Navarra, objetivo principal del «precio político» de la tregua de ETA.
Con el anuncio de la tregua de ETA, el cocido político vasco se eleva al punto de ebullición; y con la mirada puesta en el Estatut. Pero, ¿y Navarra? ¿Qué pasa con Navarra? ¿Qué piensa hacer el nacionalismo vasco con Navarra en un futuro inmediato?
Por Inés Oroquieta
El sábado 18 de marzo tuvo lugar, en la localidad navarra de Burlada, una asamblea del partido político Aralar. Liderado por Patxi Zabaleta, se trata de la dinámica formación escindida de Herri Batasuna, hace ya unos años, y que ha arraigado especialmente en Navarra en competición interna con el movimiento abertzale oficial; aunque también parece consolidarse en el País Vasco, pero más lentamente.
Además, en el caso navarro, Aralar logró hace ya casi cuatro años, estructurar una propuesta unitaria nacionalista bastante afortunada: la coalición electoral Nafarroa Bai, cuyo rostro más conocido es la parlamentaria revelación de la actual legislatura, la periodista Uxúe Barcos, integrada además de Aralar por Eusko Alkartasuna, mayormente, y con un PNV insignificante desde que hace lustros Carlos Garaicoetxea se marchara del «Alderdi» con los suyos para montar EA.
En la asamblea, Patxi Zabaleta ha revelado su gran objetivo a corto plazo: constituirse en la segunda gran fuerza electoral de Navarra. Es decir, desbancar así al PSOE en el liderazgo de la izquierda y propiciar una alternancia al actual ejecutivo Foral de UPN, actualmente apoyado por su antigua escisión CDN (de ideología social-cristiana, pero de fuerte impronta personalista insuflada por su fundador Juan Cruz Alli). Izquierda Unida no parece querer entrar en la propuesta. Pero, ciertamente, de confirmarse algunos augurios que circulan por la Comunidad Foral, en el sentido de que UPN perdería una buena bolsa de votos (recambio generacional, cansancio…), no es nada absurdo plantearse una coalición «a la catalana» lo más amplia posible como alternativa al actual Gobierno Foral del centro derecha. Ya se intentó hace algo más de tres años. Y los números no cuadraron. Y el PSOE tampoco se prestó a ello; ni antes ni después. Pero, acaso, haya llegado la ocasión… en la futura España de José Luis Rodríguez Zapatero.
Para ello, lo mejor para ello, sería ampliar la base de la coalición Nafarroa Bai y flexibilizar su programa, tendiendo puentes a IU y al PSOE; aunque –acaso- más que tender puentes se trate del «abrazo del oso».
Y, es que no se puede olvidar que ETA ha declarado una tregua. Por algo será. Que tiene un precio político: la autodeterminación de todos los vascos/as. Pero, aunque no se mencione ni siquiera una sola vez a Navarra –o a los navarros- no hace falta ser muy avezado en el conocimiento de sus mensajes, pues cuando hablan de vascos/as se refieren a todos/as: ciudadanos/as de la Comunidad autónoma Vasca, navarros/as y ciudadanos/as de Iparralde (territorios franceses de presencia secular vasca).
Ciertamente, nada pueden hacer con Francia, no en vano apenas representan un escasísimo 10% del electorado de los deprimidos territorios vasco-franceses; además de muy fragmentado. De modo que sus apelaciones al gobierno francés son más retóricas que efectivas.
Pero siguen necesitando a Navarra: con este territorio y su población, un Estado vasco podría aspirar a su consolidación en Europa. Y si buscamos paralelismos históricos, la nueva Euskal Herria sería Irlanda; Iparralde, un nuevo Ulster, y Francia… pues Gran Bretaña. De modo que los navarristas de hoy serían –los que no se exiliaran- resignados ciudadanos vascos del mañana. ¿Y los unionistas? ¡Pues los franceses!
Pero hasta entonces, hay mucho terreno que desbrozar: un proceso de diálogo tutelado por ETA que desemboque en una España confederal, y que facilite una consulta popular por la autodeterminación vasca incluyendo a Navarra. Aunque para ello haya que desbordar la Constitución, a la nación española (malherida desde la aprobación del Estaut), y a los temibles «poderes fácticos» españoles (¿pero existen?) Un contexto de ¿política ficción? Eso parece, pero en realidad ¡puro nacionalismo vasco!: el de Sabino Arana, el de José Antonio Aguirre, el de Federico Krutwig, el de Carlos Garaicoetxea, el de Juan José Ibarretxe, el de Arnaldo Otegui…
En política nada es inamovible. Y en economía, tampoco. Y todo ello está interrelacionado. ¿Marxismo? No, puro realismo. Además, ya se sabe, una crisis económica a tiempo, puede ayudar, pues, «en río revuelto, ganancia de… nacionalistas».
