Una restauración de España por la ciudadanía
Tal ha sido el concreto y vibrante llamamiento realizado en Pamplona, con el estilo y el entusiasmo que siempre le caracterizan, por el historiador Fernando García de Cortázar, conferenciante en el homenaje realizado a quien fuera concejal de su ayuntamiento, asesinado por ETA un día 6 de mayo de hace -casi- 8 años, Tomás Caballero.
Convocado por la fundación que lleva su nombre y la de Víctimas del Terrorismo, el ilustre historiador, de escuela liberal, recordó al numeroso auditorio principios y valores fundamentales, pero oscurecidos por un lenguaje perverso construido por nacionalistas y hecho propio por muchos comunicadores e intelectuales. Así, como ejemplo, recordó que no puede hablarse de proceso de paz, de diálogo; pues aceptar tales términos supone sucumbir a una equidistancia -inmoral e injusta- que equipara víctimas con verdugos.
Vivimos un tiempo de confusión y crisis que exige el compromiso de quienes conciben a España como un plebiscito diario de la ciudadanía, expresión de un proyecto que se asienta en una convivencia democrática que llega hasta el mismísimo derecho a la disidencia. Sin embargo, esa supuesta “segunda transición” que quieren imponernos algunos, aseguró, la están diseñando aquéllos que no creen en España, es decir, los nacionalistas.
A juicio del historiador, el nacionalismo español se ha diluido en la descentralización de las autonomías y en Europa: expresiones de modernidad y madurez democráticas. Por el contrario, los nacionalismos periféricos se asientan en la tierra, las fuerzas telúricas y los mitos idealizados, los muertos…, el hecho diferencial esculpido en el contraste con “el otro”, lo que en su expresión terrorista extrema lleva a la destrucción de personas concretas. En definitiva, en presupuestos antidemocráticos compartidos por el fascismo; pues el mismo siempre ha sido un comunitarismo radical.
García de Cortázar reivindicó al pacto constitucional como base para la convivencia colectiva; al que se oponen, en su desarrollo democrático, tres “armas”, manejadas con soltura y eficacia, los nacionalismos enemigos de una España a la que ni siquiera reconocen su existencia: la lengua, la etnia, la falsificación histórica.
¿Qué han diseñado para España unos nacionalistas que no creen en ella? Acaso un Estado confederal que no sería sino la abolición de la soberanía nacional; una fugaz fase transitoria de la “construcción nacional” de entes imaginarios cuya pertenencia se determinaría por la adhesión política. Lo contrario de una ciudadanía libre.
En todo ello subyacería una supuesta dicotomía: España plural versus España de las Autonomías. Un debate falso, pues quienes defienden la etérea España plural no creen en ella, instrumentalizándola, a su vez, para la construcción de sus proyectos privativos, a expensas de la realidad negada.
Pero no toda la responsabilidad es de los nacionalistas. Cierta izquierda española, aparentemente hoy mayoritaria, ha renunciado al decisivo principio de igualdad de los ciudadanos ante la ley, al asumir como válida la ecuación nacionalismo = progresismo. Y es que esa fórmula ha sido nefasta, recordó: pues no hay más que mirar a Cataluña, donde fue asumida por la izquierda hace 30 años, lo que ha provocado un dominio cultural absoluto de la sociedad catalana por el nacionalismo; situación que contrastaría, siempre según el criterio de D. Fernando, con la capacidad de resistencia cívica demostrada en el País Vasco. Pero el riesgo sigue ahí y avanza: no hay más que observar la deriva manifestada por Patxi López y sus amigos.
Nación española como ejercicio de modernidad y de la razón construido sobre un proyecto político de futuro, que se apoya en una historia compartida. Liberalismo frente a oscurantismo. Soberanía nacional frente a determinismo ideológico. Igualdad frente a exclusión. Ciudadanía frente a militancia. Nutrida de citas de Argüelles, Ortega, Salvador de Madariaga, Cernuda…; la propuesta refundadora, aunque pueda antojarse paradójica, de un ilustre intelectual español. Jesuita, para más señas.
Fernando José Vaquero Oroquieta
Páginas Digital, 8 de mayo de 2006
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