«Basta ya» echa el cierre
La reciente desaparición del diario digital de «Basta Ya» no ha suscitado grandes debates públicos, pero es reveladora de la progresiva descomposición del movimiento cívico vasco, que ha pasado de una salud robusta a una lenta agonía provocada por la ruptura «de facto», a partir de 2004, del pacto antiterrorista. La rebelión ciudadana que acuñó algunas de las páginas más memorables de capacidad de respuesta social frente al terrorismo y al «nacionalismo obligatorio» está hoy casi desactivada, después de una legislatura de progresivo debilitamiento alentado por José Luis Rodríguez Zapatero, que necesitaba allanar el camino para su negociación con ETA.
Pero tampoco el fracaso del «proceso» y la reaparición del coche bomba y el tiro en la nuca han dado lugar a intento alguno de reparar el daño infligido al movimiento cívico desde el ámbito político. La expresión más cruda de esta realidad se vivió cuando ETA asesinó al concejal del PSE Isaías Carrasco y la contestación en las calles de Mondragón se limitó a la reunión de los cargos públicos de turno y a la presencia testimonial de un reducido puñado de vecinos. Algunos militantes socialistas llegaron a increpar a los dirigentes del PP que se acercaron a las honras fúnebres y escenificaron reproches impensables cuatro años antes, cuando se tenía muy claro quién era el enemigo.
En su adiós en la red, el diario digital de «Basta Ya», que en sus momentos de auge recibía 14.000 visitas diarias, aduce razones de penuria económica para una despedida que no se anuncia como definitiva (la página www.bastaya.org se mantiene estática, sin actualizaciones) pero que tiene el aroma de lo irreversible.
Muy lejos quedan ya las jornadas históricas de las grandes manifestaciones contra un «régimen» enquistado y apuntalado en el País Vasco por la amenaza terrorista. En octubre de 2002 más de cien mil personas salieron a la calle en San Sebastián bajo el paraguas de un lema inequívoco: «Constitución y Estatuto sí, nacionalismo obligatorio, no». En diciembre de 2003, «Basta Ya» convocó otra gran movilización en la capital guipuzcoana, esta vez para rechazar el «Plan Ibarretxe». Entonces el movimiento ciudadano aunaba a personas de muy distinto perfil ideológico que se reconocían en un denominador común: la exigencia de dignidad democrática.
La sociedad iba por delante
Como recuerda a menudo el filósofo Fernando Savater, con «Basta Ya» la sociedad se adelantó a los gobernantes cuando desde la plataforma ciudadana se exigió echar a Batasuna de las instituciones. Gracias a la existencia de ese clamor articulado nació la Ley de Partidos. Pero la comunicación PP-PSOE, bien engrasada durante la etapa en la que Nicolás Redondo fue secretario general de los socialistas y Jaime Mayor Oreja líder del PP vasco, se deterioró después de forma irreparable.
Diferencias ante el «proceso»
Tras la derrota de la entente constitucionalista en las elecciones autonómicas de 2001, los socialistas volvieron, de la mano de Patxi López, a la convicción de que no es posible gestionar el futuro del País Vasco sin los nacionalistas. Un mito que, precisamente, casi había logrado desmontar por completo «Basta Ya».
El movimiento cívico se resintió tanto por la ruptura PP-PSE como por las diferencias de criterio que se plantearon en su seno cuando Zapatero puso en marcha su «proceso». Algunas voces rechazaron los mimbres de la negociación desde un primer momento (caso de Mikel Azurmendi, Edurne Uriarte, Carlos Martínez Gorriarán o la propia Rosa Díez), mientras otras otorgaron a Zapatero un margen de confianza que el presidente del Gobierno les pidió personalmente: ese fue el caso de Fernando Savater, quien, sin embargo, se desmarcó muy pronto, en cuanto vio que los tratos con la banda incluían cesiones políticas.
Al tiempo, algunos socialistas de «Basta Ya», colocados «de refilón» y a la expectativa tras la ruptura entre constitucionalistas, regresaron pronto a la ortodoxia de partido, como sucedió con el alcalde de Ermua, Carlos Totorica.
Savater reitera que «Basta Ya» ha sido siempre un movimiento político que, a diferencia de otras iniciativas cívicas (como «Gesto por la Paz»), no se limitaba a protestar en la calle cada vez que ETA asesinaba, sino que se movilizaba para reivindicar el Estatuto de Guernica y la Constitución. Cuestiones que no sólo colisionan con la actividad criminal de ETA, sino también con las imposiciones nacionalistas desde el entramado clientelar del Gobierno autonómico.
Del movimiento cívico a UPyD
Por eso el engranaje funcionó mientras fue efectivo como correa de transmisión a los partidos constitucionalistas de las inquietudes de una sociedad acosada y hastiada. Cuando eso se quebró porque el PSOE empezó a coquetear con el nacionalismo, la estrategia perdió buena parte de su sentido y no pocos miembros de la plataforma se acercaron al PP, mientras otros creyeron llegado el momento de fundar un nuevo partido político. El propio Savater y Carlos Martínez Gorriarán pusieron los cimientos ideológicos y Rosa Díez tomó el estandarte. Después se sumó un Mikel Buesa desencantado por lo que percibió como un excesivo acercamiento del Foro de Ermua al PP.
Esa nueva fuerza, UPyD, ya respira tras haber conseguido Díez su escaño, pero algunos reprochan al joven partido haber fagocitado a «Basta Ya». Martínez Gorriarán, que ha desmenuzado estos acontecimientos en su libro «Movimientos cívicos», no lo cree, y piensa que queda hueco para la plataforma ciudadana como necesaria reserva moral. Permanece, en todo caso, su ejemplo.
BLANCA TORQUEMADA
ABC, 14 de abril de 2008
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