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La paz no fue el principal motivo

La paz no fue el principal motivo

A sólo nueve días de las elecciones, el diario Gara, vinculado al mundo abertzale, lograba provocar el pasado viernes un gran revuelo al publicar una información en la que se afirmaba que la ilegalizada Batasuna había llegado a mantener 25 reuniones con máximos representantes del PSE y del PNV antes de la declaración de alto el fuego por parte de la banda terrorista ETA.

 

El reportaje de Gara no aportaba demasiadas novedades en realidad, ya que era sobradamente conocida la existencia de esos contactos secretos, si bien el dato sorprendente es el elevado número de reuniones que según este rotativo se produjeron.

 

Si la cifra fuera verídica, el actual proceso negociador que mantienen los socialistas con Batasuna, y que paralelamente llevan a cabo ETA y el Gobierno, no sería ya sólo el más prolongado en el tiempo, sino también el más fluido e intenso que jamás ha conocido la historia de la banda criminal.

 

Pero el artículo del periódico filoetarra contiene una trampa cuando sitúa el origen del actual proceso en unas primeras reuniones que, según dice, mantuvo el entonces secretario del PSE, Nicolás Redondo Terreros, con dirigentes de Batasuna en 1999. Redondo Terreros se reunió entre 1998 y 1999 junto a Txiki Benegas con Arnaldo Otegi en tres ocasiones en la localidad vizcaína de Durango. Pero hay que recordar que esas reuniones fueron públicas y además Batasuna todavía era una formación legal y con representación parlamentaria. Por lo demás, esa vía de contacto se rompió definitivamente con el fin de la llamada “tregua-trampa” y la subsiguiente escalada de atentados a cargos electos del PP y del PSOE.

 

Contrariamente a lo que dice Gara, el actual proceso que mantiene vivo el Gobierno de Zapatero nació dos años después, en un contexto y unas circunstancias muy distintas. Para entender esta diferencia hay que tener muy en cuenta el resultado de las elecciones autonómicas vascas del 13 de mayo de 2001. Aquellos comicios se habían planteado como una batalla frontal entre los nacionalistas y los constitucionalistas. Para el bloque constitucionalista, formado por el PSE y el PP, era la gran oportunidad de desalojar al PNV de las instituciones vascas y, desde ellas, derrotar a ETA. Pero fue la formación de Arzalluz e Ibarretxe la que ganó la partida, alzándose con la mayoría absoluta.

 

Tras la derrota, el PSE sufrió fuertes convulsiones internas, provocadas por quienes asumían que el nacionalismo era imbatible. La frustración se apoderó de los socialistas, que veían cómo en el Gobierno de España se asentaba el PP de Aznar con mayoría absoluta y que con la misma holgura se constituía un gobierno del PNV en Ajuria Enea. Ellos se quedaban fuera de todas las parcelas de poder y con muy pocas expectativas de recuperarlas en el futuro.

 

Cómo recuperar poder

 

Fue entonces cuando cobraron fuerza las tesis de un sector del PSE, encabezado por Eguiguren, que defendía como la única posibilidad de recuperar influencia los pactos con el bloque nacionalista, que se dieron en llamar “acuerdos transversales”. El PNV, que ostentaba mayoría, no tenía ningún interés en alcanzar pactos con una fuerza no nacionalista, así que el objetivo de este acercamiento sólo podía ser Batasuna.

 

El principal motivo por el que Eguiguren y Francisco Egea, del PSE, comenzaron inmediatamente a reunirse con Arnaldo Otegi y Pernando Barrena en un caserío de Elgoibar (Guipúzcoa) no fue la búsqueda del fin de la violencia, sino la búsqueda de alianzas políticas que les permitieran debilitar al PNV y volver a recuperar espacios de poder.

 

A la luz de los acontecimientos, cada vez parece más claro que es ese espíritu de estrategia conjunta para recuperar espacios de poder el que ha animado todas las etapas del proceso, mucho más que la búsqueda de la paz. Es ésta la estrategia que poco tiempo después contó con el respaldo total del secretario de Organización del PSOE, José Blanco, y del propio Rodríguez Zapatero. Y ésa es precisamente la razón que explica que el proceso siga adelante, a pesar de que seis años después del inicio de las conversaciones la violencia de ETA y su entorno no haya disminuido ni desaparecido sino todo lo contrario.

 

Ignacio Santa María

Páginas Digital, 21 de mayo de 2007

 

 

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