulares del tiempo y del mercado. O los de la cosa pública, la estatolatría, y su santo, el buen ciudadano o el stajanovista. Y esto es una religión, pero se llama sociedad civil y laica”.

 

(Lo que Giussani llama experiencia elemental o corazón) es “seguramente la misma realidad que Warner Jaeger llama la apostura interior, que es el corazón de la paideia, el conjunto de informaciones y sensibilidades heredadas y aprendidas, asumidas por un yo, al que conforman. (Utilizar lo que Giussani llama la experiencia elemental para juzgar) “s e diría que es tan importante como enseñar a utilizar la mente. O más, porque de ahí depende saber lo que se es, lo que debemos a los demás y a nosotros mismos, cómo estamos instalados en el mundo, nuestras posibilidades” (...). “No hay ningún inconveniente en llamar corazón al modo del conocimiento en ese plano existencial, como por lo demás lo hace la antropología bíblica, que también habla por cierto de los riñones como de los adentros del ser humano que sólo Dios escruta. Podríamos decir que la palabra es ambigua, equívoca, y está gastada; pero es una palabra que se puede limpiar perfectamente y reconocer en su realidad. Para eso está la gramática, que en el plano existencial también es distinta que en el especulativo”.

 

(Texto no revisado por el autor)

 

Páginas Digital, 30 de abril de 2007

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