La sociedad navarra vive muy bien, crece a un magnífico ritmo, es modelo social en muchos aspectos, absorbe sin espasmos una inmigración numerosa que contribuye a su estabilidad y desarrollo…, pero también existen nubes en ese azul y límpido horizonte. Una de ellas es la conflictividad sindical que sufre hoy mismo la planta automovilística pamplonica del grupo Volkswagen. Motor de la economía navarra, la sombra de una deslocalización, acaso impulsada por el recrudecimiento sindical, podría dar un gran susto, lo que propiciaría indudables convulsiones sociales encaminadas a un profundo cambio político. Así, el pasado jueves 16 de marzo, empezó en la factoría de Pamplona una serie de huelgas reivindicativas que, con pretensiones de mejoría laboral, ha indignado a sus directivos. En el planteamiento del conflicto, los más rígidos y pretenciosos son los sindicatos nacionalistas ELA, LAB y el anarcosindicalista posibilista CGT. El presidente del Gobierno Foral, Miguel Sanz, por su parte, ha afirmado que se hará todo lo posible para asegurar la permanencia de Volkswagen en Pamplona, pues el crecimiento del PIB está por completo comprometido con su suerte. Una crisis beneficiaría, sin duda, a los nacionalistas en sus pretensiones políticas; no a los trabajadores, ni tampoco al resto de la sociedad navarra. Ya veremos si, finalmente, los sindicatos nacionalistas responden a los intereses «de clase» o a los «nacionales».
En definitiva, Navarra, de nuevo, se sitúa en el centro de los objetivos de los nacionalistas vascos. ¿De nuevo? No, siempre lo ha estado y siempre lo estará. Pues de eso se trata cuando hablan de «territorialidad» Euskal Herria es su ideal, pero sin Navarra, una utopía.
¡Catastrofista!, ¡fatalista!... Ya escuchamos pitidos en nuestros oídos. Pero, ¿no es preferible conocer las intenciones reales de los actores que representan esta sorprendente función? Claro, siempre será más sencillo mirar hacia otro lugar aparentemente más apacible; un deporte muy practicado por esta tierra, además del de la gastronomía.
Por Inés Oroquieta
El sábado 18 de marzo tuvo lugar, en la localidad navarra de Burlada, una asamblea del partido político Aralar. Liderado por Patxi Zabaleta, se trata de la dinámica formación escindida de Herri Batasuna, hace ya unos años, y que ha arraigado especialmente en Navarra en competición interna con el movimiento abertzale oficial; aunque también parece consolidarse en el País Vasco, pero más lentamente.
Además, en el caso navarro, Aralar logró hace ya casi cuatro años, estructurar una propuesta unitaria nacionalista bastante afortunada: la coalición electoral Nafarroa Bai, cuyo rostro más conocido es la parlamentaria revelación de la actual legislatura, la periodista Uxúe Barcos, integrada además de Aralar por Eusko Alkartasuna, mayormente, y con un PNV insignificante desde que hace lustros Carlos Garaicoetxea se marchara del «Alderdi» con los suyos para montar EA.
En la asamblea, Patxi Zabaleta ha revelado su gran objetivo a corto plazo: constituirse en la segunda gran fuerza electoral de Navarra. Es decir, desbancar así al PSOE en el liderazgo de la izquierda y propiciar una alternancia al actual ejecutivo Foral de UPN, actualmente apoyado por su antigua escisión CDN (de ideología social-cristiana, pero de fuerte impronta personalista insuflada por su fundador Juan Cruz Alli). Izquierda Unida no parece querer entrar en la propuesta. Pero, ciertamente, de confirmarse algunos augurios que circulan por la Comunidad Foral, en el sentido de que UPN perdería una buena bolsa de votos (recambio generacional, cansancio…), no es nada absurdo plantearse una coalición «a la catalana» lo más amplia posible como alternativa al actual Gobierno Foral del centro derecha. Ya se intentó hace algo más de tres años. Y los números no cuadraron. Y el PSOE tampoco se prestó a ello; ni antes ni después. Pero, acaso, haya llegado la ocasión… en la futura España de José Luis Rodríguez Zapatero.
