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Quemar revistas, un apasionante deber paterno

Quemar revistas, un apasionante deber paterno

Y que me perdonen los editores, directores, periodistas e impresores, incluso los anunciantes si los tuviera, pero ayer me entró complejo de bombero de Fahrenheit 451 y eché a la chimenea la revista ¿juvenil? que se había comprado mi hija. Y si no me perdonan lo único que se me ocurre es decirles 'Chúpate ésa'.

 

Ayer domingo mi preadolescente hija, que es una insaciable lectora, me pidió permiso para ir a comprar una determinada revista al salir de misa. En mi familia somos así de raritos, vamos a misa y mi hija suele pedirme permiso para muchas cosas. Ella, muy ilusionada, se lanzó al kiosco y en un periquete se plantó en casa radiante de felicidad con su reluciente adquisición. El padre, quien estas líneas de venganza escribe, experto en el trato con niños, menos niños, preadolescentes y adolescentes curtidos, sabía que no podía dejar un arma tan destructiva en sus tiernas manos sin antes echarle un vistazo. Y claro, la puñetera revistita no pasó la censura. Sí, censura, no le busquemos otro nombre, no me avergüenzo.

 

El periodicucho ofrecía un formato absolutamente despreocupado, divertido, juvenil, intrascendente, con mucho colorín por todas partes, con fotos muy atractivas. En una determinada página y bajo el epígrafe 'GRANDES PILLADAS' se presentaba a mi hija unas supuestas declaraciones de una infecta adolescente en las que narraba con gran diversión que había ido a una 'disco” con sus amigas, se había encontrado con un compañero de clase que luego la había acompañado de vuelta y con el que se 'había enrollado' al llegar a casa, hasta que en un momento determinado su padre abrió la puerta pillándolos 'in fraganti'.

 

Mire la cosa no tendría demasiada trascendencia si no presentase a los indefensos chavales las relaciones amorosas como algo banal, trivial e insustancial. A mí me parece que eso no es preparar a mi hija para el mundo de mañana, para un mundo en el que le van a exigir ser consecuente y trascendente, en el que actitudes así sólo le van a traer desgracia y malos ratos. Claro, luego están otros aspectos morales y éticos como la trivialización del sexo, el 'todo vale', el 'no hay nada prohibido', el 'la vida está para pasarlo bien' y otras consideraciones semejantes que no me sirven como referente de comportamiento aceptable. Sí, ya sé, soy

un facha perdido, ustedes me sabrán perdonar.

 

Ahí no acabó la cosa.... En otra página, a gran formato, con la idílica imagen de un chavalete muy joven, muy rubio y muy sonriente en pijama, se preguntaba en grandes caracteres” ¿CÓMO ES ÉL EN LA CAMA? ¡¡¡A la chimenea directamente, coño!!! ¿Pero cuántos años creen ustedes que tiene mi hija? ¿Pero cuántos años creen ustedes que tienen sus lectores? Y aunque mi hija tuviera cuatro años más.... Creen ustedes que ése es un planteamiento mínimamente aceptable para este tipo de público? No, no me vale que me digan que esa revista no estaba destinada a gente de su edad.... cuántos de ellos la compran. Insisto, ni de cuatro años más, joé. No pretendo que mi hija lea a Unamuno o a Heidegger, noooooo! Al contrario, quiero que lea cosas apropiadas a su edad. Precisamente por eso, coño!

 

Bueno, insisto en que la revista acabó en la chimenea, aunque antes tuve buen cuidado de decirle a mi hija que yo le pagaba el euro y ochenta que le había costado. Y efectivamente, hoy, tras hacerme saber que una de sus compañeras de clase tenía 'esa revista que tú has quemado”, hemos ido al quiosco, me he rascado el bolsillo, poniendo otros dos euros sobre el mostrador y hemos comprado otra revista. 'Bravo' se titula ésta. Y en la portada advierte que regala 'Tu boli glamour, sexy, love, crazy', anuncia 'Los 50 mejores SMS de amor de Poncho y Cía' (quién coños será ése?) y un test: '¿Le pones límites al amor?'.

 

En otros contenidos la revista muestra a un famosillo de medio pelo haciendo pis en la playa, pide a sus lectoras que visiten la web de un fabricante de compresas, enseña como borrar el logo del teléfono móvil (mediante un caro SMS, por supuesto) para lo cual muestra una pantalla con el torso desnudo de un chaval al que se le ve un voluminoso minipantalón de baño. No sigo, la cosa no tiene fin.

 

Además de sentarme con mi hija a tratar de que la lea críticamente ¿puedo hacer algo más por protegerla? ¿O da igual lo que haga?

 

Pedro de Hoyos

Diario Siglo XXI, 31 de enero de 2007

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