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Juan Pablo II no se equivocó en Iraq

Juan Pablo II no se equivocó en Iraq

 

La historia le está dando la razón a Juan Pablo II. Vuelven a la memoria aquellas palabras pronunciadas en marzo de 2003 poco antes de que comenzara la Guerra de Iraq: “viví la Segunda Guerra Mundial, gracias a Dios he sobrevivido. Por eso tengo el deber de recordar a todos los jóvenes, a todos los que no han tenido esa experiencia, tengo el deber de decir: ¡nunca más guerra!”. Fue él quien advirtió que sería un conflicto de consecuencias impredecibles.

 

No eran las suyas las razones ideológicas que argüían los pacifistas violentos de Occidente. Eran y son, por ejemplo, los cuatros cristianos que este lunes van a ser enterrados. Ayer domingo el padre Ragheed Ganni, párroco de la Iglesia caldea del Espíritu Santo en Mosul (Iraq) y sus tres subdiáconos han sido asesinados. Acababan de celebrar la misa y sus cuerpos permanecieron tendidos en la calle durante horas porque nadie se atrevía a acercarse a los cadáveres de los cuatro bautizados muertos por su fe.

 

Se produce el asesinato pocos días después de que el Gobierno de Iraq haya hecho público un comunicado en el que aseguraba que daba pleno apoyo a los cristianos frente a las amenazas terroristas. En realidad, lo ocurrido en Mosul es la punta del iceberg de una persecución que los obispos caldeos denunciaron a principios de mayo en Sharm-el-Sheikh. En lo único en lo que los suníes y los chiítas se ponen de acuerdo es en hacer la vida imposible a los cristianos que desde siempre han formado parte de la vida del país.

 

Alguna milicia de Bagdad quiere imponer el velo a las mujeres cristianas, los ataques y la apropiación de conventos son frecuentes, la discriminación llega hasta los mínimos detalles de la vida civil. La ONU ha denunciado que la violencia va “desde la intimidación hasta el asesinato”.

 

Una de las iglesias más antiguas corre el riesgo de desaparecer: desde que llegaron las tropas internacionales han sido más de 500.000 los cristianos que han abandonado Iraq. La guerra es y ha sido un desastre porque la libertad de la Iglesia, fuente de libertad para todos y criterio de juicio para discernir cualquier política, está más que en peligro.

 

F.C.

Páginas Digital, 4 de junio de 2007

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