Para ello, lo mejor para ello, sería ampliar la base de la coalición Nafarroa Bai y flexibilizar su programa, tendiendo puentes a IU y al PSOE; aunque –acaso- más que tender puentes se trate del «abrazo del oso».
Y, es que no se puede olvidar que ETA ha declarado una tregua. Por algo será. Que tiene un precio político: la autodeterminación de todos los vascos/as. Pero, aunque no se mencione ni siquiera una sola vez a Navarra –o a los navarros- no hace falta ser muy avezado en el conocimiento de sus mensajes, pues cuando hablan de vascos/as se refieren a todos/as: ciudadanos/as de la Comunidad autónoma Vasca, navarros/as y ciudadanos/as de Iparralde (territorios franceses de presencia secular vasca).
Ciertamente, nada pueden hacer con Francia, no en vano apenas representan un escasísimo 10% del electorado de los deprimidos territorios vasco-franceses; además de muy fragmentado. De modo que sus apelaciones al gobierno francés son más retóricas que efectivas.
Pero siguen necesitando a Navarra: con este territorio y su población, un Estado vasco podría aspirar a su consolidación en Europa. Y si buscamos paralelismos históricos, la nueva Euskal Herria sería Irlanda; Iparralde, un nuevo Ulster, y Francia… pues Gran Bretaña. De modo que los navarristas de hoy serían –los que no se exiliaran- resignados ciudadanos vascos del mañana. ¿Y los unionistas? ¡Pues los franceses!
Pero hasta entonces, hay mucho terreno que desbrozar: un proceso de diálogo tutelado por ETA que desemboque en una España confederal, y que facilite una consulta popular por la autodeterminación vasca incluyendo a Navarra. Aunque para ello haya que desbordar la Constitución, a la nación española (malherida desde la aprobación del Estaut), y a los temibles «poderes fácticos» españoles (¿pero existen?) Un contexto de ¿política ficción? Eso parece, pero en realidad ¡puro nacionalismo vasco!: el de Sabino Arana, el de José Antonio Aguirre, el de Federico Krutwig, el de Carlos Garaicoetxea, el de Juan José Ibarretxe, el de Arnaldo Otegui…
En política nada es inamovible. Y en economía, tampoco. Y todo ello está interrelacionado. ¿Marxismo? No, puro realismo. Además, ya se sabe, una crisis económica a tiempo, puede ayudar, pues, «en río revuelto, ganancia de… nacionalistas».
La sociedad navarra vive muy bien, crece a un magnífico ritmo, es modelo social en muchos aspectos, absorbe sin espasmos una inmigración numerosa que contribuye a su estabilidad y desarrollo…, pero también existen nubes en ese azul y límpido horizonte. Una de ellas es la conflictividad sindical que sufre hoy mismo la planta automovilística pamplonica del grupo Volkswagen. Motor de la economía navarra, la sombra de una deslocalización, acaso impulsada por el recrudecimiento sindical, podría dar un gran susto, lo que propiciaría indudables convulsiones sociales encaminadas a un profundo cambio político. Así, el pasado jueves 16 de marzo, empezó en la factoría de Pamplona una serie de huelgas reivindicativas que, con pretensiones de mejoría laboral, ha indignado a sus directivos. En el planteamiento del conflicto, los más rígidos y pretenciosos son los sindicatos nacionalistas ELA, LAB y el anarcosindicalista posibilista CGT. El presidente del Gobierno Foral, Miguel Sanz, por su parte, ha afirmado que se hará todo lo posible para asegurar la permanencia de Volkswagen en Pamplona, pues el crecimiento del PIB está por completo comprometido con su suerte. Una crisis beneficiaría, sin duda, a los nacionalistas en sus pretensiones políticas; no a los trabajadores, ni tampoco al resto de la sociedad navarra. Ya veremos si, finalmente, los sindicatos nacionalistas responden a los intereses «de clase» o a los «nacionales».
En definitiva, Navarra, de nuevo, se sitúa en el centro de los objetivos de los nacionalistas vascos. ¿De nuevo? No, siempre lo ha estado y siempre lo estará. Pues de eso se trata cuando hablan de «territorialidad» Euskal Herria es su ideal, pero sin Navarra, una utopía.
¡Catastrofista!, ¡fatalista!... Ya escuchamos pitidos en nuestros oídos. Pero, ¿no es preferible conocer las intenciones reales de los actores que representan esta sorprendente función? Claro, siempre será más sencillo mirar hacia otro lugar aparentemente más apacible; un deporte muy practicado por esta tierra, además del de la gastronomía.
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