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Ni sobre la mesa con ETA ni bajo la cama con Zapatero

Ni sobre la mesa con ETA ni bajo la cama con Zapatero

 

En Navarra pasan cosas raras. Raras al menos para quien las observe desde lejos o desde el futuro desde un punto de vista democrático. Raras porque, aunque se expliquen desde nuestra rutina cotidiana, tienen un encaje difícil en la política de la España en 2008, y necesitan, cuando menos, alguna aclaración.

 

En mayo de 2007 UPN ganó las elecciones en Barañain, tercer municipio de la provincia en número de habitantes. José Antonio Mendive, ya concejal en la anterior legislatura, rozó la mayoría absoluta y quizás por eso fue premiado por los terroristas con el incendio de su comercio. El PSN-PSOE, sin embargo, pactó con Nafarroa Bai y el alcalde resultó ser, con los votos de los de Zapatero, un abertzale derrotado.

 

Eran los tiempos en los que Zapatero y el mundo de ETA dialogaban, en lo que el presidente llamaba proceso de paz. UPN y PP, como siempre, se negaban a una supuesta paz que ningún abertzale armado aceptará jamás pacíficamente mientras Navarra no sea parte de Euskalherria. Y el PSOE argumentó con palabrería democrática la entrega de Barañain a los abertzales, y otros pactos municipales, porque durante un tiempo Navarra estuvo sobre la mesa de negociaciones. No hacen falta más pruebas: ETA nunca negociaría sin una referencia a nosotros.

 

Luego aquello se rompió, aunque nunca se nos ha explicado cómo ni por qué. El PSOE de Fernando Puras, sin Fernando Puras por cierto, se volvió atrás de su manifiesta intención de pactar con NaBai también en la Diputación. No creo que haya sido una mala decisión para nadie, pero fue raro y me lo sigue pareciendo: en democracia hay que explicar las cosas, y a largo plazo es mejor tirar de luz y de taquígrafos que enredar en cenáculos madrileños. Si Zapatero hubiese dicho a los navarros que se arrepentía de los pasos dados (sin negar lo innegable) habría dado aún más fuerza y credibilidad a su partido. Y lo mismo, por supuesto, UPN al aceptar aquella abstención. Sin explicación todo parece raro, raro.

 

Las cosas cambian: parece que a mejor

 

Bien, Navarra ya no está sobre la mesa, dicen. Sea en hora buena. Ahora el PSN-PSOE cambia de planes también en Barañain y Mendive será alcalde, como era de justicia ya hace un año. Magnífico. UPN y PSOE pactan una inversión de 4.500 millones de euros en obra pública, como ya pactaron los presupuestos. Bien. Pero estas cosas no se hacen así en una democracia, porque corremos el riesgo de que se piense que hay pactos ocultos a la opinión pública, y que se diga que de hecho el PSN gobierna en Navarra. Y las cosas no son así.

 

Miguel Sanz fue elegido por una gran mayoría de navarros para gobernar, en 2007; como Mendive en Barañain, el gobierno le correspondía con plena legitimidad democrática. Las explicaciones debe darlas el PSOE, y podemos pedírselas también. El programa socialista fue rechazado por una mayoría de ciudadanos, que esperaban políticas y soluciones de centroderecha. No debemos tener miedo a Zapatero, porque si vuelve a cambiar de opinión en Navarra o en Barañain será él quien tenga que explicarse, y mientras tanto lo que hay que hacer es gobernar Navarra y cada uno de sus Ayuntamientos cumpliendo el programa de UPN y respetando sus principios fundacionales. El resto, además de innecesario, sería dar un paso hacia el mismo consociativismo de negocios que hizo la desgracia de los partidos políticos convencionales en Italia hace década y media.

 

Tres sugerencias para combatir cualquier miedo: que se hagan públicas las actas de las reuniones con ETA, que se explique en todos sus detalles el proceso político navarro de primavera y verano de 2007, y que se entreguen todas las alcaldías a los candidatos constitucionalistas más votados, empezando por Olite, malgobernado por una coalición de derrotados ente socialistas y abertzales. ¿Les parece muy atrevido pedirlo?

 

Pascual Tamburri

El Semanal Digital, 15 de abril de 2008

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