Y ZP cegó al Partido Socialista de Navarra.
Aunque no lo pretendiera; no en vano, algunos socialistas navarros no quisieron –o no pudieron- entenderle.
La crisis institucional que sufrió Navarra durante varios meses, después de las últimas elecciones forales y municipales, arrastró un mito: el de la fortaleza de la tradición socialista navarra y, más en concreto, el de la inexpugnabilidad de su españolísimo bastión ribero.
Se consideraba, acríticamente, que la Ribera era el gran vivero de votos españolistas y navarristas. Y, en buena medida, así sigue siendo; pero no tanto por los méritos del PSOE, como por el fuerte arraigo allí conseguido por Unión del Pueblo Navarro. Así, la reciente convulsión socialista navarra, que ha impactado especialmente entre su militancia ribera, ha destapado una amplia crisis de identidad colectiva; aunque camuflada en la frustración generada, en un sector de sus dirigentes locales, por la imposibilidad de un acuerdo final con Nafarroa Bai e Izquierda Unida. Ya se sabe: el poder desgasta, pero mucho más el no tenerlo…
Con todo, algunos no han logrado comprender qué ha pasado en Navarra. En definitiva, y si el PSOE ha sido capaz de pactar con el Bloque Nacionalista Galego, Esquerra Republicana de Catalunya, el PSM-Entesa Nacionalista, etc., ¿por qué no podía suceder algo análogo en Navarra?
Un tripartito a la navarra entraba perfectamente en la lógica, desarrollada por el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, tendente a aislamiento del Partido Popular y a unos acuerdos con las fuerzas nacionalistas que posibilitaran un nuevo marco territorial y, acaso, constitucional.
Pero, finalmente, Ferraz impidió esa posibilidad. Y algunos socialistas no lo entendieron; lo que no deja de ser sorprendente, pues la inmensa mayoría de los ciudadanos sí ha entendido las razones de esa decisión.
Entonces, ¿qué había sucedido para que Navarra fuera la excepción de ese creciente escenario de “gobiernos de progreso”?
Ante todo, una constatación: ETA había roto “oficialmente” la tregua, ya finiquitada de hecho con el atentado contra la T4 de Barajas. En este contexto, un pacto en Navarra con una fuerza nítidamente nacionalista y anexionista, como es Nafarroa Bai, podía acarrear al PSOE un serio coste electoral a nivel nacional; un riesgo que ZP y sus asesores no estaban dispuestos a correr. Además, con ello se le quitaba un buen argumento a Mariano Rajoy: Navarra no se vende; ni se ha entregado; ni existe proceso que la amenace. Y todo ello, confirmado el día 17 de octubre por nuestro presidente Miguel Sanz después de su entrevista con ZP. Bueno, si lo dice Miguel… De modo que la razón última de la frustración de tan deseado tripartito fue, ante todo, de naturaleza táctica, y no estratégica.
Pero, aunque sus plausibles aliados hayan quedado descolocados por la rectificación socialista, afeándoles su comportamiento –eso sí- con toda una batería de alegatos políticos y personales, no descartan en absoluto que tal posibilidad vuelva a plantearse: después de las elecciones generales; o algún año más tarde. No en vano, sin el PSOE no podrán acceder al Gobierno de Navarra, aunque le hayan desbordado electoralmente, por lo menos a medio plazo.
Por su parte, El PSOE, de la pluma de ciertos dirigentes navarros, viene repitiendo algunas ideas-clave explicativas de sus discutidas maniobras y, en cierto modo, orientadoras de su línea futura. Así, Román Felones afirmaba recientemente en Diario de Navarra que el PSOE “es el partido de las personas”; equidistante del “navarrismo conservador” y del “nacionalismo identitario”. Sorprendente. La primera afirmación es totalmente ajena a la tradición socialista. Para el socialismo, la clase, la colectividad social, está por encima de la persona; un concepto cristiano. Ya nos explicarán, en consecuencia, qué tipo de persona contempla cuando su primera iniciativa en el Parlamento Foral ha sido la exigencia al Gobierno de la libre práctica de abortos en la sanidad pública navarra. Un partido que dice defender a la persona… la niega de raíz.
Más sentido tiene la segunda parte de su afirmación: ese marcar distancias con el “navarrismo conservador” y con el “nacionalismo identitario”. Efectivamente, el socialismo es contradictorio con toda forma de nacionalismo y de particularismo regionalista en los que siempre ha visto intereses burgueses orientados hacia el fascismo. “La única patria, la humanidad”, ¿recuerdan? Pero, dado el espacio central que el PSN-PSOE ha alcanzado desde una perspectiva matemática y política -aunque más por ambigüedad que como resultado de una propuesta sólida- bien puede tender puentes hacia uno o hacia otro. Es la novia deseada; aunque sólo sea por interés. Tiene una buena dote.
Así, el PSN-PSOE asegura seguir apostando por la identidad foral de Navarra y por su autonomía; excluyendo su integración en la Comunidad Autónoma Vasca. Su apuesta política, entonces, es por un “navarrismo” progresista, por calificarlo de algún modo; si bien el término no les gusta nada. No deja de sorprender cómo se ha alejado progresivamente de ciertos términos, como este “navarrismo”, pero también de “españolismo” e, incluso, de “constitucionalismo”. Acaso se deba a su debilidad doctrinal y a la pérdida de algunas de sus señas de identidad; vapuleadas también con este salto al vacío impulsado por José Luis Rodríguez Zapatero con el que parece dejar de lado a la España que conocemos en aras de nuevos, ignotos y utópicos paraísos.
