Al Ándalus no era Jauja, ni el Islam una religión de paz
Ni el Islam es esencialmente una religión de paz, ni Al Ándalus –la España musulmana- era Jauja, un escenario de tolerancia y diálogo. La prensa británica se ha visto sacudida por el debate entre Karen Amstrong, ex monja reconvertida en la izquierda filoislámica; Robert Spencer, un estudioso norteamericano de la órbita “neocon”, y Christopher Howse, importante columnista del Telegraph. Armstrong defendía la naturaleza pacífica del Islam. Spencer y Howse la han destrozado. Para que se vea que en todas partes cuecen habas.
G. VIADERO
Karen Armstrong, inglesa de raíces irlandesas y escritora sobre las tres principales religiones monoteístas, había realizado una recensión en la que criticaba duramente el best-seller del americano de derechas Robert Spencer La verdad sobre Mahoma, subtitulado El fundador de la Religión más intolerante del mundo. Para esta feminista, “el principal error del libro es la falta de contexto histórico, político, y económico de la Arabia del siglo VII, sin el cual es muy difícil comprender la vida de Mahoma. Esto provoca una manipulación de los datos, lo cual hace que la obra sea altamente demagógica”.
Para Armstrong, Spencer “sólo hace hincapié en los versículos del Corán que son hostiles a judíos y cristianos, pero no en aquellos que insisten en la continuidad del Islam con la gente del Libro”. Como por ejemplo el que dice: “Creemos lo que creéis, vuestro Dios es nuestro Dios”. La escritora señalaba que “las relaciones en la España musulmana entre las religiones de Abraham fueron armoniosas durante toda la Edad Media, algo extraordinario y excepcional en el mundo”.
La autora criticaba que en la obra de Spencer se haya obviado toda referencia a la condena de los conflictos bélicos que hace la religión islámica, a los cuales considera un “horroroso mal”. Spencer se ha olvidado también, decía Armstrong, “de comentar la prohibición islámica de agredir al otro -que sólo se justifica si es para la defensa personal- o la importancia del perdón y las negociaciones pacíficas en las que el Corán hace tanto hincapié”: “en el momento en que el enemigo pide paz, los musulmanes debemos inclinarnos y aceptar los términos indicados, aunque no nos sean ventajosos”.
Armstrong cree que las consecuencias del libro de Spencer pueden ser devastadoras, ya que “los islamistas extremistas podrían utilizarlo para demostrar a los musulmanes alienados por los sucesos ocurridos en Palestina, Líbano o Irak que Occidente es hostil a su fe”.
Una falsificación al descubierto
La contrarréplica a esta recensión no ha tardado en llegar. Damian Thompson, corresponsal del diario inglés Telegraph, cuenta que Spencer, al leer la crítica, retó a los lectores de su blog Jihadwatch yesterday a encontrar el verso coránico que según Karen tachaba los conflictos bélicos de “horroroso mal”. Uno lo encontró. Era el 2:117. Sin embargo, Armstrong había manipulado la información: la guerra era sólo un “horroroso mal” si se hacía en el mes sagrado, y en todo caso, el verso dice que la prohibición se podía obviar.
El corresponsal del Telegraph ha dedicado duras palabras a la escritora, en concreto a uno de sus últimos libros sobre Mahoma. Dice: “Karen se ha atrevido a decir que su trabajo es un regalo para el pueblo musulmán”. Además, “parece que esta mujer ignora que las escrituras en la religión musulmana instan a la guerra contra los no creyentes y los apóstatas, mientras que las escrituras cristianas hablan, precisamente, de ejercer la no-violencia. Creo que ha llegado el momento de que alguien le exija a Karen sus credenciales como experta en el Islam”. “¿Tendrá buen nivel de árabe clásico?”, se pregunta Thompson con sorna. “Si yo fuera musulmán estaría asqueado con tanto sermón autodidacta que quiere presentar a esta religión como un grupo de auto-ayuda para gente ñoña y sensiblera”.
Para el corresponsal, Karen es sólo una “progre” que ha salido rebotada del cristianismo –antes era monja- y ha decidido, cueste lo que cueste, demostrar lo buenos y maravillosos que son todos –menos los cristianos, claro.-Por eso ella, que es muy respetuosa, llama a Mahoma “El Profeta”, aunque ella no sea creyente. El ridículo del caso es bastante llamativo.
Al Ándalus no era Jauja
Christopher Howse, otro corresponsal del Telegraph y amigo de Thompson, se une a las críticas del primero. A este periodista en concreto le ha molestado sobremanera la siguiente afirmación de Amstrong: “las relaciones en la España musulmana entre las religiones de Abraham fueron armoniosas durante toda la Edad Media, algo extraordinario y excepcional en el mundo”.
Howse dice que “los siglos que van desde 711 hasta 1492 se caracterizan por la guerra, las alianzas oportunistas, el expolio y la persecución”. Este corresponsal explica que el período más pacífico, el del Califato de Córdoba, que va desde 929 al 1031, sólo supone cien años de los setecientos que duró la invasión musulmana de la Península Ibérica. Y aún así, “Almanzor llevó a cabo saqueos en ciudades como Barcelona y Santiago, todos como consecuencias de sus deseos de expansionarse por lberia”.
La marginación por motivos religiosos estuvo muy presente durante todo el Califato. Howse nos da diversos ejemplos de ello: “los cristianos se vieron forzados a abandonar la parte de la mezquita que se les había reservado para sus oraciones -recordemos que la Mezquita había sido construida sobre una vieja iglesia cristiana, la de San Vicente-; Maimónides, el filósofo judío, tuvo que abandonar el país junto a su familia debido a la persecución sufrida por la dinastía musulmana y el pensador Ibn-Rushd, Averroes para los filósofos cristianos, fue expulsado de la península en el siglo XII por los dictadores almorávides”.
Christopher concluye su artículo diciendo que “una cosa es que, probablemente, el Califato de Córdoba haya sido el mejor para vivir de entre todos los regímenes musulmanes, y otra muy distinta que fuese un estado liberal secular”.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=192
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