El objetivo de Rajoy: conseguir un voto más que el PSOE
Y la neutralidad institucional de CiU y PNV. Por primera vez en la Legislatura, los populares sueñan con la victoria. Consideran que el Caso Sebastián no ha concluido, y que Conthe aún tiene más conejos en la chistera. Argumentos del PP (todos ellos fallos del PSOE): Zapatero ha perdido toda su credibilidad internacional y empieza a perderla en casa, ETA le va a exigir nuevas cesiones, los nacionalistas moderados se sienten engañados por ZP quien, además, se está cargando las instituciones, el electorado comienza a creerse que estamos ante una nueva era de corrupción socialista, de ‘beautiful people’ –los ‘intermonis’- y de impunidad. Eso sí, el voto en valores, por ejemplo, el voto católico, continúa sin ser tenido en cuenta en Génova
Hasta ahora era un rumor propio de restaurantes de lujo. Esto es, del mundillo empresarial. Pero Hispanidad ha podido comprobar que esta vez, sin que sirva de precedente, el mundo empresarial iba bien enfocado. Por vez primera en toda la legislatura, en el PP hay moral de victoria. La estrategia de Rajoy tiene un objetivo muy definido: conseguir un voto más que el PSOE. La norma no escrita de la democracia española afirma que gobierna quien posee un voto más que el contrario, pero, por si acaso, don Mariano quiere ganarse la neutralidad institucional de CiU y PNV, las dos minorías que podrían darle un vuelco al principio de “un voto más que el contrario”. Las recientes declaraciones del líder del PNV, Josu Jon Imaz acreditan que tiene esa puerta abierta y, lo que es más importante, Rajoy está tendiendo puentes con el número uno de CiU, Artur Mas. Ojo, no con el democristiano Durán i Lleida, que desde hace dos décadas ha sido el interlocutor del PP en Cataluña. Porque a Durán se le considera en Génova un traidor que todavía quiere ser ministro de Exteriores con Zapatero.
Los fontaneros del PP, incluido el inefable Pedro Arriola creen que en España puede producirse la misma situación que en Francia. En definitiva, que el “todos contra Sarkozy” o la obsesión de Zapatero por aislar al PP acabe beneficiando a la presunta víctima.
Los argumentos que avalan el optimismo del PP –todos ellos fallos ajenos más que aciertos propios- son los siguientes:
En primer lugar la pérdida de credibilidad de Rodríguez Zapatero tras tres años de gobierno. En el escenario internacional esa pérdida simplemente es total, pero la falta de crédito empieza a trasladarse al interior.
En segundo lugar, en el PP, y no son sólo ellos, están convencidos de que las exigencias de ETA no han terminado. La tremenda portada del diario La Razón (jueves 10 de mayo) no lo puede decir más claro: ZP ha tenido que admitir las listas de Batasuna ante el temor que tiene a un nuevo atentado de la banda en vísperas electorales, un atentado que no le perdonarían ni sus incondicionales.
En tercer lugar, el Caso Sebastián. Si los nacionalismos moderados están desengañados con ZP, el mundo económico lo está mucho más. En el PP consideran que Conthe aún sacará más conejos de la chistera. El Caso Sebastián no ha hecho más que empezar y empieza a ser ya un “consenso de opinión pública” que el Gobierno Zapatero está laminando todas las instituciones económicas, especialmente los organismos reguladores. Un detalle: si se confirma la acusación de que el autor del dossier sobre el presidente del BBVA, Francisco González, es el ex director general del Banco de España, Pepe Pérez, el gran inspector bancario del felipismo, el escándalo Conthe se multiplicaría por n, un número que tiende a infinito.
Pero en lo que más confía el PP es en que estos escándalos, que la mayoría del electorado no entiende, sí proporciona una especie de atmósfera general según la cual el zapaterismo no es más que la continuación del felipismo. Es decir, que vuelve la era de la corrupción, del pelotazo, del concubinato entre intereses políticos y económicos, la época en suma en la que todo el mundo metía la mano en la caja, la era de la impunidad. Es como si hubiese regresado la era de la beautiful people, que ahora serían los ‘intermonis’. Y esto lo entiende todo el mundo.
Eso sí, para Mariano Rajoy, el voto católico o el voto en valores continúa sin existir. Al igual que Aznar, don Mariano confía en que los cristianos tendrán que votar al PP o no votar a nadie. Por tanto, mantendrá su habitual tendencia a juguetear con asuntos como el aborto o a mantener el matrimonio gay, a pesar de que lo tiene recurrido en el Constitucional. Es decir, vencer al PSOE por un solo voto desde el centrorreformismo.
Hispanidad.com, 10 de mayo de 2007
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