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Balance legislatura I. Raíces antropológicas y culturales de la política de Zapatero

Balance legislatura I. Raíces antropológicas y culturales de la política de Zapatero

“No es la verdad la que nos hace libres, sino la libertad la que nos hace verdaderos”. Esta frase resume la orientación cultural de la legislatura Zapatero: la acción política no debe tener una referencia antropológica y moral, no está vinculada a tradiciones filosóficas o espirituales, sino que es la expresión de la autodeterminación total: los deseos individuales se convierten en derechos, y el poder es la garantía de que eso se cumple. Es la política de “extensión de los derechos”, que Zapatero sitúa como la perla de su legislatura.

 

El ser humano y la vida social serían como una página en blanco, son susceptibles de reinventarse por completo en función de un consenso social, que en la práctica es tremendamente moldeable por el poder (político, mediático y cultural). En el fondo es la victoria política de la corriente cultural del 68. Entonces fue derrotada políticamente, pero ha ido ganando palmo a palmo en el terreno de la cultura-mentalidad social. Es sintomática la admiración que el “atrevimiento” de Zapatero suscita en algunos intelectuales emblemáticos del progresismo. Paolo Flores d’Arcais lo demuestra durante su larga entrevista al presidente español en la revista Micromega. Es como si dijera: “tú te has atrevido a llevar a cabo en la realidad lo que nosotros manteníamos como hipótesis intelectual”.

 

Digamos, aunque sólo sea como apunte, que esta base nihilista del proyecto radical de ZP no explica sólo las políticas en materia de familia, bioética, educación y libertad religiosa, sino que está en el fondo de su aventura del pacto con ETA y la nueva configuración de España (la segunda Transición). De hecho, como señala el documento “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, de la CEE, la Transición se basó en el ethos cristiano que compartía la inmensa mayoría de la sociedad española a finales de los setenta. Hoy la situación es distinta, y lo que queda de ese ethos sufre un verdadero fuego cruzado. Entre otras cosas, también por eso ZP desea una nueva Transición, basada sobre otra matriz cultural y de valores.

 

Lógicamente, aquellas tradiciones e instituciones que han moldeado nuestra historia común y que todavía hoy tienen un papel vertebrador, generador de comunidad y transmisor de valores, suponen un obstáculo para esa política de tabla rasa. El desprecio, más aún, la hostilidad hacia ese tejido de sociedad civil organizada ha sido una constante de la legislatura, y ello porque el poder se concibe como salvador, como educador y configurador de la sociedad. Así pues, no es difícil de entender que la Iglesia católica y la familia basada en el matrimonio hayan estado en el punto de mira.

 

Zapatero no ha ahorrado referencias a una sociedad marcada por una moral “carca”, atrasada en el desarrollo científico y cultural debido a los prejuicios religiosos y morales que traban todo su desarrollo. Aquí se perfila la idea de modernización que tanto gusta al PSOE, y que acaba de ser repropuesta como bandera para la próxima legislatura: ZP ha pedido cuatro años más para completar la modernización de España.

 

El punto de partida es claro: la España que conocemos es fruto de un complejo proceso histórico que nuestra izquierda no termina de digerir, y por eso pretende modelarla de una vez por todas según sus propios parámetros ideológicos. La política llevada a cabo en materia de familia, investigación biomédica, cultura y libertad de educación no deja lugar a dudas. Es significativo que los fichajes-estrella del Gabinete Zapatero en los últimos tiempos hayan sido los ministros Bermejo y Soria, caracterizados ambos por un fuerte componente anticatólico y una cultura política radical. Y no es difícil presumir que en el horizonte de esa modernización todavía incompleta, el PSOE de Zapatero contemple ya el dossier de la eutanasia (Bernat Soria ya lo ha dejado caer) y una revisión a la baja de los Acuerdos Iglesia-Estado (tal como reclaman los círculos de Peces-Barba, que llevan años calificándolos de “anomalía preconstitucional”).

 

La consolidación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, cuyo afeitado no está dispuesto a aceptar de ningún modo el Gobierno, es parte esencial de esa estrategia “modernizadora”. Se trata de “modelar” al buen ciudadano, que sólo podrá serlo si se alimenta de los valores definidos por un consenso que en última instancia controla y pilota el Estado a través de diversos instrumentos. Como ha dicho en varias ocasiones Peces-Barba, un católico, en cuanto tal, no puede ser un buen ciudadano; o con una formulación más blanda, no puede ser protagonista político.

 

José Luis Restán

Páginas Digital, 25 de octubre de 2007

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