Radicalismo islamista. Detenciones ejemplares en Melilla (por GEES)
El Cuerpo Nacional de Policía (CNP) detenía el 27 de junio a dos individuos en Melilla acusados de pertenecer al radicalismo islamista más extremo, el de Takfir Wal Hijra (Excomunión y Exilio). Ambos detenidos, Rachid Abdellah Mohamed y Nabil Mohamed Chaib, son de nacionalidad española, y se les acusa nada menos que de estar involucrados en el doble homicidio de otros dos españoles, también musulmanes: Salam Mohand Mohamed y Rachid Chaib. Este doble crimen fue cometido en julio de 2008 en la localidad marroquí de Nador, y fue especialmente sórdido por las salvajes torturas a las que fueron sometidas las víctimas. Parecía ya que iba a quedar impune, pero esta brillante operación policial devuelve de nuevo la esperanza, tanto a las familias de las víctimas como, en un marco más amplio, al Estado de derecho.
Takfir Wal Hijra es un movimiento radical de lo más sofisticado y difícil de infiltrar y, por tanto, de combatir. Tiene una especial implantación desde antiguo en el norte de África, donde nació a fines de la década de los sesenta en Egipto, en el contexto de la radicalización alimentada por ideólogos nefastos como Sayed Qotb y en el contexto también de la depresión colectiva provocada por la Guerra de los Seis Días y sus efectos. Dentro del islamismo radical, que ya existía entonces alimentado entre otros por los hoy aparentemente moderados Hermanos Musulmanes, germinó un ala aún más radical que preconizaba la necesidad de una limpieza, de una purificación –violenta, por supuesto– a realizar en el seno del propio Islam. Esa semilla de violencia y de odio es antigua pero ha germinado desde entonces, y germina hoy en grupos y células como la ahora desarticulada en Melilla. La muerte de Salam Mohand Mohamed y Rachid Chaib, en 2008, y la detención de Rachid Abdellah Mohamed y de Nabil Mohamed Chaib, ahora, aparecen, ambas, vinculadas a la presencia y al activismo de dicho grupo en suelo español. Las investigaciones de la Guardia Civil y las detenciones del CNP han permitido darle al juez Eloy Velasco, que lleva la investigación, el material suficiente para desmenuzar algo especialmente sórdido y, por añadidura, difícil de investigar y de esclarecer dado el carácter transfronterizo de los delitos y de las pruebas.
En efecto, el doble crimen de 2008 pone por un lado de manifiesto la crueldad de los elementos del Takfir, aplicada en este caso según todos los indicios ante el deseo de Salam Mohand Mohamed de abandonar el grupo. Y, por otro lado, las dificultades generadas desde entonces de cara a la investigación del crimen por el hecho de que este se hubiera cometido en suelo marroquí aunque las dos víctimas mortales fueran españolas. La cooperación hispano-marroquí en materia de Interior tiene sin duda ámbitos en los que se pueden utilizar elogios, pero otros como es este en concreto no ha sido, en absoluto, uno de ellos.
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