Si la tradición socialista navarra hubiera sido tan fuerte, como se venía afirmando, habría podido contener esos nuevos aires evitando unas ambigüedades que tan caras les han resultado. No. Los socialistas navarros no entendían a ZP y sus asesores; quienes consideran que la España de las Autonomías es un marco superado, de modo que el nuevo interlocutor privilegiado jamás podrá ser un Partido Popular, “anclado en el pasado”, y que encarna todo lo que quiere derruir, sino los partidos nacionalistas periféricos que vienen elaborando e imponiendo nuevos conceptos y nuevas tendencias culturales, sociales y políticas.
Con el nacionalismo identitario tampoco parece que lo tengan fácil. El socialismo siempre se ha considerado incompatible con los nacionalismos merced a sus análisis más o menos marxistas. Pero, sorpresa, sorpresa, se han topado de golpe con la coalición Nafarroa Bai (dominada por los post-marxistas-leninistas-nacionalistas de Aralar): todo un poderoso rival que le está dando la batalla en su propio terreno. Nacionalistas, sí, pero PROGRESISTAS. La cuadratura izquierdista del círculo… Además, estos izquierdistas de nuevo cuño, los Zabaleta, etc., traen consigo toda una artillería dialéctica y cultural; una producción teórica que alimenta diversas organizaciones sectoriales que ya quisieran para sí unos aburguesados socialistas navarros más preocupados por “pisar moqueta” que por la reelaboración de su desdibujada y desvitalizada identidad.
Retomemos el interrogante anterior. Hoy día, el PSN-PSOE, ¿cómo se va a concebir como navarrista? Es un término que bien podría albergar a todos los que defienden la autonomía de la Navarra española; de derechas o de izquierdas, conservadores o progresistas. Pero, al igual que los de “españolista” y “constitucionalista”, viene sufriendo una tremenda erosión desde varios frentes: el del nacionalista vasquista y toda su legión de intelectuales orgánicos y plastas activistas callejeros; el de los cultivados cosmopolitas que desprecian lo propio por provinciano; el de los napartarras más o menos conscientes, destructivos en su contradicciones e impulsos. En resumen: lo progresista, “lo que se lleva”, es alejarse de toda manifestación “navarrista”; a lo que ha contribuido, con unas maneras más bien torpes, una derecha que nominalmente ha intentado apropiárselo para su empleo como baza electoral.
No lo tienen fácil lo socialistas navarros. Y buena prueba de ello es la entrevista concedida por Carlos Chivite Cornago, secretario general del PSN-PSOE y senador, a Diario de Navarra el pasado 14 de octubre. En ella encajó como pudo las preguntas directas de Beatriz Arnedo, su entrevistadora. Pero, o bien le fallaba la memoria, o no quería acordarse, o contaba lo que le convenía, o trasladaba al terreno de la incierta interpretación los reproches de sus posibles aliados y sus idas y venidas en aquella negociación que casi nos vuelve locos a todos.
Una entrevista que aburría; pero, además, sus excusas y lagunas mentales no aportaron nada al necesario debate que el futuro de Navarra tiene pendiente. Dos páginas, nada menos, de cuestiones tácticas y, apenas, ninguna estratégica. Como dirían nuestros paisanos: “mucha politiquería y poca política”. Aunque, al menos, una buena noticia: “Juan José Lizarbe ya es pasado en este partido”. Algo es algo.
Les deseamos suerte. La necesitan; y también los demás navarros. Si, en buena lógica zapateresca, el marco territorial actual se les ha quedado pequeño, ¿hacia dónde se encaminarán? Si ya no se identifican con el “navarrismo”, progresista, conservador, o sin adjetivos, ¿se dirigirán irremediablemente hacia la Euskal Herria post-española, al igual que sus correligionarios se han adscrito a la Catalunya excluyente?
Sería ilógico. Mas ahí están las claves de un debate al que no debemos temer; pero sí la debilidad doctrinal y la pérdida de referencias. Cuando dos proyectos políticos antagónicos compiten implacablemente, por la conquista del futuro, desde planteamientos territoriales e identitarios muy concretos, no caben ambigüedades; ni salirse por la tangente con eso de “el partido de las personas”. Y si el PSN-PSOE pretende una “tercera vía”, que nos explique en qué consiste: ¿acaso en un órgano común permanente?, ¿una eurorregión?, ¿...?
El PSN-PSOE, a pesar de todo, cuenta con unas decenas de miles de votos muy fieles. Y eso puede ser muy bueno. Le permitirá tocar suelo y, con ello, tal vez evitar una debacle que únicamente traería tensiones e incertidumbres a Navarra. Pero, en todo caso, sería deseable que redescubriera sus raíces y las razones de su propia historia: más cultura política, por favor. Y no agacharse ante cada visión de ZP.
Fernando José Vaquero Oroquieta
Diario Liberal, 19 de octubre de 2007
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