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¿Crisis en el movimiento cívico de resistencia?

¿Crisis en el movimiento cívico de resistencia?

Algunos cualificados comentaristas se han echado las manos a la cabeza al comprobar que el movimiento vasco ¡Basta Ya! ha explotado: su transformación en plataforma impulsora de un nuevo partido, “de izquierda” y “transversal”, en palabras de Rosa Díez, habría apartado a militantes del Partido Popular y otros ciudadanos sin adscripción política descontentos con el giro. Además, el protagonismo de Fernando Savater en esta historia, y los sarcásticos comentarios de Carlos Martínez Gorriarán dirigidos contra Santiago Abascal, habrían enterrado una entidad unitaria que tan buenos frutos generó en el pasado. Pero, en realidad, quienes se rasgan las vestiduras desconocen que ¡Basta Ya! ya había entrado en crisis en marzo de 2006. Desde entonces, su dinámica anterior había desaparecido casi por completo; siendo sus figuras residuales más representativas, personalidades nítidamente izquierdistas.

Seamos sinceros: para las cosmovisiones “de derechas” y las “de izquierdas” el concepto de España, su naturaleza histórica y su proyección concreta, no pueden ser idénticos. Pueden existir notables coincidencias parciales, simpatías recíprocas, posibilidades de alcanzar acuerdos tácticos, etc., pero no es posible compartir idénticos presupuestos. ¿Acaso -y únicamente- podemos defender, ya seamos de derechas o de izquierdas, los frágiles e imprecisos puentes comunes existentes entre dos visiones de la vida sustancialmente dispares?

Pero no es el único “incidente” que habría golpeado al heterogéneo “río” cívico de la resistencia nacida, en sus diferentes afluentes, del impacto del terrorismo en tierra española.

El legítimo salto a la política partidaria del extraordinario Mikel Buesa, presidente del Foro Ermua, habría puesto en peligro, según algunos, a esta prestigiosa entidad. Pero que nadie se asuste: Foro Ermua sobrevivirá; con o sin Mikel Buesa. Es una organización consolidada, apoyada en muchísimas personas y creadores de opinión, con diversos comités sectoriales, que no está aislada ni de la sociedad ni de los políticos, y que disfruta de estables fuentes de financiación.

Recordemos otras circunstancias y situaciones.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) ha perdido, aparentemente, el protagonismo público que su entusiasmo y voluntarismo capitalizó en los dos años anteriores. Pero, tan discutido rol, ¿era propio de su naturaleza o el fruto no perseguido de indeseables circunstancias políticas? Una vez “quemada” la AVT, es evidente que los dirigentes del Partido Popular han modulado su relación con la misma; replegándose aquélla a sus naturales actividades asistenciales, conmemorativas, y de denuncia pública. ¿Crisis o estado de necesidad?

Pero todavía hay más.

Un ulterior y refrescante caudal de este movimiento social, la Plataforma Cívica Peones Negros, cuyo objetivo era y sigue siendo el total esclarecimiento de lo realmente acaecido en torno al 11 M de 2004 en Madrid, se fragmentó a lo largo de la primavera pasada. Esta entidad, nacida con fecha de caducidad, generó una movilización social impactante, agrupando activistas de muy diversa sensibilidad política. Finalmente sufrió una escisión libérrima, en cuyo origen encontramos las naturales contradicciones existentes entre el liderazgo carismático de Luis del Pino y la casi ácrata mentalidad organizativa, de corte asambleario, de la mayor parte de esos Peones Negros. En todo caso ha cumplido un importante papel: ha mantenido, de diversas formas, su objetivo fundacional; ha animado al activismo social a muchos ciudadanos; ha propiciado el “salto” a la militancia partidista de otros. Bienvenido todo ello.

Prescindiendo de las realidades específicas de otras decenas de entidades -de peso muy inferior- que también podríamos agrupar en la misma categoría, pasemos, ahora, de la casuística fáctica a algunas reflexiones generales.

  1. Las crisis son buenas: ¡que cada uno se retrate! Así, las diversas entidades se consolidarán o -si no han sido capaces de actuar con inteligencia, o no existen razones para su supervivencia- desaparecerán.
  2. Cuanta mayor claridad conceptual y transparencia organizativa desarrollen, más posibilidades tendrán de formar algo duradero.
  3. Los movimientos cívicos son otra forma de hacer política. Y muy importante, pues no podemos dejar la política únicamente en manos de profesionales tentados por prácticas oligárquicas.
  4. Independencia no es apoliticismo. Además, ¿acaso UGT, por ser socialista, o CC.OO., por comunista, están deslegitimados para el juego sindical por tener una adscripción ideológica?
  5. El fortalecimiento del movimiento cívico de resistencia, y de otras expresiones creativas y participativas de la sociedad civil, refuerzan la democracia y la salud social.

Pero, sorprendentemente, la cultura partidaria en España, de derechas o de izquierdas, trata con similar desconfianza a la sociedad civil; especialmente a sus expresiones espontáneas. Unos políticos temen no poder controlarlas. Otros, por su parte, reparten credenciales legitimadoras, “políticamente correctas”, entre los diversos fenómenos sociales, según estrechos intereses y dogmas ideológicos. En definitiva: buena parte de la clase política desprecia o teme a la sociedad civil, pues concibe a la política como un patrimonio que únicamente ella tiene derecho a administrar desde el mandato genérico de los votos; ignorando, finalmente, los intereses sociales agrupados, las corrientes de opinión, y las protestas ciudadanas.

Desde este contexto no podemos temer la/s crisis del movimiento cívico de resistencia. Pero sí debemos temer su debilidad o inexistencia. Su irregular caudal, los diferentes afluentes, las lagunas periféricas, sus atípicas confluencias, y los brazos muertos de este río, demuestran en su conjunto que el solar español, al menos en algunos de sus estratos, está vivo.

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 11 de septiembre de 2007

http://www.diarioliberal.com/DL_opinion11.htm

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